Carmen Posadas
Sofía Ruiz del Cueto: «La fe te ayuda a vivir y te hace mucho más libre»
La hija de la escritora Carmen Posadas encontró la paz en el santuario de Medjugorje, una experiencia que se ha brindado a compartir.
La hija de la escritora Carmen Posadas encontró la paz en el santuario de Medjugorje, una experiencia que se ha brindado a compartir.
Como andamos en tiempo de milagros, donde a veces solo salvan las creencias, he que-
rido recoger la experiencia de fe de una brillante y destacada médica estética, muy reconocida por su quehacer profesional en la clínica Mira + Cueto, y muy conocida, además, por ser hija de la escritora Carmen Posadas. Sofía Ruiz del Cueto Posadas quería ofrecer su testimonio. Ningún momento mejor que éste, tras unas fiestas que a veces olvidan su sentido y procedencia, para proponerle que expusiera lo que sucedió en su corazón en el santuario de Medjugorje.
Debo confesar haberla escuchado con tanto respeto como escepticismo, pero más allá de mi propio punto de vista, me gustó sentir su paz. «Mi contacto con la fe, durante la niñez y la adolescencia, fue más a través de mi madre. A partir de COU empecé a ir de peregrinaciones, a Lourdes y a Guadalupe, y me metí en un grupo universitario católico que organizaba retiros y convivencias, pero eso fue todo. Luego, algún proyecto humanitario, como uno en Chile de un mes, pero nada más». Le digo que no es poco, que muchos que presumen de gran fe nunca pasan por ahí... «Puede ser, pero lo mío no debía tener demasiada raigambre porque después me casé y me empecé a alejar de todo eso e incluso dejé de ir a misa los domingos». También habitual. El trabajo, los niños, la falta de tiempo, el estrés... Ir a misa es un esfuerzo y hacer algo más, casi un imposible.
«Allí todo cambió»
Quizá sin un detonante, Sofía Ruiz del Cueto no hubiera ido a Medjugorje, ese pueblecito de Bosnia- Herzegovina donde, supuestamente, la Virgen María, bajo la advocación de «Reina de la Paz», lleva apareciéndose diariamente desde el 24 de junio de 1981, cuando lo hizo por primera vez antes seis jóvenes croatas. «Aún no sé por qué fui. No quería ir, tenía muchas responsabilidades que me lo impedían, pero se solventaron como por arte de magia y cuando me quedé sin excusas, me llevaron de una oreja mi socia y su marido. Allí todo cambió».
Sofía Ruiz del Cueto Posadas se encontraba en un momento complicado. Se acababa de divorciar y tenía poco tiempo, pocas ganas y mucha rabia. Como tantas mujeres... «Era el puente de mayo, tenía a los niños, mucho trabajo pendiente y, encima, era el Día de la Madre. Además, la situación con mi marido no era fácil. ¡Como para irme a perderme en unas montañas a rezar!». Sin embargo, los astros se alinearon y, al final, Sofía se fue a Medjugore, donde ocurrió algo inesperado. «Mientras subíamos el monte de las apariciones, donde se suponía que cada uno tenía que rezar un misterio del rosario, yo, furiosa, no paraba de buscar pretextos para irme. No tenía ninguna intención de rezar ningún misterio hasta que alguien me descolgó un rosario delante de la cara, que instintivamente cogí, y ya no me quedó más remedio. Según lo iba haciendo subiendo la montaña empecé a notar que toda la irritación, el enfado y la ira iban desapareciendo. Al llegar al final empecé a llorar descontroladamente y fue como si, de pronto, todo estuviera bien: la angustia se había desvanecido y no si sabía ni cuál había sido el motivo de mi irritación. Ahí encontré la paz».
Le digo que pudo ser algo momentáneo. Una especie de descompresión después de mucha tensión. «Eso pensé yo, que había sido un episodio curioso y bonito y asociado al relax de estar en una montaña, que desaparecería en cuanto regresara a Madrid, donde volvería a estar enfadada con el mundo. Pero no fue así. La paz que había encontrado fue creciendo y también mis enormes ganas de ir a misa. Pasé de no ir los domingos a empezar a ir entre semana. Y acabé yendo todos los días. Me hacía encontrarme bien, con paz y dispuesta para afrontar mejor el día y disfrutarlo».
Sofía es médica. Hay quien piensa que la ciencia y la religión están reñidas... «Pues yo creo que la medicina busca curar a la persona no solo físicamente, aunque no siempre se consiga. Hay muchos pacientes que se quejan de que existen médicos que los tratan bien, pero sin mirarlos siquiera; y el tratamiento puede ser correctísimo, aunque si el médico no saca esa parte humana, no toca más allá del cuerpo, el alma de la persona, para mi gusto, no cura».
Le subrayo que ella se dedica a la medicina estética y eso no es exactamente curar. Incluso alguien podría criticar que fuese una forma de estar demasiado pendiente del exterior olvidando el interior. «Cuando volví de Medjugorje a trabajar en medicina estética tuve una pequeña crisis porque a mí también me parecía que a lo mejor era una medicina demasiado frívola, pero luego me di cuenta, hablando con los pacientes, de que no es que se preocupen por una arruga, se preocupan por su aspecto, pero mucho más por encontrarse bien. Y eso vuelve a tener una cara espiritual. Si uno no se siente bien, aunque sea guapísimo no se ve así. De hecho, parte del “coaching” que hemos sacado en la clínica ha venido a partir de esa consideración».
Con todo, las cosas materiales distraen mucho y dejan poco tiempo para las espirituales. Para Dios. «Es cierto. Estamos demasiado obsesionados con las cosas materiales y con sacar nuestras vidas adelante, haciendo las cosas perfectas y al milímetro. Yo siempre he sido muy controladora y he pretendido que no se me escapara nada, pero al volver de Medjugorje aprendí que hay cosas que no puedo controlar y que lo mejor que puedo hacer es dejarlas en manos de Dios. Tengo un niño con déficit de atención que no conseguía que saliera adelante. Había ido a todos los médicos y no entendía que debía dejar las cosas en manos de Dios. “Tú ocúpate de las cosas de Él, que Él se ocupará de las tuyas”, me dijeron. Decidí ayudar a un sacerdote en su labor y esto otro, donde ya había hecho cuanto podía, dejarlo en sus manos. Y entonces, casi de inmediato, me llamó la profesora del colegio para proponerme un tratamiento de logopedia que hasta entonces parecía imposible hacer allí».
Ver señales
Le digo a Sofía que está claro que quien quiere ver señales las encuentra... «Pues sí, yo creo que quien las quiere ver las ve. Yo sé que lo de mi hijo me lo gestionaron desde arriba». Le pregunto a Sofía por qué estamos haciendo esta entrevista, cuál es su propósito. «Cuando descubres algo que te va bien, ¿no se lo cuentas a otra gente? Esto es mucho más. Cuando encuentras algo que te da una paz que no habías logrado encontrar ni haciendo yoga, ni tomando pastillas, ni escapando del tiempo, ¿no lo vas a compartir? La fe te ayuda a vivir, a afrontar la vida. No es que te quite los problemas, pero no los ves de la misma manera ni te enfrentas a ellos igual. Eres mucho más libre».
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