El día de las familias
«Sólo los hijos llenan el corazón»
Las familias españolas presentes en Colón piden más respaldo a la maternidad. «Se tira la toalla a la mínima, se necesita apoyo moral»
María se despertó ayer por la mañana bastante pronto para ser domingo. Acompañó a sus padres y a sus cinco hermanos a la plaza de Colón. Ella acudió con su propia silla para sentarse. No porque sea la más «exquisita» de la familia sino porque este año María ha sido operada de las caderas. «Ella es un milagro. Nació muy prematura y pesó un kilo cuatrocientos gramos». María era un bebé inviable con un diagnóstico confuso pero que indicaba una malformación o deficiencia. «Me recomendaron abortar y me negué. Entonces la ginecóloga me llamó irresponsable y me dijo que no tenía ni idea». Con el valor que le otorga la experiencia vivida de sacar a su primera hija adelante tras sólo seis meses de gestación, Alicia afirma que entiende que haya mujeres que abortan porque «te pillan vulnerable y si no tienes las cosas claras... Además, es que sólo te ofrecen esa solución». Por eso esta madre reivindica que traer al mundo a un niño con problemas de salud no es un inconveniente y así se lo ha inculcado a sus hijos: «Los pequeños echan una mano a su hermana. Esto es la familia: cuando uno tiene una dificultad, los demás lo ayudan».
Ayer resultaba complicado moverse entre los muchos niños que correteaban y jugaban durante la celebración. Además, el suelo estaba cubierto en muchos lugares por esterillas, mantas o sillas que aislaban algo del frío. A Ángel Laguna le abrigaron los abrazos de sus nietos: «¡Si supieras la vida que nos dan!». Tiene 20, aunque no todos acudieron a la celebración. Vinieron de Torre Nueva, en Ciudad Real; asistieron a la Eucaristía y volvieron a marcharse a su pueblo. «Todos los años venimos a la celebración para manifestar la importancia de la vida familiar», dice este abuelo «encantado y gozoso», como él mismo se define. A sus 69 años Antonio no teme las dificultades que puedan salirle al paso a él o a los suyos, porque les ha legado la fe. Antonio comenta que «mis hijos nunca heredarán dinero porque no tengo»–bromea–«pero yo les he transmitido la fe, que es lo mejor que podía darles en la vida».
Situados cerca de Ángel y sus nietos, siguieron atentamente la celebración el matrimonio Presa- Gavieiro con sus dos pequeños. Vinieron desde Lugo para «dar testimonio». Y es que Carlos conoce muy bien lo importante que es tener una familia fuerte en la que refugiarse; tanto como por su propia vivencia como por su profesión. Él dirige un centro de menores tutelados en el que ha comprobado que «la raíz de esas situaciones se encuentra en la desestructuración de la familia», asegura este educador social. Para evitar precisamente una ruptura familiar, él, al poco tiempo de nacer su primer hijo, abandonó un empleo que le hacía pasar mucho tiempo fuera del hogar: «Mi matrimonio peligraba y decidí dejar el trabajo». Una apuesta atrevida en estos tiempos con la que, finalmente, salió ganando: «Arriesgué lo laboral por mi matrimonio y, gracias a Dios, conseguí un nuevo empleo incluso mejor». Marta, su esposa, asegura que hay que ser consciente de que en el matrimonio no es todo un camino de rosas y es un reto difícil, pero que hoy en día «se tira la toalla a la mínima» en lugar de ofrecer «apoyo moral a las familias». Para eso acudieron ayer a la cita en Madrid, para contar al mundo, junto a otros como ellos, que hay que optar por la familia, «porque es ahí donde está la felicidad», resume Marta.
Mucha felicidad y pero también mucho caos es lo que se vive algunos días en el hogar de la familia Algar-García. Y no es para menos, con ocho hijos de edades comprendidas entre los 9 años y los 6 meses. «Tardamos una hora y media en prepararlos a todos siempre y cuando no haya gritos o derramamientos de taza en el desayuno», dice Ricardo, el cabeza de familia. Han asistido cada año a Colón incorporando cada año a un miembro más a la familia. El más reciente es Miriam, que tiene sólo seis meses. Tamar, la madre, dejó su trabajo durante su segundo embarazo. Para las madres con muchos hijos resulta más «rentable» quedarse en casa que buscar un empleo porque «ni antes de la crisis ni ahora se ha ayudado a las familias, y menos a las numerosas», reclama Ricardo. Tamar reniega del manido argumento de que las madres no alcanzan la realización personal: «Es un completo engaño, la maternidad te llena. El trabajo y el dinero no te llenan el corazón. Sólo los hijos llenan el corazón ».
«El frío no nos ha quitado las ganas de venir», asegura Sara, «porque queremos dar testimonio, sobre todo, a nuestros hijos». Como muchas familias, los Salamanca-Ladrón de Guevara confiesan notar la mano de Dios en cada paso del camino, especialmente en los momentos más duros. Uno de los más dolorosos en los ocho años y medio de matrimonio de estos jóvenes les sobrevino al perder a su segundo hijo. El pequeño murió durante el parto. Con dos vueltas de cordón umbilical al cuello, el bebé, se ahogó: «Lo vivimos apoyados en Dios porque sabemos que hay vida después de la muerte. Solicitamos su cuerpo en el hospital, un trámite nada fácil, y le dimos sagrada sepultura. Ahora sabemos que tenemos un ángel en el cielo», dice Sara. Ellos acuden a la cita en Colón porque se sienten comprometidos con la institución de la familia a la que «no se ayuda a muchos niveles», según esta madre.
Comprensión, facilidades, respeto, medidas de apoyo político y económico y, sobre todo, reconocimiento de la institución familiar como fundamento de la sociedad son algunas de las cosas que reclaman estas familias, que ayer se unieron en la plaza de Colón. Ellos también lo hicieron para testimoniar su fe, esa que a muchos les está permitiendo mirar un poco más al Cielo, aunque pesen las dificultades del suelo.
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