La opinión de Paloma Pedrero

Tacones malditos

¿Merece la pena sacrificar la integridad por una estética impuesta? ¿Existe acaso mayor belleza y armonía que unos pies descalzos?

Una imagen de los tacones de la Reina Letizia
Una imagen de los tacones de la Reina LetiziaJesus BrionesGTRES

Llevar tacones altos es un ataque a nuestros pies, sostén del edificio corporal, único contacto de nuestro cuerpo con la tierra. De su colocación y adaptación depende el equilibrio de nuestro ser. Porque, ¿qué equilibrio podremos tener si lo que soporta nuestro peso se encuentra debilitado y es incapaz de amortiguar las sacudidas del terreno que pisamos? Cada pie consta de 26 huesecillos y 32 articulaciones que, literalmente nos permiten, andar, correr, sostenernos, bailar…, poder estar en vertical y adaptarnos a cada uno de los movimientos que la vida nos exige. Un pie rígido es un pie que no tiene dónde sostenerse. Un pie metido dentro de unos zapatos de tacón excesivo, de cuña alta, de punta en pico o de piel durísima es un pie cautivo que no podrá descansar ni obedecer las órdenes que el cerebro le pida.

Ante un gran peligro, por ejemplo, el cerebro ordenará a la dama que corra. Sin embargo, la trampa sexi de sus pies presos sólo podrá hacer el intento. Incluso, llegarán a correr, sí, de forma extraña y con gran dolor. ¿Y todo para qué? A las mujeres, es cosa cultural, se nos ha exigido siempre ser guapas y sensuales. Para eso se han diseñado fajas opresoras, miriñaques, tacones de aguja… Pero, ¿por qué hoy, cuándo las mujeres somos mucho más que objeto del deseo, se siguen utilizando? Secuelas, diría yo, pasos rígidos hacia atrás en la igualdad. La mayoría de los diseñadores de zapatería femenina son hombres. Hombres que no utilizan esos cilicios y que adoran agarrar a la mujer o ver su andar ondulante y lento. Secuelas en la mujer, también, todavía cautiva del tirano pensamiento viril.

La mayoría de esas pobres mujeres tienen los pies heridos y la postura desviada. Y a medida que se vayan haciendo mayores los dolores serán todavía más grandes. ¿Merece la pena sacrificar la integridad por una estética impuesta? ¿Existe acaso mayor belleza y armonía que unos pies descalzos?

Vamos mujeres todas, la mente en el cielo, sí, los pies en la tierra.