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Religión

Turrón de matcha con sabor a gloria para llegar a fin de mes

Las clarisas de Marchena presentan sus dulces innovadores en las ferias de la Fundación Contemplare

Panaderia de las Clarisas de Santa Isabel Diputación Segovia

Si alguien pudiera pensar que las monjas de clausura viven del cuento, andan algo despistados. «Como dice la Sagrada Escritura, quien no trabajo, que no coma. Hay que trabajar. Aquí cotizamos todas». Con esta contundencia se expresa sor Ana María Nyilu, responsable del horno del convento de Santa María de la Purísima Concepción en la localidad sevillana de Marchena. Las franciscanas clarisas llevan grabado a fuego el ‘ora et labora’. Eso sí, con una receta que mezcla dulzura y renovación para llegar a fin de mes. Prueba de ello es que, junto a los productos monacales tradicionales como las tejas, las yemas, las cocadas, las almendras garrapiñadas, el mazapán y los mantecados, han incorporado el turrón matcha. Sí, el té verde japonés que se ha convertido en un ‘must have’ por se considerado un súperalimento cargado de antoxidantes que previenen el cáncer, mejoran la memoria y rebajan el estrés y la ansiedad. «Nació de la curiosidad y de la creatividad», comenta la consagrada que desvela que primero lo testearon en la comunidad. «Nosotras bebemos té matcha y al ver que se distribuye en polvo, resultaba especialmente fácil mezclarlo con el resto de ingredientes del turrón», detalla sor Ana María sobre una tableta de 200 gramos que se vende a 12,10 euros. El año pasado lo comenzaron a comercializar «sin hacer propaganda» junta otras variedades como el turrón de coco y de manjari y se convirtió en un éxito de ventas, en un mano a mano con sus ‘chulapillas’, elaboradas con almendra, cacahuete y azúcar.

En estos días, volverá a ser uno de los principales reclamos del que es un particular ‘Black Friday’. Junto a la venta online, las ferias Monásticas de la Fundación Contemplare dan el pistoletazo de salida en estos días con productos de más de 80 monasterios masculinos y femeninos de España, Francia e Italia, que incluyen desde bálsamo para el dolor muscular de los Cartujos de Miraflores hasta esculturas de las Hermanas de Belén, pasando por aftersun elaborado por unas dominicas de Pratovecchio. En la Plaza Mayor de Madrid hasta mañana en la Casa de la Panadería, mientras que el ABC Serrano acogerán la venta de dulces hasta el 20 de diciembre. Y, en el centro de Oviedo, con ocho casetas de madera, hasta el 23. Además, las clarisas de Marchena también estarán presentes este puente, junto a otras comunidades andaluzas, en el salón gótico de los Reales Alcázares de Sevilla.

«Estamos en temporada alta, es una semana muy fuerte para nosotras, pero también muy rica en todos los sentidos, porque ofrecemos lo que somos y tenemos y también nos permite tener un trato personal con la gente», apunta sor Ana María, que no garantiza que este pico de trabajo no rebaja su tiempo dedicado a la oración. «Ni mucho menos. Nuestro primer negocio es rezar. Lo encajamos como podemos, pero es la oración precisamente la que nos ayuda a entender bien nuestra acción, más aún en el Adviento, que nos preparamos para recibir a Jesús», comenta esta religiosa keniata que forma parte de una comunidad multicultural. En total, son 21 hermanas que, además del horno, también cocinan para sus vecinos croquetas y nuggets, y cuentan con una hospedería con trece habituaciones y un salón multiusos con capacidad para 80 personas.

Solo una de ellas es española. Las demás se reparten entre Kenia, Madagascar, Uganda y Tanzania. «Encarnamos el carisma franciscano, que no conoce fronteras ni razas y que nos llama a llevar el Evangelio a todos los lugares, con nuestra cultura, nuestra lengua y nuestros dones y debilidades. Nunca nos hemos sentido extranjeras ni extrañas ni los vecinos nos lo han hecho sentir allí. Hemos notado que somos familia especialmente este verano, cuando falleció sor Inmaculada la hermana española que fue durante décadas un referente espiritual», relata, con una anécdota adosada: «Recuerdo con cariño como un hombre se me acercó para decirme: ‘Os quiero tal y como os quería con sor Inmaculada’».

Ellas reflejan, de alguna manera, la España migrante que también está reavivando la fe envejecida europea, ante el invierno demográfico y la crisis vocacional de la que era una potencia de la vida contemplativa que hoy cierra casi dos conventos al mes. Las clarisas africanas, que han grabado un disco e incluso se atreven incluso con el flamenco y el jazz en suajili, reciben un legado de 400 años, de aquella mujer emprendedora, sor María de la Antigua, que levantó un monasterio dentro del palacio de los Duques de Arcos de Marchena siguiendo los pasos de san Francisco y santa Clara de Asís: «Nos sentimos corresponsables de un legado que debemos mantener vivo 400 años más, lo que implica tener cimientos espirituales fuertes para contagiar a las hermanas venideras».

Sor Ana María celebra mañana precisamente 25 años de su llegada a España. «La vocación es un espíritu interior, una pasión interior que hace que quieras ofrecerte a Dios poquito a poquito», confiesa esta mujer que no vivió una conversión de caída de caballo. «No nací siendo religiosa ni puedo contar un momento de iluminación en el que descubrí que quería ser monja. Siento que Dios ha ido trabajando en mí desde que era pequeña», relata, situando a los 20 años su toma de decisión, dejando a un lado su deseo de ser periodista y escritora. «Fue a través de mi hermana Susana, que ahora es la superiora de la comunidad, cuando me empezó a atraer esta vida de entrega de amor, encontré mi lugar», sentencia.

En su día a día, entre los rezos de la liturgia de las horas y la amasadora preparar sus postres artesanales, no les ha sido ajenas el escándalo de las monjas cismáticas de Belorado. «Lo estamos afrontando con dolor y con tristeza. Son nuestras hermanas, las hemos conocido y eran una comunidad muy buena. Hemos llegado a hacer una campaña de oración para que vuelvan a la Iglesia».