Violencia callejera

Una ola de crímenes con arma blanca deja 15 asesinatos solo en 2019

El último español asesinado en la capital ha desatado las alarmas sobre la oleada de homicidios en el país

Imagen de la policía metropolitana de Londres, uno de los motivos por los que la criminalidad ha aumentado, paradójicamente
Imagen de la policía metropolitana de Londres, uno de los motivos por los que la criminalidad ha aumentado, paradójicamentelarazon

El último español asesinado en la capital ha desatado las alarmas sobre la oleada de homicidios en el país

Antes de nada, un pequeño apunte histórico: desde 1776, desde que Estados Unidos es Estados Unidos, la carta magna incluye el derecho a portar armas. Quienes persiguieron/clamaron/consiguieron la libertad eran ingleses: las Trece Colonias británicas, en un ejercicio de rebelión que pudo marcar un precedente a seguir en el resto del mundo, rehusaron mantener más al Reino de Gran Bretaña y declararon la Guerra de la Independencia, que acabó germinando a la potencia que hoy domina alguien nacionalista y americancentrista: justo como en la génesis del país, salvando (o no demasiado) las distancias. El derecho a las armas de fuego, entonces, fue idea de los ingleses: en Reino Unido, de hecho, estas fueron legales para los protestantes en la Carta de Derechos de 1689, que, posteriormente, se regularizó para poner su punto y final.

Resulta cuanto menos chocante apreciar cómo Londres, el pasado febrero de 2018, superó a Nueva York como la ciudad con más asesinatos del mes; y más aún, ver cómo esta oleada de crímenes no frena, sino que se acrecienta (ayer mismo murió un español en la capital). ¡Y eso que allí las armas no son legales!

La ristra de crímenes parece más propia de una distopía que de la propia realidad; en abril de 2018, Tanesha Melbourne, 17 años, fallecía víctima de una serie de disparos ocasionados desde un vehículo en movimiento en una calle del barrio de Tottenham; Jodie Chesney y Yousef Makki, 17 años también, murieron por ataque de cuchillo el pasado fin de semana; desde enero hasta abril del mismo año, en apenas 100 días, los homicidios se elevaron a 51. Un número escalofriante. Son tres ejemplos de una realidad trágica: el crimen en la capital inglesa parece ir cuesta abajo y sin frenos.

El año pasado solo en Inglaterra y Gales hubo 285 muertos por arma blanca, la cifra más alta desde 1946, según datos de la BBC. Y otro dato: el número ataques con arma blanca fue de 42.957 el pasado año.

Y, a todo esto... ¿Por qué ocurre este fatal fenómeno?

El primero de ellos, y más importante: Theresa May. Con su nombre y sus apellidos. Ejerce como primera ministra de Reino Unido desde el año 2016, pero antes fue ministra de Interior, desde el año 2010, durante el mandato de Cameron. Interior es quien tiene competencia sobre los cuerpos de seguridad del Estado, y Theresa May nunca se cortó en exhibir sus pretensiones de reducir sensiblemente el número de estos: en ocho años redujo el presupuesto destinado a la protección y seguridad de la capital en un 20%, lo que se tradujo en 20.000 agentes menos patrullando las calles, tal y como informa La Vanguardia. The Guardian va más allá: los recortes policiales, desde el año 2007 a 2017, fueron de un 60% en la capital. Uno de cada cuatro operarios dejó de salvaguardar las calles de Inglaterra y Gales; en Londres fueron tres de cada cinco.

Algunos de los perpetradores de estos crímenes son jóvenes. Afectados por H, por B o por Z, por sus condiciones socioeconómicas, por su concepción de la vida y de las armas, quién sabe, se ven arrojados a la calle a cometer algo más que fechorías y chiquilladas. Los recortes de la primera ministra del país también afectaron a los centros de menores y sus recursos. Así, por ejemplo, en el norte de la capital se vieron afectados 54 de estos centros; en el sur, alrededor de 34; en la zona central, cerca de 29. A 88 centros les han “cortado el grifo”, abocándoles al cierre. Ello, claro, agravó las consecuencias: al no tener a nadie que vele por el control/tutela/seguimiento de estos jóvenes, podían seguir con sus homicidios y sus ataques.

Richard Garside, director del Centro de Estudios de Crimen y Justicia, explica que “hay grupos particulares donde ser joven y hombre -y especialmente ser joven, hombre y negro- tiene un impacto letal en ellos. Éstos tienen un riesgo mayor de ser víctimas de un asalto violento, mucho más que el resto de la población”.

Londres es, además, una de las ciudades más multiculturales del planeta. Por desgracia, ser abanderado de un honor tan grande puede traer consecuencias funestas: en Londres se han vivido algunos de los atentados más desgarradores, y lo peor es que han sido no hace más de un lustro. El atentado de Londres de junio de 2017 un vehículo se cobró 11 vidas; en la abadía de Westminster, ese mismo año, 6 personas perdieron la vida por un vehículo todoterreno y un arma blanca; el de Manchester, en 2018, provocó tres heridos a golpe de cuchillo; y una vez más, en Westminster, el pasado agosto, tres personas fueron arrolladas por un Ford Fiesta en otro atentado (aunque no provocó ningún muerto). Estos actos deleznables han arrebatado vidas y, quizá (porque no es exacto ni matemático), esos oficiales que ya no trabajan fruto de los recortes podrían haber protegido algún alma más.

Cada persona tendrá sus motivos para acometer un crimen, pero lo cierto es que la falta de efectivos, la ideología y la falta de recursos en determinados sectores ha incrementado la oleada de violencia que azota Londres pocos años atrás. Si la utopía del Brexit parece estar cada vez más alejada, quizá la solución esté más en hacer política para las personas, y no para los ideales.