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Una víctima de Miguel Rosendo: «Iba de convivencias y abusaba de mí. Al acabar me besaba y me decía que olía a santidad»
Las declaraciones de las víctimas comienzan el próximo martes. Están citadas 21 personas.
Las declaraciones de las víctimas comienzan el próximo martes. Están citadas 21 personas.
Milagros (nombre falso para proteger su identidad) guardó las bragas de su boda sin lavar durante nueve largos años. También el corpiño y las medias. Lo hizo sin ningún propósito concreto; simplemente ocurrió así. Transcurrido ese tiempo se acordó de los tres elementos, rebuscó en su armario, los encontró y se los entregó a la Policía Nacional. «La noche antes de casarme con el que es mi marido, Miguel estuvo conmigo, según él, porque tenía que purificarme para el matrimonio. En realidad, fui víctima de una agresión sexual. Él se vertió sobre mi vientre y como no me duché después, a lo mejor todavía quedan restos biológicos suyos en mi ropa interior», apunta la mujer en la declaración que hizo ante los investigadores de la Guardia Civil. Agentes de Científica procesaron las pruebas y cuatro meses después los resultados llegaron a manos del juez que instruye la causa contra Miguel Rosendo Silva, fundador y presidente de la Orden Eclesiástica y Mandato San Miguel Arcángel, y al que se investiga por los delitos de abusos sexuales, asociación ilícita y blanqueo de capitales.
El magistrado esperaba poder contar así con una evidencia genética que aquilatase la versión de Milagros, que despejase cualquier duda y que le permitiese fiarse con los ojos cerrados de la declaración que la mujer realizó en su despacho. Un testimonio al que LA RAZÓN ha tenido acceso en exclusiva y que comienza así: «Tenía 15 años cuando conocí a Miguel. Fuimos a ver a un vidente y allí me lo presentó mi madre. Ella tenía un problema personal que la convirtió en una persona muy vulnerable. Miguel le hizo cuatro curaciones y le dio tres hierbas y ella se sintió mejor». Milagros relata que alrededor de la herboristería que regentaba el imputado se fue formado un grupo de fieles que le escuchaban hablar de «espiritismo, astrología, incluso se presentó como un especialista en ovnis». En el sumario son tantos los testimonios que soportan esta versión como los que niegan que fuese vidente o curandero y aseveran que, cuando cerraba el negocio, Miguel encabezada un grupo de fieles que se dedicaba sólo a hablar de religión y rezar. Sin embargo, la versión de Milagros es diferente: «De la gente que acudía a las reuniones, él seleccionaba a la gente más idiota y formó un coro donde había que cantar aunque no supieras o lo hicieras mal. Él iba al baño y cuando volvía nos decía que tenía un mensaje divino y daba las instrucciones que decía recibir del mismo Dios». Milagros debió leer la incredulidad de los investigadores en sus ojos porque enseguida se justificó: «Hay que partir de que Miguel para nosotros estaba por encima del bien y del mal. El Papa puede equivocarse, Miguel no».
Hasta los 24 años, Milagros acudió a las convivencias de fines de semana porque «eran sinónimo de diversión. Llegabas a la casa de Mougas, donde construyó una casa, y todo era divertido (...). Allí abusaba de mí y al acabar, me besaba y me decía que olía a Santidad (...). En todo este clima maravilloso cada vez íbamos más días a la casa». El testimonio de Milagros a veces incongruente e increíble, continúa así: «En 2004, Miguel pidió permiso al Obispo para hacernos consagradas de San Miguel. Para hacerme consagrada tenía que pasar una limpieza más profunda porque yo siempre estaba en pecado, siempre estaba sucia, incluso me diagnostico un cáncer de ovarios. Para limpiarme y poder consagrarme, me metió en una habitación oscura con dos velas, un circulo pintado en el suelo y en las paredes colgados estatuas de ángeles. Entró Miguel, me abrazó y comenzó a frotarme la espalda muy fuerte con las manos. Sentía mucho calor, entonces el tío empezó a frotarse contra mí y noté su erección. Él me decía al oído «te amo», «te amo», «coge esta energía». Yo le abrazaba fuerte y no entendía qué tenía que decir ni hacer. Entonces se bajó los pantalones, me cogió la mano y me la puso en sus partes. Acto seguido me largué corriendo».
Aunque la lógica indica que debería haber denunciado, habérselo contado a sus padres o algún amigo suponía no regresar jamás regresar a su lado, pero Milagros no hizo nada de eso. Todo lo contrario, volvió junto a Miguel. «Como mi pecado era tan grande, me perseguía y me volvía a ensuciar. Entonces él me tenía que volver a limpiar», apunta la mujer, que después relata de forma pormenorizada las supuestas agresiones de las que era objeto. «En 2006 me casé para dejar de sufrir abusos». Aun así, la noche de bodas Miguel y Milagros mantuvieron relaciones sexuales para «purificarme, dijo él».
Entregó las bragas, medias y corpiño sin lavar de aquella noche, pero los resultados de los especialistas de la Guardia Civil no refrendan su testimonio. En las conclusiones se puede leer: «No se detectan restos de semen en el corpiño, la braga, medias ni enganches de las medias». Milagros también aportó las chaquetas, camisas y faldas que usaba mientras fue miembro de la Orden y que llevó puestas durante alguno de los supuestos abusos. Los resultados también son negativos.
A falta de pruebas que sostengan su declaración, son tantos los que la creen como los que dudan de su testimonio, pero ¿por qué habría de mentir? «En la declaración de esta mujer aparece una frase que, quizá, podría perfilar una motivación», sugiere una fuente cercana al caso. «Milagros explica que Esteban, que era un cargo importante en la Orden, fue novio suyo durante nueve años, pero la abandonó y se acabó casando con otra. Según ella, la culpa fue de Miguel ya que le dijo a Esteban que rompiese con ella porque estaba sucia. Siempre ha considerado a Miguel el responsable de perder al amor de su vida».
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