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Volver a nacer con las cuatro extremidades amputadas

Consolación sufrió una infección urinaria por una bacteria multirresistente. Entró en coma y cuando se despertó sin piernas ni brazos decidió ilusionarse con pequeñas cosas.

A Consolación tuvieron que amputarle las cuatro extremidades en diferentes intervenciones para salvarle la vida. Fotos: Luis Díaz
A Consolación tuvieron que amputarle las cuatro extremidades en diferentes intervenciones para salvarle la vida. Fotos: Luis Díazlarazon

Consolación sufrió una infección urinaria por una bacteria multirresistente. Entró en coma y cuando se despertó sin piernas ni brazos decidió ilusionarse con pequeñas cosas.

«Tiene una ilusión que yo no tengo. El segundo día de estar aquí quería comerse las lentejas ella sola», nos dice Rosa María, mientras esperamos a que su hermana Consolación suba de rehabilitación. La habitación 2105 está llena de dibujos hechos por ella. «Yo dibujo en óleo, pero mi hermana ha aprendido ahora y mira qué bien lo hace pese a hacerlo con el muñón». Cuando Consolación «ingresó el pasado 16 de octubre en el Hospital Beata María Ana –en Madrid– no era casi ni consciente de lo que le había pasado», recuerda la doctora Jenny Carvajal, especialista en Medicina Física y Rehabilitación del Beata María Ana.

Tras acudir a su médico por una infección urinaria y que le atendieran en el Hospital Nuestra Señora de Avenida de América, la infección se le agravó y se le pasó a la sangre. Entró en coma y fue derivada al Hospital Universitario Moncloa. Una vez allí, «tuvieron que amputarle las cuatro extremidades en diferentes intervenciones para salvarle la vida. Había cogido la Escherichia coli en la casa, la E.coli multirresistente, que no es común», explica la doctora Carvajal. Tras dos meses en coma, se despertó ya sin extremidades. A los cinco meses fue trasladada al Beata María Ana.

Consolación entra rauda por la puerta. Lo hace con una silla de ruedas eléctrica. No parece que tenga 79 años. Le preguntamos por sus dibujos: «Sí –dice sonriente–, Marta (su terapeuta) me dijo que por qué no probaba a pintar. Nunca lo había hecho. Hago flores porque creo que son fáciles de dibujar», dice restando importancia.

No escucha muy bien. Le han puesto sonotone porque «tras la infección y los fuertes antibióticos que tomó perdió audición», precisa Carvajal. Pero hace todo lo posible para atendernos. «Fíjate hay veces que cuando estoy en cama pienso en los proyectos que tengo que hacer y se me olvida que ya no tengo extremidades».

Consolación no recuerda lo que pensó cuando salió del coma. «Toparme con la realidad fue lo más difícil», dice mirándose los muñones de las piernas. «Después te vas empezando a ilusionar con pequeñas cosas. Dibujar ha sido un gran hallazgo».

«Cuando me pongan la prótesis –mioeléctrica– voy a poder hacer muchas más cosas por mí misma sin tener que pedir ayuda». Ése es el objetivo de Consolación, lograr cada día ser más autónoma. Y aunque habrá cosas que no podrá hacer ella sola, lo cierto es que dado cómo mejora, es un caso excepcional por lo que nos dicen los médicos, seguro que más pronto que tarde vuelve a salir a la calle con sus amigas.

Consolación ha tenido que volver a aprender a coger los cubiertos, manejar el ordenador, trasladar su cuerpo sobre una superficie plana, aprender a voltearse en la cama, etc. «He hablado por teléfono y he escrito emails, aunque con ayuda, porque no me apaño con esta prótesis». Ésa que le van a cambiar por la mioeléctrica para el brazo derecho.

Aunque destreza tiene. «Me gusta mucho leer. Y eso lo hago bien, aunque se me peguen las hojas al pasar de página. Acabo de terminar la “Biografía de Madame Curie”. Pensé que con lo perfeccionista que era esta mujer iba a ser un poco rollo, pero qué va. Me hubiera encantado conocerla», dice Consolación. Y qué mejor libro para esta química: «Era profesora en la Escuela de Ingenieros Industriales. Impartía clase de Química y de Química orgánica. Me gustaba mucho mi profesión por no decir que me gusta porque no ha lugar por mi edad».

Le pedimos si se puede quitar la prótesis para ver cómo se maneja con el pincel, y rápidamente dice «¡claro!». Coge un dibujo a medio hacer de dos pajaritos que le gustan a su hermana. Tiene buen pulso. «Estoy muy contenta aquí», dice notoriamente emocionada mirando a su terapeuta Marta Soriano y a la doctora Carvajal. Consolación trabaja el equilibrio, estar erguida, «que se note que me puedo poner de pie», dice estirando el tronco cuando el fotógrafo le apunta con el objetivo.

Cuando se la pregunta qué es lo primero que quiere hacer cuando tenga su nueva prótesis que ya está pedida en fábrica, nos dice que arreglarse ella sola. «Aunque Zoila, la persona que me cuida, me arregla cada día, me quiero peinar y pintar a mi gusto. No poder llegar a la cabeza –dice elevando el muñón derecho a la frente– es muy triste. Quiero tocarme el pelo con los dedos de la prótesis». También le están haciendo las de las extremidades inferiores. «¡Qué alta eres. Quiero pedir unos centímetros más para las piernas, porque antes incluso cuando me levantaba, la gente pensaba que estaba sentada», dice bromeando.

Y hay una cosa que tiene clara, pese a los ruegos de su hermana: «Me voy a quedar en Madrid. Es donde están mis amigas. No voy a irme a Santiago con ella salvo los veranos porque hace mucho calor en Madrid. Tengo amigas que viven fuera, unas en Córdoba otras en Barcelona y les va a costar más venir a verme a Galicia y no son millonarias como para ir en avión». «Y nosotras tampoco», le replica su hermana pequeña. «Y ahora, cuando paguemos las prótesis, menos», afirma sonriente Consolación.

La conversación continúa y tras pedirle si la podemos dar dos besos, dejamos a las hermanas pintando para hablar con la doctora Carvajal. No sin antes pensar que esta mujer es impresionante. Su entereza, su gratitud a todo el equipo médico. Todo un ejemplo de superación personal. Antes de cerrar la puerta se escucha a Consolación diciendo: «Me quedo con mi hermana para que haga algo esta mañana». Ella ya ha hecho rehabilitación.

«Pese a la situación tan difícil que tiene, es una paciente fácil. Se deja ayudar y cuando la dices que tiene que hacer algo lo hace. Apenas se queja. Tiene una úlcera, ha sufrido episodios de alergias a las prótesis y no protesta», explica Carvajal. De hecho, para la entrevista no podía ponerse las prótesis de las piernas por este mismo motivo. «Ahora está estable. Pudo haber recibido el alta hace dos meses, pero Asisa ha dado autorización para que su rehabilitación se haga aquí durante más tiempo dada la excepcionalidad de este caso. Además, al ser mayor, está mejor aquí». «Esta contenta, pero nunca me ha pedido quedarse, siempre me dice que lo que yo diga».

Su caso supuso un reto para el personal de Rehabilitación del Hospital Beata María Ana, en colaboración con Asisa. «Hemos hecho tres sillas de ruedas para ella. La primera, debido al estado de sedestación que presentaba, tenía que ser una silla que evitara caídas. Cuando nos dimos cuenta de que había perdido audición, le pusimos una prótesis auditiva, lo que ha marcado un antes y un después. Al ver que ella mentalmente estaba bien se le puso otra silla de ruedas y ahora, que se maneja bastante bien con las prótesis, ya lleva una eléctrica». Todo un logro conseguido gracias al proceso de protetización de los muñones de los miembros superiores. También le han adaptado unos «liners» con herramientas fabricadas específicamente para ella, para que pueda pintar, comer o usar el ordenador, entre otras actividades.

«Tiene que estar siempre con ellos, salvo para dormir, para evitar que los muñones se expandan y no quepan en las prótesis. En nada le llegará la mioeléctrica para su brazo derecho. Está ya pedido en fábrica. Esta paciente rompe moldes: El primer día que aprendió a manejar la silla de ruedas con la prótesis lo hizo muy bien, y mira que es difícil, porque con la prótesis no tienes contacto, es como si tuvieras que mover esta palanca con un palo. Y cuando probó la mioeléctrica, a la segunda prueba ya se manejaba, cuando lo normal es que los pacientes tarden 20 o 30 sesiones», dice la médico con orgullo.

¿Y algún día podrá volver a caminar? «En una paciente de su edad y sin brazos es difícil, pero ya de Consolación me espero cualquier cosa. La primera vez que la pusimos de pie con las prótesis temporales totalmente verticalizada aguantó. Y no dijo que le dolía, y duele incluso en pacientes que les falta una sola pierna por el peso. Ella dijo que sentía molestias. Así que no me atrevo a decir que no va a volver a caminar, pero lo importante de las prótesis de las piernas es que al cuidador le ayude a pasar de la cama a la silla y viceversa».

«Se va a ir de aquí con hospitalización domiciliaria a cargo de Asisa para que el médico, la enfermera y el fisioterapeuta vayan a su casa para ayudarla los primeros días dada su excepcionalidad», concluye la doctora Carvajal. La entrevista termina y sigo sin comprender de dónde saca este torbellino de mujer toda esa fortaleza. Resulta admirable.