Sanfermines

Yo, mujer en San Fermín: La Manada ya no acecha

Arrancan las fiestas con el lanzamiento de su tradicional chupinazo y marcadas por un mayor despliegue de seguridad. Carteles con el lema «Pamplona no tolera las agresiones sexistas» ya advierten de que nadie admitirá cualquier otro escándalo.

Los ciudadanos se concentraron, sin camisetas negras, ante el Ayuntamiento de Pamplona, que optó por no exhibir la bandera vasca durante el chupinazo que lanzó el grupo musical Motxila 21
Los ciudadanos se concentraron, sin camisetas negras, ante el Ayuntamiento de Pamplona, que optó por no exhibir la bandera vasca durante el chupinazo que lanzó el grupo musical Motxila 21larazon

Arrancan las fiestas con el lanzamiento de su tradicional chupinazo y marcadas por un mayor despliegue de seguridad. Carteles con el lema «Pamplona no tolera las agresiones sexistas» ya advierten de que nadie admitirá cualquier otro escándalo.

El final el chupinazo no se tiñó de violeta; como siempre, fue blanco y rojo. Pamplona es más que La Manada y lo demostró ayer en la primera jornada de las fiestas de San Fermín. La ciudad puede presumir bien alto de que las mujeres nos sentimos seguras en sus calles y de que podemos vivir la fiesta igual -o mejor- que los hombres. Porque sin nosotras no hay nada que celebrar, y lo que es más importante, nosotras decidimos cómo vivirla.

La capital navarra ha aprendido de sus errores y por eso deja claro desde sus entradas que los que no nos respetan no son bienvenidos. Por eso mismo nos sentimos respetadas, porque la sociedad es consciente de que hay cosas que cambiar. Y también porque hay hombres que visten camisetas con lemas que rezan: «Si no vas a respetar, no vengas», un hito impensable hace unos años.

Las pamplonicas no olvidan a la joven madrileña que hace dos años vio cómo su vida se complicaba de un momento a otro en un portal, una noche que salió a disfrutar del buen ambiente. Porque seguro que entonces había el mismo que nosotros comprobamos ayer. Nadie duda de su versión, pero tampoco quieren que un hecho aislado empañe la imagen de una de las fiestas con más solera de España. Porque el espíritu de San Fermín, el del buen rollo, la fiesta y la diversión, sigue vivo en las calles de Pamplona. Desde Estafeta hasta la plaza del Castillo, pasando por la plaza de toros. Los que estuvimos presentes ayer bailamos y disfrutamos con independencia de nuestro sexo, cada uno a su manera.

Como si se tratase de un día cualquiera, Pamplona amaneció tranquila. En un primer vistazo, nada hacía presagiar a los que veníamos de fuera que era uno de los días señalados en el calendario cuando cruzamos sus muros. La primera pista la daba la vestimenta de los que se dirigían en masa hacia el centro: todos con inmaculadas camisas o camisetas blancas y pañuelos rojos. ¿Qué mensaje transmitían? Que todos eran una piña, que estaban todos unidos por los colores de su tierra. Ellos están por encima de reivindicaciones políticas, luchas sociales o intereses individuales. Carteles con el lema «Pamplona no tolera las agresiones sexistas», con el sello del Ayuntamiento, advertían a los primerizos de que nadie admitirá otro escándalo.

Finalmente, y aunque la duda se mantuvo hasta el último momento, la movilización que reclamaban varios colectivos feministas a nivel nacional no existió. Días antes, algunos grupos de fuera de Navarra llamaron a las mujeres a no acudir al chupinazo o, de hacerlo, ir con camisetas negras en señal de repulsa a las agresiones sexuales y al tratamiento que se está haciendo de ellas en los tribunales.

En Pamplona ayer nadie dudaba de la legitimidad de la lucha, pero todos creían que no era el momento de empañar la imagen de la ciudad. La capital navarra está harta de que su nombre vaya asociado exclusivamente al caso de La Manada o al de Nagore Laffage, y su gente quiere distanciarse de esa sombra que también está presente en otros grandes eventos a nivel nacional, a pesar de que los Sanfermines se han convertido en el foco de todas las miradas.

Tampoco apareció ninguna pancarta en letras grandes en el momento que, sin duda, acapara más miradas: el chupinazo. La plaza del Ayuntamiento estaba bastante llena incluso dos horas antes de que sonara el petardazo, que supone el inicio oficial de los festejos. A las 10 de la mañana, cuando algunos seguíamos pensando en el café con leche y las tostadas, las empedradas calles del centro ya eran un río de sangría. Unos minutos antes del mediodía ya era imposible acceder a las callejuelas aledañas que dan a la casa consistorial. Las mujeres se auparon a hombros para ver mejor y regar al resto de tinto. Pero no se dieron las imágenes de otros años de manoseo y extranjeras sin sujetador. Todos compartieron la euforia cuando el sonido del petardo dio rienda suelta a las celebraciones.

Aunque los locales intentan distanciarse de esa imagen de desenfreno que, aseguran, está reservada a los extranjeros que vienen a Pamplona atraídos por la fiesta y el alcohol, los guiris coparon muchos «flashes» a primera hora de la mañana.

«Es fácil distinguirnos. Los de fuera son los que tienen las camisetas rosas y arrollan vino, nosotros los que aún conservamos, unos más y otros menos, el color blanco», puntualizó una joven que lleva acudiendo fiel a la cita con el patrón desde que tiene uso de razón. Ella es una de las que presume llevar a San Fermín en la sangre y, por eso, asegura que se ve capaz de aguantar en pie este maratón de fiesta. «Es que somos del norte, aquí las cosas son así»,dijo otra. Y tanto que sí.

En Navarra todos son conscientes de que la imagen que proyectan en muchos lugares del mundo es la de los extranjeros borrachos tirándose al vacío desde las fuentes, a pesar de que es una práctica que lleva años prohibida. Y, por eso mismo, nos reclamaban ayer a los periodistas que por una vez dejemos de lado las instantáneas de los excesos puntuales y el morbo que despierta el caso de La Manada para que los que no tienen la suerte de vivir en primera persona los Sanfermines sepan el ambiente que se respira en Pamplona. «¿De verdad os esperabais esto cuando lo veíais desde la televisión?», preguntaron algunos locales. Ninguno de los que estuvimos allí nos atrevimos a negar que tenían razón al pensar que los medios de comunicación no hacen justicia al ambiente que se respira en la ciudad. «Vosotros sois nuestro espejo al mundo».

«Hubo manifestaciones estos días, pero ahora no toca. La Manada no va a ser protagonista de otros Sanfermines», señaló una vecina. Y no le falta razón, porque sus palabras resumen el sentir general que se dejó notar en el primer día grande de las fiestas que honran a su patrón.

Es cierto que se dejaron ver algunos pañuelos violetas con lemas que ya nos suenan conocidos («Somos nietas de las brujas que no pudisteis quemas» o «La lucha será feminista o no será»), pero se quedaron en la anécdota. En Pamplona ayer reinó el blanco y el rojo, y el color símbolo de la lucha feminista se quedó en un discreto tercer lugar. Más abajo aún se colocó el negro, que casi no apareció. Y nadie espera que aparezca, al menos hasta que toque entonar el «Pobre de mí».