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Chile, violencia más allá de la revolución

La Re-Sentida regresa a Madrid con uno de los montajes más esperados del Festival de Otoño, «Paisajes para no colorear», donde la compañía de Marco Layera expone las brutales agresiones que sufren las adolescentes en Suramérica

«Paisajes para no colorear»
«Paisajes para no colorear»larazonNicolás Calderón

Marco Layera no encuentra motivos por los que las niñas chilenas rellenen sus cuadernos infantiles. «Viendo lo que ocurre en toda Latinoamérica no veo por qué poner color a esos paisajes». De dicha reflexión nace el nombre de la pieza que el creador trae al Festival de Otoño madrileño (Teatro de la Abadía) con La Re-Sentida: «Paisajes para no colorear». Y el motivo de ello son los «atroces crímenes» que ocurrieron por todo el continente entre 2015 y 2016, cuenta el director: «Infinitos casos de muertes de chicas adolescentes, muchos de ellos de una forma brutal. Algo que se repetía por toda Suramérica con una inquietante normalidad».

Fue entonces cuando Layera y Carolina de la Maza, su ayudante de dirección, comenzaron un trabajo de campo que les llevó a diferentes sectores de Santiago de Chile en los que el sexo femenino era el involuntario protagonista de la violencia. Los testimonios de más de un centenar de jóvenes se convirtieron, de esta forma, en el centro de una trama que muestra esas penurias vividas en el día a día.

Nueve de aquellas adolescentes son la que ahora componen el elenco de «Paisajes para no colorear», un montaje con el que la compañía «no busca el aplauso, sino una reflexión que salga de las paredes de la sala», explica de una pieza que lleva más de un mes recorriendo Europa para contar sus desdichas. Berlín, Barcelona, Cádiz... ya han sido testigos de un grito de dolor que aborda «lo que ocurre en Chile, la vulneración constante de los derechos humanos: abusos, violaciones, torturas...», cuenta el director junto a un elenco que «lleva la lucha del pueblo con voz de adolescente». Un montaje que «hay que ver tantas veces como sea necesario hasta que se entienda».

Niñas de entre 14 y 17 años que marcharon de gira justo antes de la explosión de las revueltas en su país y que siguen con toda la atención del mundo: «Hacemos todo lo que podemos lejos de Chile, pero nuestras fuerzas y mentes están allí». Ellas son la «contracultura» y la esperanza para un Layera que recuerda que ya fueron los jóvenes los que despertaron al pueblo en 2006 con la Revolución Pingüina en la que reclamaban el derecho a la educación, pero también en 2011 y ahora tomando el metro. Un conflicto al que no le ven solución a corto plazo, «es complejo», cierra Layera.

El director, que ya triunfó el año pasado en este mismo festival con «Tratando de hacer una obra que cambie el mundo», tiembla con la situación actual de Chile. En especial, con la salida de los militares a la calle: «Cuando el orden público prima sobre la vida de las personas es doloroso. Pensábamos que habíamos avanzado y parece que no», explica con el dolor del que cree superada una época negra y encuentra motivos para creer que no es así. «Si no hay verdad no hay justicia, y sin justicia no hay paz», puntualiza.

Con menos calma que el líder de La Re-Sentida hablan las chicas, mucho más combativas: «Somos conscientes de lo que pasó en la dictadura. Por eso nos da rabia que en clase nos quieren quitar la historia y, entonces, hay riesgo de que se repita», explican de lo que entienden como «una democracia decadente en la que las fuerzas de seguridad hacen lo que quieren, juegan con el miedo de la gente y en la que la paz es una vil broma». Y avisan: «Chile despertó y no va a parar».