Teatro
«Hijos de Grecia»: 12 horas de fiesta
La Abadía recibe «Hijos de Grecia», un montaje de Carlos Tuñón con aroma a una larga cita dionisiaca
Es escuchar que se presenta un montaje de 12 horas ambientado en las tragedias griegas e, inevitablemente, la mente se retrotrae al «Monte Olimpo» que Fabre ha paseado en los últimos años por Sevilla y Madrid. Pero no. Los chicos de [los números imaginarios] se empeñan en repetir que sus «Hijos de Grecia» no son eso. «Son procesos muy distintos, aunque es verdad que ese montaje nos sirvió para tomar perspectiva de cómo levantar un proceso tan grande alrededor de los clásicos», reconoce Gon Ramos, responsable de tejer la dramaturgia de la pieza. Si el belga, a base de extenuación y repetición, tardó 24 horas en contar una treintena de fábulas hasta lograr el sacrificio final, la joven troupe (la media del grupo es de 30 años) liderada por Carlos Tuñón trata de distanciarse de aquello: «Ponemos en cuestión el discurso de las tragedias, pero sin renunciar a lo físico y lo plástico», cuenta el director.
Herederos de los dioses
Por el escenario de La Abadía (con motivo del Festival de Otoño) no pasarán los héroes griegos y sus epopeyas, sino las voces de sus hijos (Ifigenia, Orestes, Antígona...). Herederos directos de la tragedia que hablarán de sus padres desde el hoy: qué significan en la actualidad «sacrificio», «identidad» y «verdad», qué pasado recibimos y qué legado vamos a dejar o quiénes son los héroes en el siglo XXI. Preguntas que el elenco se irá haciendo en sus propias carnes porque, cuenta Ramos, «durante el proceso de creación, cada miembro de la compañía escribía piezas sobre los conceptos que trabajábamos a la vez que leíamos los originales de Eurípides, Homero o Sófocles. De esa forma, estábamos empapados de ellos y podíamos hablar del presente». Continúa el director: «Trazamos un paralelismo entre nuestras cicatrices y las de los hijos de los mitos. Encontramos así una manera de estar en la prosa y pasar a lo poético».
«Hijos de Grecia» no es la actualización contemporánea de un cuerpo de tragedias, sino, presenta Tuñón, «cómo una compañía de creación ha atravesado esos mitos con su biografía y sus preguntas. Abrimos las puertas del teatro para pasar un día entero con el espectador, esperando que nuestras preguntas sean las suyas». Así, la pieza se alarga durante doce horas (de 11:00 a 23:00), dividida en tres tramos, con la idea de recuperar las antiguas celebraciones dionisiacas y barrocas en las que acudir al teatro era un acontecimiento que ocupaba todo el día. En este caso, en el Teatro de la Abadía, un centro que [los números imaginarios] entiende ya como su «casa», reconoce Tuñón, después de que el centro dirigido por Carlos Aladro los haya acogido como compañía residente y programado otros dos montajes («Lear (desaparecer)» y «Hamlet entre y todos») hasta final de temporada.
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