Teatro
María Hervás: «Creer a la víctima de la Manada es una cuestión de fe»
La actriz regresa a Madrid con la «Jauría» dirigida por Miguel del Arco y suma así un año dentro de un papel «agotador» que la ha transformado y liberado de buena parte de la herencia machista del pasado
María Hervás cree. Cree en su trabajo. Es una devota del teatro. Allí, encima del escenario existe. Esa chica liviana que te cruzas por el barrio, de repente, coge una presencia brutal. Se hace gigante. Desde las tablas mira a los ojos del público, su público, y confirma que sí, que son tan reales como ella. Por eso Hervás es una convencida militante de esto del teatro. Solo desde esa posición cree en la honestidad de la vida. Todo lo que ocurre fuera de esas cuatro paredes la desconcierta, «cada día lo entiendo menos». Por eso se refugia en los textos: para entender la vida. Solo así, desde dentro, ha logrado comprender las aristas del caso de la Manada, el mismo que interpreta desde hace un año en «Jauría» (dirigida por Miguel del Arco) y con el que, tras girar por la Península, regresa al escenario principal del Pavón Kamikaze. María Hervás se ha reinventado, se ha quitado la caspa y los prejuicios del micromachismo, y, ahora sí, es una mujer nueva que en el catártico 2019 pasó por Mérida, triunfó en los Premios Max con «Ifi» y en el que creyó en C.
–No ha estado mal 2019, ¿puede ser su mejor año?
–No tengo mucha conciencia de ello. Siendo justa, probablemente sí, pero no cojo la distancia suficiente para poder mirar el panorama con objetividad.
–¿En qué le ha cambiado «Jauría»?
–Me ha transformado como persona y ciudadana. Es una obra que te pasa por encima y te deja como una persona nueva. Ha sido muy sufrida, pero me ha ayudado a entender un poco mejor el mundo y a tener una mirada menos tamizada por el filtro del patriarcado.
–¿Y en qué ha mejorado esa sociedad patriarcal?
–Quiero pensar que vamos hacia delante, si no sería para deprimirse. Como escuché el otro día, veo que este año no somos más feministas, sino menos machistas, que es la realidad que define a nuestra generación. Pero esto es un trabajo continuo. Abanderar el movimiento feminista no significa que no tengamos que mirar nuestros propios comportamientos.
–No es fácil sacudirse los micromachismos.
–Yo como mujer he cometido unos cuantos durante años y sigo cometiendo errores, incluso hacia mí misma. Es un trabajo que con mucho tiempo, cariño y entendimiento entre hombres y mujeres conseguiremos.
–Usted misma ha reconocido haber tenido prejuicios con C. (como aparece recogida la víctima de la Manada en la sentencia).
–Son inevitables si has sido educada como una mujer «de bien», entrecomillado. Según esas pautas eres libre por ser una mujer occidental, pero si tu amigo se va al coche a descansar, lo suyo es que te vayas con él; y si son las 3 de la mañana y vas muy borracha, lo inapropiado es que hables con desconocidos; y si encima sigues de fiesta y bebiendo... En mí, aun teniendo presente que la víctima era ella, cabía un poco de la regañina paternalista de «hija cómo no lo viste venir». Y eso es una construcción del patriarcado en la que se llega a justificar una cosa tan grave como una violación porque, tal vez, ella «no debiera». Es una barbaridad, y sí que lo creía antes de empezar la obra. Luego te das cuenta de la tara con la que venimos todos. La prudencia a las mujeres nos viene de serie porque vivimos en la cultura de la violación, y al final sabemos que nuestro comportamiento tiene que evitarlo. Pero no podemos juzgar a una persona por ejercer su libertad.
–¿Por qué el lema de «Yo sí te creo», cuando a veces no nos creemos ni a los que más conocemos?
–Es un lema que, por un lado, ha estado equivocado por ser una oposición a la Justicia, que, a excepción del voto particular, pienso que siempre ha estado del lado de la víctima. Desde la opinión pública se ha hecho una especie de guerra que no me parece justa. Considero que la Justicia lo ha hecho muy bien. ¿Y por qué creerla? Yo, que soy una persona que pone en duda hasta mis apellidos para permitirme tener una mirada objetiva, creo que es una cuestión de fe en el mundo que queremos conseguir. Hay veces que ciertos casos se convierten en símbolos y aquí tu posicionamiento es determinante a la hora de querer construir un mundo mejor. Primero, creer sería una actitud filosófica ante la vida y, en segundo lugar, la casuística demuestra que, generalmente, ha sido así a lo largo de los siglos. No es difícil creerte que han abusado de una mujer en una sociedad como la nuestra. Está bien ponerlo en duda y mantener la presunción de inocencia, pero no es tan descabellado confiar en esta chica.
–¿Sabe si ha ido la víctima a ver la obra?
–Su familia sí, , no. Miguel (del Arco) informa cada cierto tiempo a la mamá de ella de cómo va la gira y de las sensaciones que encontramos en el público. Ella nos apoya absolutamente en lo que estamos haciendo y su hija también. En ese sentido dormimos muy tranquilos.
–¿Se puede disfrutar interpretando un personaje así?
–El proceso de ensayos fue terrible, no podía mover el cuello por las contracturas, me iba revuelta en todos los ensayos... Fue un proceso de mucho dolor físico. Pero luego hay algo catártico en contar historias que nos atraviesan como sociedad. Pongo mi cuerpo a disposición de ese sufrimiento que tengo que vivir cada día, pero se encuentra el placer y no tiene que ver con una cuestión masoquista.
–Es un papel que ha ido más allá: la gente la escribe en las redes sociales para contarle casos similares. Ahí tiene otro tipo de responsabilidad...
–No puedes dejar de contestar y los intentas acompañar, pero no estoy preparada, no me dedico a la psicología. Hay veces que pongo un mensaje que considero empático, pero poco más porque siento que no me puedo hacerme cargo de tanto peso.
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