
Inteligencia Artificial
Esta es la profesión del futuro y casi nadie la domina: "Está obligando a las empresas a pagar más"
La inteligencia artificial necesita de profesionales con unas capacidades y conocimientos tan concretos como escasos y que exigen a las empresas desembolsos económicos mareantes

Hace no muchos años, cuando se hablaba de fichajes millonarios, todo el mundo pensaba en el mundo del fútbol. La entrada de capital procedente de países como Arabia Saudí o Qatar hizo que el mercado de contratación de futbolistas alcanzara cifras de record.
Ahora es el mercado tecnológico el que mueve cantidades difíciles de imaginar tiempo atrás para lograr hacerse con los más reputados científicos investigadores, quienes son objeto de propuestas inimaginables. A unas condiciones salariales muy elevadas con respecto a hace unos años ven cómo se añaden incentivos en forma de acciones de las empresas que pueden oscilar entre los 2 y los 4 millones de dólares, con las que buscan reclutar un talento tan escaso como valioso.
Al hablar de dinero podemos poner el ejemplo de la oferta lanzada por Elon Musk para hacerse con OpenAI, empresa matriz detrás de ChatGPT, cuya cifra alcanzó los 97.400 millones de dólares, pero en ese caso se trataba de toda una compañía y la comparación no sería tan precisa.
Los científicos investigadores copan las miradas de los reclutadores
Sin embargo, en Silicon Valley hay ejemplos con los que ver la importancia que adquiere para las compañías inmersas en la carrera de la IA el hecho de contratar a esas figuras investigadoras llamadas a liderar el sector. De ello se ha hecho eco la publicación ‘Fortune’, quien desgrana parte de esos trasvases de científicos investigadores a cambio de cifras relevantes para el sector en forma de acciones empresariales y otros incentivos.
Uno de los actores principales en este marco es por supuesto Google, quien tuvo que hacer un desembolso de 2.000 millones de dólares para hacerse con los servicios de Noam Shazeer y parte de su equipo en 2024 en una operación de adquisición-contratación de la estructura de la empresa de inteligencia artificial Character AI, que Shazeer había fundado en 2021 tras su salida precisamente de Google.
No todas las operaciones tienen en un primer momento sumas tan elevadas de por medio. Hay veces que el mero hecho de tener discrepancias con la línea de trabajo que adquiere una compañía puede provocar la salida de talento como el de Mina Murati, quien dejó OpenAI para fundar su propia startup el año pasado, Thinking Machines.
Murati se fue sola en primera instancia, pero tras ello logró convencer a un grupo de 19 empleados de la compañía de Sam Altman para que la acompañaran en su nueva andadura, entre ellos el cofundador de OpenAI John Schulman. Ninguno de los dos verá desde dentro los siguientes pasos de su antigua empresa.
Mayor salario y acciones para convencer al talento emergente
En ese tipo de movimientos de captación de figuras con una capacidad superior de investigación en los modelos de lenguaje más avanzados hace que, según figuras como la de Tim Tully, de la firma de capital riesgo Menlo Ventures, desde las empresas se ofrezcan subvenciones de acciones para estos científicos que se mueven entre los 2 y los 4 millones de dólares, algo que el sector ni preveía: "Eso era inimaginable cuando contrataba investigadores científicos hace cuatro años", destacó Tully.
También la parte salarial ha visto ese despegue, tal como apunta Garett Gentry, reclutador de talento de inteligencia artificial que ha colaborado con diferentes entidades como Palantir, Meta o Amazon: “Hemos visto muchas ofertas de startups en AGI y robótica, donde antes el salario base era de 250.000 dólares, pero ahora es más competitivo. Veo ofertas de 350.000 dólares para un puesto base o superior, lo que equivaldría aproximadamente a un doctorado más cinco años”, destacó Gentry.
Los movimientos producidos de la mano de Meta, OpenAI, Anthropic o Apple hacen que la parte económica haya tenido que crecer para captar ese talento tan limitado como importante en el sector. Los científicos investigadores son vistos como las estrellas de unos proyectos cuyos resultados aspiran a disparar el valor de las compañías y hacer de ese modo rentable la inversión en esas figuras que mueven el mercado laboral tecnológico como si del futbolístico se tratase.
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