
Neurociencia
El fin de la vida biológica está cerca: crean una neurona que rompe las barreras entre la tecnología y la biología
Científicos en Estados Unidos han creado una neurona artificial con proteínas de bacteria capaz de «dialogar» con células humanas vivas, un avance que podría revolucionar las terapias cerebrales y las interfaces hombre-máquina

Un dispositivo artificial ha logrado por primera vez comunicarse con células humanas vivas en tiempo real y esta vez muy a su pesar no ha sido Elon Musk el primero en lograrlo a través de su proyecto Neuralink.
En un experimento que desdibuja las fronteras entre la biología y la electrónica, un equipo de científicos en Estados Unidos consiguió conectar su creación a cardiomiocitos —células del músculo cardíaco— y establecer una comunicación bidireccional y fluida, interpretando con éxito las señales que estas emitían de forma natural.
Este hito ha sido posible gracias al desarrollo de una neurona artificial que imita a las neuronas biológicas con una fidelidad sin precedentes. El dispositivo, obra de investigadores de la Universidad de Massachusetts Amherst, no solo reproduce el tamaño y la respuesta eléctrica de una célula nerviosa real, sino que lo hace con una eficiencia energética extraordinaria, abriendo un nuevo horizonte en el campo de la bioelectrónica.
Un consumo irrisorio para imitar el aprendizaje
La clave de esta compatibilidad reside en su propia composición, ya que se ha construido a partir de materiales completamente biológicos. Para ello, los científicos han empleado un componente electrónico conocido como memristor, fabricado con nanocables de proteína extraídos de la bacteria Geobacter sulfurreducens. Según informa el medio New Atlas, este enfoque orgánico es lo que permite al sistema interactuar con tejido vivo de una forma tan integrada.
De hecho, la eficiencia del prototipo es uno de sus puntos más fuertes. El dispositivo funciona con voltajes de apenas 60 milivoltios y corrientes mínimas, lo que supone un consumo de energía mínimo comparable al de las neuronas de nuestro propio cerebro. Esta característica es crucial, pues consume cien veces menos energía que los modelos anteriores de neuronas artificiales, un factor determinante para su posible integración en sistemas biológicos complejos.
Por si fuera poco, el aparato va más allá de la simple imitación eléctrica. Incorpora sensores químicos que le permiten detectar iones y neurotransmisores tan relevantes como la dopamina. Esta capacidad para reaccionar a su entorno le faculta para emular el proceso de aprendizaje y la neuromodulación, una función cerebral extremadamente compleja que hasta ahora resultaba casi imposible de replicar de manera artificial.
No obstante, los responsables del proyecto subrayan que, a pesar de los prometedores resultados, se trata de un prototipo en fase inicial. Las posibles aplicaciones futuras de esta tecnología son notables y abarcan desde la reparación de circuitos cerebrales dañados hasta el perfeccionamiento de las interfaces cerebro-máquina, pero por ahora su funcionamiento se ha validado únicamente en condiciones de laboratorio y no está preparado para su implantación en organismos.
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