
Adicciones
El uso diario del teléfono está afectando la memoria y transformando el cerebro humano
Los desbloqueos constantes del teléfono reconfiguran el cerebro y generan patrones similares a las adicciones químicas

Encender la pantalla del teléfono es algo ya implementado en nuestro día a día y que hasta el momento parecía inofensivo.
Un vistazo rápido, una notificación, un mensaje. Pero la repetición constante de ese gesto está reconfigurando nuestro cerebro.
Y es que superar los 110 desbloqueos diarios convierte a un usuario en un caso de “alto riesgo” de adicción digital. Y aunque suene a una cifra astronómica, se supera constantemente al día por millones de personas.
Y aunque muchos aseguran que lo consultan apenas diez veces al día, en realidad las aplicaciones revelan cifras que superan las 300 interacciones diarias. La diferencia entre lo que creemos y lo que hacemos es abismal.
La adicción digital invisible
La neurociencia explica por qué esto ocurre, y es que cada notificación activa las mismas vías de recompensa que el alcohol o las drogas.
La psiquiatra Anna Lembke lo resume con claridad: cada interacción libera pequeñas dosis de dopamina, reforzando el circuito del hábito y generando una compulsión automática. Cuando el acceso se corta, aparecen síntomas de abstinencia, al igual que cualquier droga que conocemos.
Unos estudios de resonancia magnética muestran que, tras solo 72 horas sin teléfono, las regiones cerebrales vinculadas al deseo y la recompensa se alteran de forma similar a otras adicciones.
Pero las consecuencias de usar el teléfono no se quedan solo en daños al cerebro, sino que también afectan a nuestro día a día y es que la multitarea impulsada por el móvil reduce la productividad hasta en un 80%.
Cada vez que alguien interrumpe su labor para atender la pantalla, la mente necesita varios minutos para recuperar el foco.
Gloria Mark, investigadora en informática, observó que pueden pasar hasta 25 minutos antes de restablecer el nivel previo de concentración.
Es decir, el cerebro queda atrapado en un estado de cambio permanente, incapaz de consolidar recuerdos o sostener la atención de manera eficiente.
Los síntomas de abstinencia, documentados por la Universidad de Heidelberg, confirman que la compulsión tecnológica no es solo un hábito, sino una dependencia con patrones similares a los de las adicciones químicas.
Los expertos insisten en que recuperar la memoria y la concentración no pasa únicamente por usar menos el teléfono, sino por desactivar los automatismos de distracción que educan al cerebro para la dispersión constante.
Apagar notificaciones, eliminar aplicaciones innecesarias o incluso dejar el dispositivo en casa por periodos definidos son estrategias sencillas que pueden reorganizar la rutina y devolver el control personal.
Porque al final, el problema no es el teléfono en sí, sino la forma en que lo hemos convertido en un estímulo constante.
Y superar los 110 desbloqueos diarios es la señal de que quizá ya no somos nosotros quienes decidimos cuándo mirar la pantalla, sino que es la pantalla la que decide por nosotros.
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