Tecnología
¿Darías permiso a tu jefe para que leyera tus pensamientos a cambio de más dinero?
Dentro de unos años, cuando los interfaces cerebro-maquina puedan monitorear tu actividad cerebral, tu empresa podrá proponértelo: ¿aceptarías? Estos son sus peligros
El supuesto es sencillo. Dentro de unos años, cuando los interfaces cerebro-máquina puedan monitorear tu actividad cerebral, tu jefe podrá proponerte lo siguiente: colocar uno en tu cabeza a tiempo completo para conocer tus emociones y tu estado frente al trabajo que estás desarrollando. Lo más probable es que rechaces la oferta. ¿Quién va a querer estar así de controlado? A cambio, te ofrece una suculenta subida salarial. Entonces, tu opinión cambia. “Quizá, no sea tan extraño como parece”, pensarás. “Tal vez, sólo sea una forma de controlar mi rendimiento”. O no.
Gracias a estos avances, se podría vigilar tanto tu productividad como tus necesidades. Tus carencias y tu potencial. En resumen, todo aquello que puede influir en tus objetivos laborales. Pero, ¿es esto posible? La ciencia dice que sí. De hecho, tan sólo hay que echar un vistazo a la oferta tecnológica actual para darse cuenta de que el planteamiento no resulta tan descabellado. Por ejemplo, la herramienta Neuralink, desarrollada por Elon Musk, busca leer nuestra mente y convertirse en un intermediario para que nos comuniquemos directamente con máquinas, sean robots, ordenadores, móviles... Pues eso. Tan sólo hace falta tiempo.
Esta situación relativamente nueva plantea cuestiones que Amanda Pustilnik, profesora de Derecho y Neurociencia en la Universidad de Maryland, ha intentado responder en el informe Neurociencia, más allá del cerebro de la Fundación Bankinter. “Hasta ahora, hemos tenido privacidad. Hemos podido determinar lo que queremos compartir y lo que no porque nuestros cerebros están envueltos en este maravilloso dispositivo protector que es el cráneo”, explica Pustilnik que trabaja en el Center for Law, Brain and Behavior en el Mass General Hospital. Sin embargo, “uno de los problemas que se dibujan ahora entre la legislación y los dispositivos cerebrales son las interfaces cerebro-computadoras”. Sí, como las que tu jefe te podría ofrecer en el futuro.
De producirse, se plantean dudas sobre cómo permitir el acceso de terceros a la información que generamos y si podemos impedirlo de alguna forma. O dicho de otro forma, ¿cómo podremos determinar qué información quiero que mi jefe sepa y cuál no? ¿El acceso sería total? ¿Qué puede hacer con ella? Pues su uso también puede ser negativo y, por tanto, tener consecuencias que afecten a la vida del trabajador. Por ejemplo, si esos pensamientos se venden a un broker o si se utilizan para valorar un ascenso.
Yo también me quiero lucrar con mis datos
Tal y como recoge Pustilnik, en este supuesto no se pueden aplicar las mismas reglas usadas hoy para aceptar que una empresa utilice tus datos tras descargar una app. Aquí, las implicaciones van mucho más allá: se trata de datos cerebrales. “Ahora mismo no disponeos de modelos jurídicos buenos para abordar este asunto”, zanja. Algo que también comparte, en el mismo informe, Raúl Rubio, director del programa de protección de datos de IE Law School: “La preocupación del legislador por que no se usen de forma abusiva nuestros datos podría dar paso a que seamos nosotros mismos, y no solo las empresas, los que nos lucremos con nuestra privacidad, o más bien, con la falta de ella”.
La gran cantidad de información que emitimos a diario a través de nuestro ordenadores o teléfonos ya traen de por sí importantes retos sobre privacidad y seguridad. Si a eso le añadimos los datos mentales, el problema se agrava aún más. “La gente debería tener el control sobre sus datos y saber lo que se hace con ellos y ahora es el momento de hacerlo posible”, añade Alex Pentland, director del MIT Connection Science and Human Dynamics Lab. “Para ello, tenemos que expresar nuestros derechos como usuarios para evitar que se haga un mal uso de la información que se maneja sobre nosotros”. En ese sentido, y retomando la pregunta inicial, ¿cederías ante la oferta de tu jefe a cambio de una subida salarial?
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