Cerebro

Esta es la habilidad que todos descartamos, pero es la más usada por personas inteligentes según una neurocientífica

De acuerdo con esta experta llevamos décadas “alquilando información” en lugar de hacernos dueños de ella.

El cerebro y la conciencia humana
La memoria no se ha entendido correctamenteEspacio Misterio

Durante la mayor parte del siglo XX, la humanidad se volvió manifiestamente más inteligente. En un fenómeno conocido como el Efecto Flynn, los puntajes promedio de CI (cociente intelectual) aumentaron de tres a cinco puntos por década en docenas de países, gracias a un progreso impulsado por una mejor nutrición, atención médica y educación.

Luego, con el cambio de milenio, se detuvo. En muchos países, los puntajes comenzaron a revertirse. Un estudio confirmó este descenso desde finales de la década de 1990. Se documentan reversiones similares en toda Europa, desde una caída de cuatro puntos en Francia hasta descensos sostenidos en Noruega.

Este descenso no tiene que ver con un cambio en la alimentación, como ocurrió en el pasado, ni con un sistema educativo en declive, sino con la tecnología, de acuerdo con Eva Keiffenheim. Para esta experta en neurociencias, la clave está en una pregunta que, de tan simple, se ha convertido en un mantra: ¿Por qué recordar lo que puedo simplemente buscar en Google o preguntarle a ChatGPT? Y un segundo interrogante: ¿para qué aprender lo que puedo saber gracias a internet? La respuesta es la memoria.

Ambas preguntas se basan en una incomprensión fundamental de la función de la memoria. Su falta de uso es lo que estaría provocando los descensos en los índices de cociente intelectual en la población.

La concepción habitual es que la memoria es un archivador de información al cual recurrimos cuando necesitamos: abrimos un cajón, sacamos el dato y lo volvemos a cerrar. Pero para Keiffenheim es más bien una biblioteca con referencias interconectadas.

La memoria se ejercita no solo archivando, sino repitiendo un patrón cientos de veces que nos permite automatizar tareas, como driblar en fútbol, tocar el piano o realizar movimientos de danza. Integramos todos los pasos de estas habilidades y luego los podemos combinar en otro orden y convertirlo en una capacidad adquirida… con memoria.

“Este es el objetivo de todo aprendizaje efectivo: crear una vasta biblioteca mental de estos fragmentos a la que puedas acceder al instante – señala Keiffenheim -. La constante descarga cognitiva, a través de Google, un segundo cerebro digital y ahora ChatGPT, cortocircuita este proceso. Nos atascamos en saber sobre un tema, sin alcanzar nunca la automaticidad de saber cómo. En pocas palabras: si no puedes recordarlo sin un dispositivo, no lo has aprendido realmente. Has alquilado la información”.

Para Keiffenheim, esta costumbre de “externalizar” nuestro pensamiento a dispositivos socava los tres procesos fundamentales del aprendizaje. El primero de ellos es la automaticidad o la capacidad de realizar una habilidad sin pensamiento consciente, como deshuesar un pollo: solo se obtiene mediante la repetición.

El segundo proceso tiene que ver con la construcción de esquemas, los marcos mentales que organizan el conocimiento. Es lo que distingue a un experto de un novato, la capacidad de conjugar diferentes archivos de información.

Y finalmente tenemos el error de predicción. “El cerebro aprende mejor cuando se sorprende, cuando detecta una discrepancia entre una expectativa y un resultado – añade Keiffenheim -. Esto solo funciona si se cuenta con una predicción interna inicial. Si se confía en una calculadora para multiplicar 5 x 10 y un error tipográfico da 500, el cerebro no detecta ningún error porque nunca hizo una predicción. Se ignora un mecanismo fundamental de aprendizaje. El objetivo no es memorizar en lugar de pensar, sino memorizar para pensar”.

Esta experta propone dos primeros pasos para luchar contra esta tendencia. El primero es seguir una progresión gradual e intentar incorporar conocimientos como un aprendiz y el segundo, usar la tecnología como complemento, como un medio más, no como si fuera el único.