
Opinión
El gadget de mi vida: un reloj que no mide el tiempo, sino cómo lo usamos
No solo mide lo que ocurre en el cuerpo, sino cómo el cuerpo experimenta el paso del tiempo

Para ahorrarnos confusiones y previos juicios: no se trata del “gadget de mi vida” sino de cómo la afecta, pero a los propósitos de convocar la atención, es más pertinente este título. Dicho esto, vamos al gadget de mi vida… esta semana.
No voy a hablar (casi) de las prestaciones, los materiales o el diseño, más bien se trata de reconciliar la tecnología (fría, metálica, impersonal) con la característica más empáticamente humana: la emoción.
En mi muñeca, un reloj inteligente me recuerda que dormí 6 horas y 23 minutos. Que mi frecuencia cardíaca media fue de 64 latidos por minuto. Que mis niveles de estrés fueron “moderados” y que, según su algoritmo, mi cuerpo necesita más descanso. Mi cuerpo es la prueba A, mi bostezo, la prueba B. Aun así, el reloj, un Huawei GT Serie 6 Pro, no me juzga; simplemente observa. Pero desde que lo llevo, me pregunto quién mide realmente a quién. Esto me hace pensar que es la primera vez en la historia en la que un reloj no mide el tiempo, sino nuestro paso a través de él.
El GT 6 Pro es el reloj más reciente de Huawei, y su carta de presentación no son los megapíxeles ni los núcleos del procesador, sino algo más íntimo: su capacidad para escuchar al cuerpo. Incorpora sensores que rastrean la variabilidad de la frecuencia cardíaca (VFC) (uno de los marcadores más precisos de estrés). De hecho, es capaz de analizar y reconocer hasta 12 estados emocionales: relajación, satisfacción, confianza, entusiasmo, calma, tranquilidad, concentración, sorpresa, disgusto, molestia, aburrimiento, ansiedad.
Traduce mi tiempo para que lo entienda y se convierte en un espejo fisiológico y emocional. Y, al igual que un espejo real, a veces cuesta mirarse. Medir la salud, en este contexto, es también medir la forma en que nos enfrentamos al tiempo.
El GT 6 Pro mantiene la apuesta estética que caracteriza a Huawei: caja de titanio, pantalla AMOLED de alta resolución y autonomía que supera las dos semanas. Pero lo más valioso no es lo que se ve, sino lo que hace… como ocurre con el tiempo. Su sistema TruSense no se limita a registrar pulsaciones, sino que interpreta la relación entre el cuerpo y la mente.
A través de la VFC, el reloj distingue entre el estrés físico y el emocional, un matiz que hasta hace poco solo se lograba con equipos de laboratorio. Y aquí nuevamente vuelvo a la idea del tiempo como medida (de horas, décadas o segundos) relativa, pero también como dimensión: es un reloj que me muestra cómo habito no en el espacio, sino en el tiempo. Algo que rara vez pensamos. Cuando el reloj marca las 8 de la mañana, ya no solo señala una hora: apunta a un estado (de sueño), pero también a una meta, que pueden ser pasos, olvidarme del sedentarismo o regular el estrés.
Lo interesante es que sus sensores no solo miden lo que ocurre en el cuerpo, sino cómo el cuerpo experimenta el paso del tiempo. Cada gráfico de sueño es, en realidad, un mapa de nuestras horas más vulnerables; cada pico de estrés, una nota sobre lo que nos desborda. Y ahí reside la tecnología más humana que puede tener un gadget: recordarnos que el tiempo no se acumula, se habita.
Pero llevar un reloj así también plantea una paradoja. Creemos que al medir ganamos control. Sabemos las variables, las constantes y hasta las intermitentes de todo o casi todo lo que nuestro cuerpo evidencia… cuando en realidad lo que descubrimos es lo poco que controlamos.
Los relojes inteligentes, los anillos de salud, los teléfonos que registran cada paso… todos nos enfrentan a la misma verdad: somos más variables de lo que quisiéramos creer.
Pero eso no es necesariamente malo. En lugar de asustarnos, podríamos verlo como un recordatorio de que la salud no es un estado, sino un diálogo. Entre el cuerpo y la mente (precisamente hoy, el Día Mundial de la Salud Mental), entre el tiempo que pasa y el que habitamos.
En lo puramente funcional, el Huawei Watch GT 6 Pro destaca por su autonomía de hasta 14 días, su resistencia al agua de 5 ATM, la posibilidad de responder llamadas por Bluetooth y almacenar música.
Su pantalla AMOLED 1,43″ es brillante incluso bajo el sol, y el sistema HarmonyOS permite sincronizarlo con cualquier smartphone Android o iOS.
Ofrece más de 100 modos de entrenamiento, desde carrera hasta apnea, y usa inteligencia artificial para ajustar planes de ejercicio y recuperación en función del rendimiento real del usuario.
Pero, al final, todo eso (los sensores, los chips, los algoritmos…) son la brújula para ubicarnos en la dimensión temporal y nos indican dónde ir para vivir mejor. Y más.
Cuando miro el reloj, me doy cuenta de que no me invita a competir con el tiempo, sino a reconciliarme con él. Es otra paradoja que roza el oxímoron: cuanto más mide, más me enseña a dejar de medir. Quizá por eso este reloj, con todo su titanio, sus sensores y su pantalla hiperluminosa, se siente más humano que muchos otros gadgets: no me dice datos de mi vida, sino cómo la vivo.
No sé cuánto tiempo llevaré este reloj en la muñeca, ni cuánto durará su batería o mi entusiasmo (o necesidad) por medirlo todo. Hoy, este es el gadget de mi vida. Me hace pensar que no sé cuánto tiempo tengo…, pero sí que tengo muchos tiempos. Y eso es algo nuevo.✕
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