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Nuevo iPhone 17: ¿tendrá también la IA como deuda?
En términos de inteligencia artificial, Apple lleva años sin destacar y viendo cómo otros se distancian cada vez más. ¿Cambiará esto con el iPhone 17?

Lo habían anunciado como uno de los pasos de gigantes de la industria: la llegada de una IA que sería tan icónica como Siri, el año pasado, con el iPhone 16. Pero lo que Apple consiguió fueron demandas por publicidad fraudulenta. Básicamente por afirmar que su teléfono podía hacer cosas que no era capaz.
Desde entonces, y viendo la evolución de la IA que utiliza Samsung en sus dispositivos, los avances de ChatGPT, Gemini y Deepseek, es obvio que Apple ya no puede usar los laureles como excusa para la siesta.
La pasividad de Apple en lo que respecta a IA tiene numerosos factores. Uno de ellos tiene que ver con su enfoque en la privacidad del usuario, lo cual limita los datos disponibles para entrenar modelos de IA.
Si bien Apple tiene una base de 2.350 millones de dispositivos activos (entre teléfonos, relojes inteligentes, tablets y ordenadores), lo que le permite acceso a una enorme cantidad de información (como mínimo igual a la competencia), la realidad es que Apple es mucho más estricta que el resto a la hora de permitir que sus ingenieros accedan a los datos de los clientes… Aunque estos no se identifiquen con el usuario, sino con la información que busca en la red, el uso de dispositivos y su ubicación, entre otros. Es decir: solo se sabe que “alguien” con un Apple Watch lo ha utilizado para pagar una cena en Madrid. O que otro “alguien” ha reservado vuelos al Caribe, mediante un iPad.
Pero hay más obstáculos. Apple tiene una preferencia casi irracional por el procesamiento en el dispositivo, lo cual ralentiza el desarrollo en comparación con los sistemas basados en la nube. Si a eso le sumamos un ecosistema endogámico y complejo en las colaboraciones…
La compañía también enfrenta críticas por tener un ritmo de innovación más lento, debates internos sobre el código abierto y una dependencia del desarrollo centrado en el hardware en lugar de una integración profunda de la IA en todo su ecosistema.
En parte, todo se remonta a 2018 cuando Apple fichó a John Giannandrea, procedente de Google, para que fuera su director de IA. Giannandrea había dirigido los grupos de búsqueda e IA de Google, lo que propició el avance en Fotos, Traductor y Gmail. El objetivo era claro: convertirse en una potencia de la IA. Pero no ocurrió. Ni tiene perspectivas de hacerlo en el corto plazo.
Hasta ahora, Apple ha dedicado considerables recursos a desarrollar una IA que haga juego con su fama, pero ha obtenido resultados decepcionantes para los usuarios.
Miembros del grupo Siri de Apple, afirmaban, en una entrevista, que el ex jefe del equipo, Robby Walker, había subestimado los problemas de la compañía: “Hay cientos de errores ahora mismo. Es como un juego de lógica: corriges un problema y aparecen tres más”.
Y esta es la primera vez que le ocurre a Apple. En el pasado, había sabido adaptar las innovaciones de muchos de sus productos (MP3, relojes inteligentes, tablets…) a su diseño y ecosistema característico. El ritmo al que avanzaban estas tecnologías, le permitía ir un poco por detrás a la espera que se confirmara su demanda.
Ahora, esa estrategia ya no sirve: la IA avanza mucho más rápido de lo que Apple puede desarrollarla y cuánto más tiempo invierte, más atrás se queda. Es como intentar subir por una cuesta de barro que se moja más con cada intento.
Apple está en una encrucijada. Es la segunda vez en su historia (la primera fue Siri) que un software (por llamarlo de algún modo) tiene más importancia que cualquiera de sus dispositivos. Y, hasta ahora, no tiene buena perspectiva.
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