Telecinco
La isla de la vergüencita ajena… seis meses después
“Hemos aprendido que actuar con deslealtad en ocasiones sale a devolver. Ahí tenemos, felices, a Andrea y Estefanía. Vaya mierda de moraleja ¿no?”
Yo es que no aprendo. Si lo pasé fatal viendo la hoguera final de ese “campamento porno”, que decía Ismael, que fue La Isla de las Tentaciones, no os quiero ni contar lo de anoche. Bueno, miento, sí que os lo voy a contar. Que para eso he venido.
Mónica Naranjo, seis meses después de que acabara el programa, reunió en un chalet blanquísimo con piscina, con una pinta muy de agencia de escorts de lujito a todas las parejas. No es que yo haya estado en ninguna, pero me las imagino un poco así, como disimulando sin disimular. Así, a primera vista y después de acabar aquello como acabó, no parece la mejor idea del mundo. Ni siquiera una de las cinco mejores. Pero oye, da para programa.
Los primeros en llegar fueron Andrea e Ismael, que no quisieron coincidir en el sofá, ni en el sofá ni en el salón, pero asistieron ambos. Nada, aquí no hay arreglo porque, además, Andrea está con Óscar, al que conoció en la casa y con el que se quiere casar y tener hijos. Yo a esta nueva pareja les recomendaría comprarse la ropa de su talla. La vida es preciosa cuando se respira bien.
Susana y Gonzalo tampoco es que hayan acabado mucho mejor, pero es que yo siempre os he avisado de los pelirrojos. Y no me hacéis ni caso. En esto yo, a tope con Susana. Gonzalo, dolidísimo, ni siquiera fue al programa. Nos ahorramos así sus “jo, tío, no, tío, por favor, tío, en serio, tío, por favor, tío” repetidos en bucle hasta la extenuación. Mira, mejor, tío, porque yo así es que no puedo, tío. ¿Soy yo, por cierto, o Susana parece la única "normal" de todo el programa? Aquí dejo esta reflexión.
La relación de Fiama y Alejandro (parece que me sé los nombres, pero eso es porque no veis la chuleta que tengo al lado con notas como “Fiama, la de la peca tocha en la cara, y Alejandro, el llorica. Acaban mal. Se ha pasado poniéndose tetas. Gesticula demasiado” y cosas así). Digo, que Fiama y Alejandro tampoco están juntos. Vaya escabechina de programa. Él ya tiene una novia nueva y ella al final se va con Joy que ha ido a buscarla, porque ya le dijo que la esperaría siempre, con un ramo de flores. A este chico, al Joy, parece que le hecho algo una reacción alérgica francamente preocupante. Necesita antihistamínicos o un jersey dos tallas más grande. ¿Qué le pasa a esta gente con la ropa? ¿De verdad no hay nada más grande? Deberian revisar sus outfits.
Adelina y Jose, tan empalagosos como siempre. Y este es todo el interés que me despierta esta pareja.
Al lío. Que vienen Estefanía (¡¡¡Tefaníaaaaaaaaaaaaa!!!) y Christofer. Ojo, que están juntos. Ojiplática me quedo. ¿Pero este chaval no tiene amigos que le digan algo? ¿O que lo aten a, yo qué sé, la pata de una cama? Lo que harías si un colega tuyo tuviera el mono y, por lo que fuera, no le aceptaran en proyecto hombre. Que yo no he tenido que salvar a ningún amigo ni de las drogas ni de una mala mujer, pero algo habrá que hacer. No lo vas a dejar ahí, haciéndose daño. Lo paso fatal con estas cosas.
El que ha tenido un cuajo que da gusto verlo es Rubén. El exfutbolista se plantó también en el chaletazo de las escorts (esta teoría mía que no se sustenta sobre nada más que mi propia imaginación) para decirle a Estefanía que estaba muy guapa y que le entendiera, jo, que es que cómo se iba a fiar de una titi que se había liado con otro (él) teniendo un novio (Christofer) desde hace siete años. Que imagínate si se va con ella y a los cuatro años pasa lo mismo con otro. Yo es que no sabría, de verdad, si abofetearle o aplaudirle.
Y le dice Mónica Naranjo a Estefanía, no os perdáis esto porque yo aún lloro de la risa, que cuál fue su momento favorito en la isla. Dice la otra, con cara de dama victoriana atrapada en el cuerpo de la madrastra de Blancanieves el día que se levantó milonguera, que la cita veinticuatro con Rubén. Ni la primera, ni la cuarta, ni la última. ¡La veinticuatro! Y no con Christofer, que la acaba de perdonar. Ni el reencuentro con este. No. La cita número veinticuatro con Rubén, que le acaba de decir que no confía en ella porque se lió con él mismo. De verdad que es para coger a estos tres, meterlos en una habitación de cristal como si fueran niños burbuja y pasarse lo que dura un reality observándolos como si fueran bichos en un bote.
Y luego, para rematar, le pide perdón la novio al que ha humillado públicamente, ridiculizándolo de nuevo. Yo en este momento "te pido perdón delante de España entera" ya me estaba tapando con un cojín, con la mantita de ver pelis y con el gato, incluso. Qué mal rato, de verdad. La señora obesa e invisible de la vergüenza ajena se ha puesto las botas estos días.
En fin, queridos todos. Que se acabó lo que se daba, a falta de dos debates que, la verdad, no sé si veré. Ni siquiera por vosotros. Entendedme, no necesito hacerme daño para sentirme viva.
Conclusiones: ¿Qué hemos aprendido con La Isla de las Tentaciones?
Hemos aprendido que hay gente que tiene una concepción muy extraña del amor y las relaciones, que la lealtad y el compromiso cuestan (vaya si cuestan) y es más fácil caer en las tentaciones y el hedonismo (con su recompensa inmediata y su satisfacción exprés), que necesitábamos una mala malísima para engancharnos a un programa (gracias, Estefanía), que era buena idea no llamar a Francine Gálvez, que los pantalones estrechísimos en ellos les hacen culo de señora y que los vestidos, para resultar elegantes, es mejor que vayan un pelín por debajo del cuello uterino.
También hemos aprendido que actuar con deslealtad en ocasiones sale a devolver. Ahí tenemos, felices, a Andrea y Estefanía. Vaya mierda de moraleja ¿no?
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