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Crítica de «Hunters»: La sombra de Tarantino es alargada
Diseñada según los métodos del director de «Pulp Fiction», la serie de Amazon Prime Video no aguanta comparaciones con su modelo
Casi todo en «Hunters», la nueva intriga cómica de Amazon sobre un escuadrón de asesinos de nazis –la trama, la ambientación, las referencias pop, el tono autoconsciente y «kitsch», los diálogos malhablados, la violencia hiperbólica–, se nota influenciado por las películas de Quentin Tarantino. Y no hay nada innoble en ello. En la ficción moderna todo el mundo, empezando por Tarantino, toma préstamos de los demás. El problema es que, al hacerlo, la nueva serie no exhibe ni un ápice de la sofisticación y el dominio narrativos de su modelo.
Su primer episodio presenta a Jonah Heidelbaum (Logan Lerman), un adolescente judío que vive en Brooklyn con su abuela. Cuando es asesinada, el joven descubre algo que la mujer mantenía en secreto: su pertenencia una fraternidad secreta de justicieros dedicados a vengarse de quienes conspiran para construir el Cuarto Reich. Encabezados por el millonario Meyer Offerman (Al Pacino), esos cazadores de nazis investigan y buscan metódicamente a sus víctimas para imponerles los más dolorosos castigos; y, mientras los observa, «Hunters» invoca deliberadamente el espíritu de autores como Stan Lee, Jack Kirby y Joe Simon, hijos de familias inmigrantes judías que en su día crearon a la mayoría de superhéroes de los cómics.
Si por un lado la serie se recrea mostrándonos las numerosas formas que un nazi tiene de morir horriblemente, por el otro intercala esas escenas de asesinatos con fragmentos que nos recuerdan los campos de concentración y las atrocidades cometidas allí, no vayamos a creer que los métodos de Offerman y su equipo son demasiado crueles. Y ese contraste es una buena muestra de la tensión interna que azota a «Hunters». Quiere ser una reflexión sobre el Holocausto y sobre el dolor y la culpa que sienten los supervivientes, pero también una despreocupada «exploitation», una comedia negrísima y un muestrario de excesos estilísticos. Equilibrar todos esos objetivos habría requerido una habilidad de la que el creador de la serie, David Weil, demuestra carecer. Para él, este es un proyecto muy personal –su propia abuela sobrevivió al Holocausto, y quizá por eso no pueda adoptar una distancia irónica ni tomarse el asunto a la ligera–. Fruto de esa incapacidad, escenas como la del asesinato de una anciana que solía trabajar como química para las SS parecen querer hacernos reír y a la vez horrorizarnos por la extraordinaria sed de venganza de sus héroes, y en realidad no logran ni lo uno ni lo otro.
Asimismo, la serie aqueja problemas más mundanos. Sus secuencias de acción son rutinarias y están coreografiadas sin brío, su simpleza argumental resulta frustrante –está claro que no es una ficción para el público infantil, pero sí parece diseñada para adultos que piensan como niños–, y su trama avanza a ritmo comatoso; situaciones que podrían resolverse en un par de escenas acaban ocupando episodios enteros y, mientras lo hacen, aprendemos muy poco acerca de quiénes son los personajes y de las relaciones que mantienen entre sí. Y, como consecuencia todo de ello, «Hunters» se hace muy larga, en parte porque lo es: sus cinco primeros episodios duran un total de 336 minutos. Considerando que en ese tiempo uno puede volver a ver «Malditos bastardos» y «Érase una vez... en Hollywood», quizá lo más aconsejable sea rechazar imitaciones.
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