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¿Es “El colapso” una serie visionaria?

Filmin emite una producción premonitoria al drama que se pudo vivir en la pandemia

Samir Guesmi, uno de los actores de la serie 'El colapso'.
Samir Guesmi, uno de los actores de la serie 'El colapso'.FilminLa Razón

Miedo, incertidumbre, desconcierto y la sensación de que el mundo, tal y cómo lo conocíamos, se nos escapa como arena entre las manos. Aunque pueda parecerlo, no fue lo que sintieron los españoles durante las horas más críticas de la pandemia; son las sensaciones que viven los protagonistas de la serie gala «El colapso», que desde ayer se puede ver en Filmin. No es una ficción oportunista, ya que se rodó en 2019. Aunque la definen como una ficción distópica, el adjetivo no se ajusta a la realidad, ya que el problema, que no es moco de pavo, es que, lejos de implantarse cualquier sistema totalitario, no hay gobernantes que respondan o sepan dar una solución a la crisis que sufren los ciudadanos. En definitiva, se plantea un escenario post apocalíptico sin necesidad de efectos especiales de campanillas, puesto que los escenarios bien se podrían rodar en cualquier ciudad europea sin necesidad de artificios.

Esta serie antológica de ocho capítulos, nace de la idea de los creadores, el colectivo «Le parasites», de ponernos frente a nuestro espejo nada favorecedor. Criados en la conquista, que también nos narcotiza un pelín, del estado del bienestar –la historia está contada desde la óptica francesa–, esta situación se desmorona desde varios frentes: ¿que pasaría si un día no hubiera comida en las tiendas?, ¿o si el agua potable fuese un bien de lujo?, ¿y si las medicinas –esas que son imprescindibles para muchos– se racionaran?, ¿y si no hubiesen reservas de gas y petróleo? Sucedería que el buen salvaje que anida en nosotros se trastocaría por los condicionamientos de vivir en una sociedad civilizada, en la que se impone el egoísmo y la violencia. Los dilemas éticos se suceden en cada capítulo, ante la pulsión primaria de sobrevivir y que cada uno se busque la vida o porfiar para lo colectivo siga siendo la piedra angular de la sociedad.

Identificación del espectador

En una entrevista a una publicación francesa, uno de los miembros de «Les parasites», Ughetto de Bastien, comenta cómo se gestó la serie. «Queríamos hacer una ficción que hablara sobre el fin del mundo, pero vista desde un lado social y humano, a nuestra escala, nada de escenarios imposibles con los que no pudiese identificarse el espectador. Y, sobre todo, pretendíamos que la audiencia se diese cuenta de la fragilidad de nuestro sistema».

Para ello han caído en ciertas trampas ideológicas: la clase media no puede sacar el dinero de los bancos mientras los más pudientes –insisto, se está hablando de Francia– optan por la huida en sus aviones privados y pólizas de seguros que son para una minoría.

Se puede decir que «El colapso» es una vuelta de tuerca mucho más sofisticada de las series de zombies, como «The Walking Dead», que se enfrentan a los humanos en una especie de ajuste de cuentas. Pero en esta ficción no hay muertos vivientes, si no vivos, –eso sí, que pierden su humanidad– con tal de sobrevivir. De ahí que en estos ocho episodios independientes, aunque no falta relación entre ellos, se comprueba como la violencia no es un recurso; se impone como una necesidad.

Aunque a veces tienda al maniqeuísmo más ramplón en posición frontal contra el capitalismo, su audacia, tanto en el argumento, como en la puesta en escena –los capítulos de veinte minutos se ruedan en un plano secuencia– es terriblemente actual, ya que sitúa la trama en un estado de alarma en distintos escenarios. como un supermercado o una residencia de ancianos. ¿Les suena de algo? La angustia traspasa la pantalla en una serie que invita a la reflexión crítica.