Televisión
Miedo
«Hace tiempo que no me escucho», dijo García Márquez cuando se acercaba al fin. En mi caso hace tiempo que no les entiendo. A ellos. A esos que deciden con nuestros impuestos, y lo que es mucho peor, toman las decisiones vitales de nuestra salud, la de nuestros familiares y están sentando las bases del futuro. Incierto. El nuestro y el de nuestros hijos.
Está claro que tenemos por delante ese túnel negro que no miramos para no enloquecer porque a todas luces igual es mejor divagar sobre la locura del meteorito, igual más cuerda que cualquiera de nuestros dirigentes que, entre puente y puente, con la misma seriedad que el juego de la Oca, sigue tejiendo el peor entramado social de la historia, dejando al circo en un entorno más serio que nuestro circuito político. Encerrados y con un pie en la duda eterna de cuánto nos apretarán el cinturón de los confinamientos dicen los últimos estudios, el realizado por Barlovento, que ha aumentado el consumo de televisión en abierto. Es tiempo de refugio, de buenas pelis, series, que las hay, pero en la cantidad no radica el quid de la cuestión, sino en el talento. Lo único que nos salvará en el desierto que amenazan con dejarnos.
«Veneno» ha arrasado, «El Desafío: Eta» acaba de estrenar», para la semana que viene apunta alto la comedia con tintes de thriller, como nuestra realidad, de «Nasdrovia» y un libro que no dejará indiferente, las confesiones definitivas de Mikel Lejarza en «Yo confieso» después de 45 años infiltrado en la banda terrorista ETA bajón el apodo de «El Lobo». Desgarradoras.
No queda otra que buscar refugio en el talento ajeno y tirar de recursos propios mientras el Gobierno vomita en nuestra salud mental. Disculpa, cómo era eso por lo que tanto se luchó. ¿Democracia? Demo... ¿Qué? Ay España. Qué grande eras y qué pequeña te están haciendo.
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