Análisis
El reality más famoso de España se derrumba: la verdad detrás del fin de "Gran Hermano"
Un formato que fue referencia durante décadas termina arrastrado por la pérdida de valores, la fuga de espectadores y una industria que ya no perdona los errores

El final de "Gran Hermano" no es un golpe de efecto, sino una caída lenta y anunciada. El reality que durante años marcó la agenda mediática y convirtió a Telecinco en líder indiscutible de audiencias, ha dejado de ser rentable, relevante y, sobre todo, aceptable para una parte creciente del público. Ahora, Mediaset apaga precipitadamente su vigésima edición y con ella seguramente entierra un formato que no supo reinventarse ni asumir sus propios errores.
La erosión venía de lejos. La fórmula, revolucionaria en el año 2000, llevaba años acusando el desgaste. Lo que empezó como un experimento sociológico terminó convertido en una rutina previsible, poblada por concursantes más interesados en ganar seguidores que en mostrar autenticidad. El espectador, cansado de las mismas tramas recicladas y de una narrativa cada vez más artificial, empezó a desconectarse. Pero lo peor estaba por llegar.
El caso Carlota Prado fue el punto de no retorno. La agresión sexual que sufrió dentro de la casa en 2017 y, sobre todo, la forma en que fue gestionada por la productora Zeppelin y Telecinco, dejó una herida profunda. Mostrarle a solas las imágenes del abuso del que fue víctima sin ningún tipo de contención ni apoyo psicológico no fue solo una torpeza: fue una negligencia que el público no perdonó. La audiencia no olvidó, y la cadena tardó demasiado en reaccionar.
La respuesta del mercado fue inmediata. Tras el documental que sacó a la luz todos los detalles del caso, las grandes marcas comenzaron a retirarse en cascada. El boicot publicitario fue un golpe letal. Ya no se trataba solo de una cuestión ética, sino de números: sin anunciantes, el programa dejó de ser sostenible. Ni los intentos de reconversión, ni las ediciones con famosos, ni los cambios de enfoque han logrado rescatarlo del estigma.
A esto se suma un cambio radical en el ecosistema mediático. La televisión lineal ya no dicta las reglas del juego. Plataformas como TikTok, Twitch o incluso Netflix han arrebatado el trono del entretenimiento a la televisión tradicional. Lo que antes era contenido exclusivo ahora es rutina en cualquier directo de un streamer. Y mientras los jóvenes buscan autenticidad y conexión directa, "Gran Hermano" seguía apostando por galas eternas y dinámicas anticuadas.
"Gran Hermano" no ha muerto en 2025. Llevaba años agonizando. Su debacle solo confirma lo que muchos ya sabían: que no supo asumir el cambio de era, ni corregir sus errores, ni respetar los límites éticos que la sociedad exige hoy. Se va como un gigante que olvidó escuchar. Y en televisión, quien no escucha, desaparece.