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Crítica

La nueva serie documental de Apple TV+ muestra hasta dónde llega la obsesión por conseguir una Estrella Michelín

'Al filo: en busca de Estrellas Michelín', que cuenta con el famoso chef Gordon Ramsay como productor, se estrenó el pasado viernes y enseña todos los entresijos detrás de este galardón

La altísima presión de los chefs por la ansiada Estrella lleva a momentos de desesperación Apple TV+

La cocina tiene algo cinematográfico. Estrés, un espacio reducido, mucha gente de aquí para allá, el ir contrarreloj... Son ingredientes —nunca mejor dicho— para darle un toque de dramatismo y que la cosa funcione prácticamente sola, y si no que se lo pregunten a Christopher Storer, creador de 'The Bear', que se ha convertido ya en una de las series más importantes de lo que va de década. O a Pixar, que hizo la —esto es juicio personal— mejor película sobre chefs de la historia: 'Ratatouille', por encima de 'El menú' (Mark Mylod, 2022), 'Hierve' (Philip Barantini, 2021) o 'Fuera de carta' (Nacho G. Velilla, 2008).

Aunque se preste muy bien a meterle drama, ver el funcionamiento real de una cocina, al natural, es muchas veces mejor que una película o una serie. En España lo sabemos bien desde que, allá por 2012, un cocinero de Carabanchel con chaquetas muy cantosas se empezase a pasear por restaurantes que no iban del todo bien para intentar echar una mano. 'Pesadilla en la cocina', emitido en laSexta, se convirtió en un fenómeno de audiencia y en algo más difícil: un programa que se integra en la cultura popular, que se inserta en nuestro ADN como lo pudieron hacer 'Callejeros' o 'Hermano Mayor'. Alberto Chicote se convirtió en una estrella televisiva, hasta el punto de presentar las Campanadas, y eso que el programa estaba lejos de haber inventado nada.

Anthony Bourdain ya se consagró en los primeros 2000 con sus viajes culinarios, pero la influencia más directa del programa de laSexta era 'Hell’s Kitchen', con el famoso chef británico Gordon Ramsay, y del que el presentado por Chicote era una adaptación a nuestro —mucho más divertido— país.

Precisamente Gordon Ramsay, que por eso me he empeñado en llegar hasta él, es uno de los productores de 'Al filo: en busca de Estrellas Michelín', la nueva serie documental que llegó a Apple TV+ el pasado viernes. Que Ramsay produzca no significa que la serie comparta premisa con su mítico programa, ni siquiera que él se ponga delante de la cámara: 'Al filo' sigue algo tan desconocido para el público mainstream como la pelea —porque viéndolo no se le puede llamar de otra forma— de los restaurantes por conseguir (o mantener) las famosísimas Estrellas Michelín, que otorga la guía francesa con el mismo nombre desde la década de 1920.

En cada capítulo —de un total de ocho—, Jesse Burgess —otro británico como Ramsay, pero bastante más simpático y entrañable— viaja a una ciudad, ya sea Nueva York, Chicago, Copenhague o Ciudad de México. Allí nos presenta restaurantes que aspiran a su primera Estrella Michelín o a mantener o aumentar las que ya tienen. Con ellos pasaremos las semanas previas a la gala, conociendo sus historias y viendo de primera mano la presión absolutamente demencial a la que se someten para conseguir su tan ansiado reconocimiento.

La fórmula, aunque sencilla, funciona. Construido de forma hábil para guardarse la sorpresa hasta el final, 'Al filo' consigue que entres en la obsesión de sus protagonistas, preguntándote si conseguirán la famosa Estrella o no, especulando sobre cuáles de ellos lo harán y cuáles se quedarán con las ganas y, por qué no decirlo, deseando que algunos lo logren y que de otros veamos la cara de la decepción.

Como en todo documental de competición, hay historias que causan más simpatía que otras, dependiendo de quién las cuenta. En uno tan elitista —porque la alta cocina no lo puede ser más— como éste, aquellas de chefs más humildes, sencillos y humanos, como el de un restaurante mexicano de Chicago que tiene a toda su familia sin poder entrar a EEUU, generan más empatía que las de "flipados" que creen haber inventado el cocinar o las de inversores que acaparan el foco sin tocar una sartén —readaptando la frase atribuida a Zapata: "La Estrella Michelín para quien la trabaja"—.

El programa cuenta además con los testimonios anónimos de varios inspectores, las personas encargadas de valorar a los candidatos a la Estrella y que no pueden revelar su identidad para mantener el anonimato. Este elemento casi de thriller —los propios restaurantes alcanzan niveles de paranoia enormes cuando un comensal solitario se presenta— reafirma algo que es inevitable pensar: "¿dónde acaban las ganas de superarse y empieza la majadería?"

Dueños, chefs, camareros y pinches están sometidos a una presión altísima, que por muy envuelta que esté en esa épica tan americana, no deja de ser algo insana, y crea el debate legítimo sobre si toda esa ansiedad, sufrimiento y falta de disfrute merecen la pena sólo por una Estrella.