Estreno

"Poquita Fe": Una comedia romántica en Moratalaz

Movistar Plus+ presentó en el FesTVal la segunda temporada de «Poquita fe», la serie protagonizada por Raúl Cimas y Esperanza Pedreño que sube el listón de su trama

Juan Maidagán y Pepón Montero (detrás) dan instrucciones a Raúl Cimas y Esperanza Pedreño durante el rodaje de «Poquita Fe»
Juan Maidagán y Pepón Montero (detrás) dan instrucciones a Raúl Cimas y Esperanza Pedreño durante el rodaje de «Poquita Fe»M+

La rueda de prensa de la presentación de la segunda temporada de «Poquita Fe», de Movistar Plus+ y producida en colaboración con Buendía Estudios, en el Festival de Televisión de Vitoria-Gasteiz (FesTVal), fue una prueba más del ambiente de humor que impregna toda la serie. Durante la misma, sus creadores, Pepón Montero y Juan Maidagán, esbozaron entre risas cómo está planteada esta segunda entrega. Montero equiparó la primera temporada como «un poco ‘Escenas de matrimonio’», aunque en la segunda veremos de cerca una crisis de pareja: «Esta es una comedia romántica en Moratalaz». Y el protagonista, Raúl Cimas, puntualizó que «si ya es difícil vivir en pareja y añades al resto de personajes, más es imposible. En este caso, dos es multitud».

Recuperamos a los personajes protagonistas, José Ramón (Cimas) y a Berta (Esperanza Pedreño), al final de la primera temporada; han pasado tres meses cuando una decisión de sus padres más una injusticia les deja sin piso propio. Las primeras escenas ya nos muestran la difícil situación a la que van a tener que enfrentarse con todos sus enseres en la calle esperando la ayuda del vecino (Chani Martín) para mudarse, y que puede debilitar su amor o hacerlo más fuerte. Después de mucho buscar, uno del barrio, el vecino mediante, les ofrece por un módico precio un piso al lado del que tenían. Pero no todo va a ser tan fácil, y menos para ellos, puesto que esta comedia pone a prueba a los protagonistas, pero también a los espectadores. El negocio que les propone Tinín (nueva incorporación), Eduardo Antuña, un usuario de jerséis de alpaca que vive con su madre, enferma terminal según él, es que esperen los seis meses de esperanza de vida que le dan a su madre los médicos. Este es el tiempo en el que transcurrirá esta segunda entrega que consta de ocho episodios.

Tras fallar este primer intento, José Ramón y Berta van dando tumbos de un sitio a otro, lo que pondrá su relación a prueba, mientras nos muestran los capítulos más costumbristas, algo que los fanes de «Poquita fe» adoran. Hay crítica del mercado inmobiliario, con el graciosísimo capítulo del piso de los compañeros de Berta, interpretados por Felipe Andrés y Ángela Chica. Humor absurdo y contemporáneo en estado puro. También sacan mucho partido cuando la pareja decide irse a vivir con los suegros (María Jesús Hoyos y Juan Lombardero). La convivencia sexual de Berta y JR se complica por momentos, con esporádicas aventuras, enfermedad de familiar mediante. Además, hablamos de dos personas mayores acostumbradas a sus rutinas y cuya vida sale por la ventana con tres personas más. Las escenas de JR en casa de sus suegros son hilarantes y demuestran la capacidad que tiene el personaje de decir la palabra equivocada en el peor momento posible. Cuando alguna cosa parece ir bien, ya se encarga el personaje de Cimas de cagarla.

A esta bacanal de diversión tampoco falta uno de nuestros personajes favoritos: la mejor amiga de Berta, Pilar (Pilar Gómez), que atraviesa una crisis personal salpicada de exceso de relaciones sexuales con tipologías de novios, en el que nuestro favorito es el que se enfada «pa dentro». Su desviado camino la llevará hasta la puerta de una terapeuta que le pedirá que cambie su vida. También resulta en la serie el personaje de la hermana de Berta, interpretada por Julia de Castro, que no sale de su crisis existencial y, tras formar una pareja más o menos estable y mudarse, acaba metida también en casa de sus padres, con crisis, caos y un regalito que promete complicarle la vida a todos.

Entonces deciden separarse Berta y José Ramón, con lo que su relación se resiente y les surgen muchas dudas, mientras ella se convierte en una esclava en casa de sus padres y él cohabita con su compañero de trabajo Riki (Enrique Martínez) y otros dos elementos de cuidado. Las escenas en el puesto de trabajo de guardia de seguridad de José Ramón vuelven a ser épicas, como el nuevo tinte del supervisor o la búsqueda de wifi, pero son menos recurrentes que en la primera entrega. La vida casi en comuna recuerda mucho a la vida universitaria. Esto tampoco funcionará para JR, que también intentará sobrevivir en casa de su madre, que sigue con sus personales paranoias y comienza una relación con un hombre vestido de oso amable.

Dos «funerales» serán el punto y aparte de la pareja, que descubre cómo cosas ajenas a ellos les han ido separando hasta casi romper su relación. Pero son capaces de eso y mucho más y tendremos que ver si nos basta con dos temporadas para lograr el equilibrio.

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