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Toros

Adiós al idilio de Sevilla, Madrid vuelve por sus fueros

Detalles de Álvaro Lorenzo y vuelta de Román en una tarde de poca historia para la tercera de San Isidro

Álvaro Lorenzo da un derechazo al sexto de la tarde
Álvaro Lorenzo da un derechazo al sexto de la tardelarazon

Como si fuera una broma. De mal gusto. Una hora y veinte minutos después, Madrid se había convertido en un pantomima de sí misma, en una caricatura grotesca de la tauromaquia. Cuatro toros llevábamos. Dos en verdad. Cuatro ganaderías. Dos toros inservibles. Uno lesionado él solo, descoordinado, invalidado para la lidia de la divisa titular, ni un lance se llevó ante la sorpresa general. No acababa ahí el misterio del mal fario. Lo mismo ocurrió con el tercero. Torrealta y Montealto. Al tercero, ya habíamos quemados los dos sobreros anunciados. Sobrados íbamos. Ruina. Para la empresa y para los supervivientes de arriba que aguantábamos aquello intentando convencernos de que Madrid es Madrid e intentando olvidar lo gozado en Sevilla durante casi doce días ininterrumpidos. Otra vida es posible. Román se había esforzado con el sobrero de Torrealta que tuvo movilidad y complicaciones. Anduvo siempre al filo entre el viento y los tirones. Nunca volvió la cara el valenciano. Tampoco cuando el toro se le coló de manera brutal por el zurdo. Por manoletinas remató una faena entusiasta, que encontró la muerte de una estocada baja en la suerte de recibir. Se le pidió el trofeo, el presidente con buen criterio no la dio y se pegó la vuelta al ruedo. Difícil era remontar la tarde con la que estaba cayendo. El quinto no mejoró la cosa. El de la ganadería de El Tajo, de deslucido juego, no sumó en la afanosa muleta de Román. Ni para jugarse la vida. Nos mirábamos las caras los pocos que quedábamos en el tendido que, a estas alturas, el acontecimiento más reseñable era la desbandada general. Y ocurrió, quizá, lo más armónico de la tarde en el sexto. Fue el toro con más opciones, más franco y que al menos pasó por allí quince o veinte veces con ganas de repetir. Lorenzo anduvo fino con el capote y sólido con la muleta en los primeros compases, templado y dándole el aire al toro que necesitaba para que no se desfondara. Vinieron los enganchones después y la faena se fue desdibujando en intensidad. Apostó a la remontada final diestra y un pinchazo precedió a una estocada en buen sitio. Dejamos lo mejor para el final. El remate de una mala tarde. Paradote y de corto recorrido había sido el primero de la tarde. No porfió Joselito Adame, que transparentó las dificultades del toro y lo pasaportó con la espada rozando lo indecente. Se fue largo con el cuarto, que tenía el ímpetu justo y de la falta de fuerza protestaba en el último tramo del viaje. Por uno y otro pitón insistió el mexicano. De ahí al lucimiento hubo un mundo. Y la espada a la negritud de los bajos.

Román por manoletinas

Álvaro Lorenzo tampoco perdió el tiempo con el tercero, que iba y venía sin más el animal y el mismo camino la faena del torero, sin cruzar la raya. Tuvimos que esperar al sexto. Se hizo largo. E interminable un San Isidro con estos mimbres. Hoy llega Aguado. Su paso por Sevilla sigue indeleble en la memoria.

Las Ventas. (Madrid). Cuarta de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de El Tajo y La Reina, 3º y 4º. 1º, paradote y de corto recorrido; 2º, sobrero de Torrealta; brusco y violento; 3º, sobrero de Montealto, va y viene sin más; 4º, flojo y poca transmisión; 5º, deslucido; 6º, manejable, con cierta movilidad y repetición. Casi tres cuartos de entrada.

Joselito Adame, de ceniza y oro, pinchazo, metisaca infame, estocada baja (silencio); tres pinchazos, aviso, bajonazo (silencio)

Román, de plomo y oro, aviso, estocada recibiendo caída (vuelta al ruedo); pinchazo, estocada, aviso (silencio).

Álvaro Lorenzo, de canela y oro, media estocada, descabello (silencio); pinchazo, buena estocada (saludos).