Ferias taurinas
Aperitivo insulso antes del gran banquete
Las Ventas (Madrid). Se lidiaron toros de Carriquiri y un sobrero de Aurelio Hernando (6º), bien presentados y de buenas hechuras. Manejables y con nobleza, pero a menos en la muleta..
Las Ventas (Madrid). Se lidiaron toros de Carriquiri y un sobrero de Aurelio Hernando (6º), bien presentados y de buenas hechuras. Manejables y con nobleza, pero a menos en la muleta. Los mejores, 2º, 4º y 6º Más de un tercio de entrada.
Oliva Soto, de blanco y plata, pinchazo, estocada baja (saludos); media estocada (saludos).
José María Arenas, de sangre de toro y oro, que confirmó alternativa, estocada muy trasera, dos descabellos (silencio); pinchazo, pinchazo hondo, aviso (silencio).
Esaú Fernández, de vainilla y oro, estocada caída (silencio); pinchazo, estocada (vuelta al ruedo).
Parte médico de Anderson Murillo: «Luxación del codo derecho con fractura; pendiente de estudio radiológico».
El preámbulo a la esperada Feria San Isidro, ese gran pastel del que todos –toreros y ganaderos– quieren atrapar un suculento pedazo de gloria, tuvo ayer un tibio aperitivo en forma de festejo de preferia, que no permanecerá demasiado tiempo en la memoria de los aficionados. Para la ocasión, se escogió un entipado y parejo encierro de Carriquiri, muy en lo de Núñez, con nobleza en el último tercio aunque se fueron apagando. Duraron más segundo, cuarto y sexto.
Oliva Soto llegaba a la capital con la tensión a flor de piel. El viernes llegaba el susto. Un infarto le sobrevino a José María Almodóvar, su apoderado. Con ganas de dedicarle una buena tarde, el sevillano se fue a chiqueros. Allí hincó las rodillas y le pegó la larga cambiada. El toro tuvo movilidad y se desplazó en los primeros tercios. Mantuvo las virtudes en la muleta. Se le vino como un rayo y Oliva, con presteza, se puso a torear. La segunda tanda en redondo fue esperanzadora. Buena composición, sin perder pasos y con ligazón. A la hombrera contraria el de pecho. Había que refrendarlo en las series posteriores, pero el trasteo, en esa estrecha línea entre el posible triunfo y la discreción, se quedó en lo segundo. Series limpias, pero a las que faltó pimienta, pese a la habitual facilidad del espada de Camas para conectar con el tendido. Epilogó por ajustadas bernadinas. Frente al cuarto, el más manejable y noble de toda la corrida, Oliva Soto dibujó buenos muletazos por ambos pitones, tal vez faltó bajar una pizca más la mano. Someter más la embestida del burel, que le permitió componer pases con plasticidad pero a media altura, lo que impidió que su labor rompiera. Mató con una efectiva media en buen sitio y saludó otra ovación, entre tímidas protestas.
Previamente, José María Arenas confirmó su alternativa. Otras siete más de a pie nos esperan en el maratoniano abono isidril. El toro de la ceremonia, «Flautista». Un colorado que recibió lo suyo en varas. Muy mal lidiado y tras banderillearlo sin brillo su matador, el toro no rompió en la muleta. Media arrancada y sin entrega alguna como respuesta a una faena esforzada del torero manchego, que en vista de la áspera condición de su adversario tampoco se dio mucha coba. Derribó el quinto al bravo picador Anderson Murillo. El colombiano quedó aprisionado bajo el caballo y los segundos se hicieron eternos. Incomprensiblemente, el toro seguía a escasos metros. Mal rato. Arenas volvió a afanarse con la franela, pero no había agua que sacar del pozo. Muy aplomado y lleno de sosería, se fue rajando hasta terminar acunado en las tablas. De nuevo, silenciado.
Esaú Fernández también se apuntó a la moda de la temporada y se plantó frente a la puerta de los miedos. De toriles salió otro colorado muy tardo a los cites, que no contribuyó a aligerar una tarde excesivamente densa. Una barbaridad costó que le picaran. El sevillano inició por estatuarios su faena. Tuvo más metraje del, a priori, esperado. Incluso la tomó con energía en alguna tanda por la diestra. Pero aquello nunca despegó, ni siquiera en el postrero arrimón. Dos toros más paró a portagayola, sin fuerza el sexto, salió un sobrero jabonero de Aurelio Hernando. Excelente clase mostró el de Veragua. Codicia y nobleza en el viaje, que permitió a Esaú Fernández construir una faena entonada. Creció al natural, profunda una de las tandas, y se vertebró en derechazos de mano baja. Faltó mayor limpieza. Tras pinchazo y estocada, se pegó una vuelta al ruedo para poner fin a una tarde plomiza a las puertas de la isidrada.
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