Albacete
Cuando las orejas no importan
Manzanares sale a hombros y un Ponce magistral queda sin premio.
Manzanares sale a hombros y un Ponce magistral queda sin premio.
Albacete. Novena de feria. Se lidiaron cuatro toros de Núñez del Cuvillo, y dos, 1º y 3º, de Juan Pedro Domecq, desiguales de presentación y juego. El 2º, el mejor con diferencia, fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre. Lleno. w Enrique Ponce, de rojo y oro, cuatro pinchazos y un descabello (silencio tras aviso); pinchazo y estocada (vuelta al ruedo con otro aviso).w José María Manzanares, de azul noche y oro, entera (dos orejas); entera (dos orejas).w Álvaro Lorenzo, de azul pavo y oro, entera (oreja); pinchazo y estocada (silencio).De las cuadrillas destacó la de Manzanares.
Ya hace mucho tiempo que es norma de ley considerar el número de orejas conseguido como índice de triunfo. Sin embargo, muchas veces, no debería ser así y la cosecha de despojos no debería servir para considerar quién ha estado mejor o peor. También el público, que pretende rentabilizar el precio de su localidad en función de los trofeos conseguidos –como si justificara el dinero invertido con arreglo a lo triunfal o brillante que hubiese sido la función– hace que sea ya práctica habitual el pedir orejas por casi todo. O por casi nada.
Y algo de esto hubo ayer en la penúltima corrida de la feria de Albacete, en la que se lidió un desigual encierro de Núñez del Cuvillo remedado con dos astados de Juan Pedro Domecq –conjunto de muy desigual presentación y juego, con un toro de bandera, el segundo, premiado con la vuelta al ruedo y otros, cuarto y sexto sobre todo, parados y muy deslucidos–, y de la que José María Manzanares salió a hombros merced a las muy fáciles orejas que le procuró la gente que llenó la plaza mientras que lo mejor y más importante, mucho más, corrió a cargo de un inconmensurable Enrique Ponce.
Al torero alicantino le tocó en suerte en su primer turno un toro extraordinario–«Currillo», hijo de «Dudosito», indultado en Zafra en 2009 por Miguel Ángel Perera–, bravo, siempre al ataque, incansable, repetidor, con transmisión y con el que anduvo muy por debajo. Con mucha velocidad, sin acabar de acoplarse, quitando con rapidez la muleta... Es verdad que hubo detalles y momentos de gran plasticidad, pero tuvo material para haber estado mejor. Y, además, su estocada cayó muy baja. Tampoco se centró con el quinto, al que sí mató con eficacia y contundencia, pero su labor fe muy irregular y con muchos altibajos.
Enrique Ponce, en cambio, con un lote muy deslucido, anduvo impecable y derrochando valor, ganas y coraje. Como si estuviese empezando y necesitado de contratos. Muy templado y cuidando con suavidad y mimo a su pobre primero, al que fue sobando, acariciando su ánimo con muletazos de suave dibujo pero eficaz calado y del que sacó todo, se peleó como un jabato con el imposible cuarto, renuente y deslucido, con el que no quiso irse de vacío. El astado embistió, cuando lo hizo, rebrincado y a la defensiva, intentado quitarse la muleta de encima y refugiándose en tablas, donde Ponce le aceptó la pelea. Estuvo mucho rato ante la cara del toro, aguantando dudas y arreones y alargando, en la medida de lo posible, las embestidas de un animal al que hizo mejor de lo que fue en busca de un triunfo que no llegó por la espada, ya que pudo cortar una oreja de cada uno de sus oponentes de haber matado con prontitud. Pero para el recuerdo y la historia queda lo hecho por él.
Otra oreja se llevó Álvaro Lorenzo por una muy firme faena a su primero, con el demostró temple y elegancia en un trasteo siempre a más. Con el muy parado sexto sólo cupo voluntad.
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