Toros

Francisco Rivera Ordóñez

Cinco orejas y festejo suspendido en Hellín

Cinco orejas pudieron repartirse los toreros Francisco Rivera Ordóñez «Paquirri», Miguel Abellán y Alberto López Simón antes de que la lluvia obligara a la suspensión del festejo de ayer en la localidad albaceteña de Hellín.

Se lidiaron cuatro toros de Daniel Ruiz, de presencia correcta. Bravos y con clase primero y cuarto, éste último sobre todo por el pitón derecho; bueno el tercero y manejable el segundo.

Francisco Rivera Ordóñez «Paquirri»: oreja y oreja.

Miguel Abellán: oreja.

López Simón: dos orejas.

La corrida se suspendió tras el arrastre del cuarto toro por encontrarse el ruedo impracticable para la lidia. La plaza registró algo menos de media entrada en los tendidos.

SE QUEDARON CON LAS GANAS

La lluvia que empezó a caer durante la lidia del tercer toro convirtió en apenas veinte minutos el ruedo de la plaza de toros de Hellín en una laguna en la que se hacía imposible el toreo. Lamentablemente los espectadores que llenaron los tendidos en casi la mitad de su aforo se quedaron con las ganas de ver tanto a Miguel Abellán como a López Simón en los segundos de sus lotes.

Fue éste último, López Simón, el que realizó, con diferencia, lo más notable del festejo, poniendo de manifiesto que lo suyo no es fruto de la casualidad, sino de tener las cosas muy claras. El madrileño destacó en el recibo a verónica frente a un bravo ejemplar de Daniel Ruiz, al que condujo con la muleta descolgado de hombros por el pitón derecho, con tandas ligadas de cinco y seis muletazos, y con una firmeza sobresaliente. Además mató contundentemente a la primera y con tan solo un toro se erigió en triunfador de la corrida en calidad.

En cuanto a cantidad también cortó dos trofeos Paquirri, uno a cada oponente. A sus manos fue un lote de gran nota ante el que el torero quedó claramente por debajo. Su primero tuvo clase y entrega, y el cuarto hizo el avión por el pitón derecho, lo cual no fue motivo suficiente para que su matador se ciñera con él sino para que lo condujera por fuera en una faena –como en su primero– periférica.

Miguel Abellán se justificó con sobriedad pero sin mayores brillos en el único que estoqueó, el menos lucido de los cuatro lidiados.