Feria de Málaga

Decepción de la corrida estrella

Hermoso de Mendoza, que firmó una faena magistral, hizo lo mejor de un festejo en el que falló el ganado

Pablo Hermoso de Mendoza pone una banderilla corta
Pablo Hermoso de Mendoza pone una banderilla cortalarazon

Valencia, 25 de julio. Quinta de feria. Más de media entrada. Dos toros de Bohórquez para rejones, manejable el primero y parado el cuarto, y cuatro de Victoriano del Río para lidia a pie, bien presentados y de poco juego. Hermoso de Mendoza, pinchazo y rejonazo, oreja; rejón de muerte, ovación; El Juli (de plomo y oro), entera y descabello, ovación; pinchazo, estocada y tres descabellos, ovación; Miguel Ángel Perera (de botella y oro), dos pinchazos, entera, silencio; entera, silencio.

Como suele ser frecuente, la expectación acabó en decepción y la corrida estrella de la Feria de Julio acabó defraudando en gran medida. En primer lugar porque la plaza se llenó sólo en algo más de su mitad, y segundo, por el poco juego del ganado, desfondado y mansón el de lidia a pie, y desigual el de rejones.

Lo más destacado de la función lo protagonizó, sin duda, Hermoso de Mendoza. Paró con pasmosa facilidad al toro que abrió plaza, demostrando una capacidad técnica portentosa en todas y cada una de sus acciones. Jugó, literalmente, con su oponente y cuajó una primera faena impecable, magistral, entusiasmando cuando, tras creer que el astado estaba mortalmente herido, descabalgó y fue achuchado por el moribundo animal, siendo defendido por su caballo «Pirata», que no dudó en atacar al de Bohórquez para ayudar a su dueño.

Tuvo mucho menos gas el cuarto, mucha menos fuerza y más parado, obligando al rejoneador navarro, tan brilante como eficaz, a ser él quien hiciese todo el gasto en busca de redondear su triunfo. La gente se volcó otra vez cuando sacó de nuevo a «Pirata», que ahora pareció enfadado por volver a trabajar, y, en el colmo de la mala suerte, descordó al toro con el rejón de muerte, trocando la Puerta Grande por una ovación.

El primer toro de El Juli embistió descompuesto y rebrincado pero siguió el engaño con voluntad y afán. No acabó de convencerse el torero madrileño, muy despegado y desplazando siempre hacia afuera, dejándose llevar por la inercia de las embestidas y sin meterse nunca con su contrincante. El colorado quinto desistió pronto en su pelea en el peto y apretó hacia adentro en el segundo tercio. Fue un toro muy cambiante, que buscó pronto el amparo de las tablas y se tornó luego andarín, sin dejar colocarse a su matador, que tardó en ver que por el pitón izquierdo se desplazaba con mucha más templanza y bondad, pero apenas puso sacar un par de naturales antes de que el astado se rajase ya definitivamente.

Pareció pararse el tercer toro de la tarde tras su paso por el caballo pero las banderillas cumplieron con su función y el astado se fue arriba, aunque enseguida se puso a la defensiva, buscando quitarse de encima la tela y todo lo que le molestase, sin dejar lucir a Perera, siempre incómodo. Aunque soso, al ser más suave, se pensó que el sexto podría servir, pero la esperanza se disipó pronto, justo cuando comenzó a defenderse, apenas incidía la faena de Perera, que no tuvo más opción que derrochar inútilmente voluntad y ganas.