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Dos novillos poco aprovechados en la víspera de San Isidro

Un espectáculo gris y aburrido fue lo que dio de sí la novillada puente a la Feria de San Isidro celebrada hoy en Las Ventas, en la que, sin embargo, destacaron dos novillos de Castillejo de Huebra, poco a aprovechados por sus respectivos lidiadores

Dos novillos -segundo y cuarto- de Castillejo de Huebra y tres -tercero, quinto y sexto- de José Manuel Sánchez, desiguales de presentación y juego. Destacó el buen cuarto; también sirvió el quinto; nobles, flojos y sin empuje, los dos primeros; y a la defensiva el sexto. El primero fue un sobrero de Hermanos Sánchez Herrero, manso de solemnidad.

Jorge Isiegas, de blanco y plata: estocada trasera y desprendida (división al saludar); y cuatro pinchazos y descabello (división al saludar tras aviso).

Joao Silva «Juanito», de celeste y oro: estocada honda, trasera y tendida, y dos descabellos (silencio tras aviso); y estocada trasera (vuelta al ruedo con algunas protestas tras leve petición de oreja).

Adrien Salenc, de añil y oro: estocada trasera (ovación); y pinchazo hondo y dos descabellos (silencio tras aviso).

La plaza registró menos de un cuarto de entrada (4.822 espectadores, según la empresa) en tarde progresivamente fresca y ventosa.

No hubo grandes cosas que contar en la novillada puente a la Feria de San Isidro, celebrada hoy en Las Ventas. Y si hubo alguna, no fueron buenas.

La primera mala noticia fue la poca afluencia de público, con un quinto escaso de plaza, la peor entrada de lo que va de temporada en Las Ventas. Pero lo peor es que hubo dos novillos con posibilidades -cuarto y quinto- y ambos acabaron en el desolladero con las orejas puestas por el mal planteamiento de faena de sus dos lidiadores.

Un ensayo general de lo que puede ser este San Isidro, también por el hecho de ver a los cabestros de Florito haciendo acto de presencia nada más empezar para llevarse al inválido primero.

En su lugar salió un sobrero de Hermanos Sánchez Herrero al que le faltaba un mes para cumplir los cuatro años y que fue manso de solemnidad, de esos que pasan de capotes y solo buscan la salida, quedándose a medio cuerpo de saltar las tablas que resguardan la puerta de chiqueros.

No quiso tampoco capotes ni caballo, parándose ya en banderillas. Y, como no podía ser de otra forma, tampoco sirvió en el último tercio, defendiéndose y sin pasar en ningún momento en las telas de un Isiegas tan voluntarioso como poco resolutivo.

El cuarto fue, con diferencia, el mejor novillo del sexteto, un animal con más fondo, movilidad y clase que sus hermanos, con el que Isiegas anduvo también más entonado, aún sin llegar tampoco a estructurar la faena que merecía tan enclasado antagonista.

Pero hubo dos o tres tandas ligadas por el derecho que hicieron despertar a los tendidos. Series, eso sí, de medios pases y acompasando las embestidas. Por el izquierdo tenía mucha más profundidad el animal, e Isiegas debió haber estado mejor con él, pues le faltó mayor suavidad en los toques, más sosiego, de ahí que la impresión final fuera de que todo había quedado a medias.

El primero de Juanito fue un «murube» muy noble, flojito, que colocaba muy bien la cara pero había que tirar de él con suavidad, sin brusquedades. El portugués no acabó de cogerle el aire en una labor intermitente, en la que alternó pasajes estimables al natural con otros tropezados y más deslavazados.

El quinto, aun con un punto de temperamento, fue novillo con posibilidades, sobre todo por el derecho, y Juanito anduvo decidido, dispuesto con él, pero le sobró un punto de ligereza y consistencia en lo fundamental para que aquello rompiera de verdad. Pero metió la espada a la primera y hasta le pidieron la oreja. Al final tuvo que conformarse con una vuelta al ruedo.

Salenc mostró buen oficio con su blandito e insulso tercero. El joven galo diseñó una labor muy templada y bien estructurada, pues supo lo que había que hacerle en cada momento a su antagonista, con el que se mostró solvente y por encima de las circunstancias. Otra cosa es que la gente entrara en la faena, condicionada sobremanera por la falta de enemigo.

El sexto tampoco se prestó, éste por falta de clase y actitud defensiva, quedándose también corto en la muleta de un Salenc que lo intentó de todas las formas posibles, pero sin lograr sacar nada en claro. EFE