Toros

Santander

El buen bajío de Diego Ventura

Puerta Grande para la figura hispano-lusa que formó sendos líos en el prólogo de la Feria de Santiago; esfuerzo con premio de Galán

Diego ventura sale por la Puerta Grande de la plaza de toros de Santander / EFE
Diego ventura sale por la Puerta Grande de la plaza de toros de Santander / EFElarazon

Después de una semana de agua y más agua, hasta aborrecerla, el ‘Alfa’ de la Feria De Santiago trajo (¡por fín!) el sol. Se abrieron los cielos para que bajara directo del Olimpo, el Dios actual del rejoneo. Un mito vivo, en activo, al que no hay que perder ocasión de ver en el ruedo. Diego Ventura abrió ayer la Puerta Grande de Santander y demostró otra tarde más en una temporada de ensueño, que su lugar en el trono es inamovible. Dos orejas del parado y desfondado quinto -las cosas de las figuras de época, que ven toro en todos lados- que pudieron ser cuatro de no ser por los aceros en el enclasado segundo de un variado encierro de Los Espartales, altote y con cuajo, al que faltó raza, salvo a ese segundo y al codicioso tercero.

Ventura tuvo que esperar al quinto, un mastodonte de 615 kilos, hondo y con romana, para asegurar esa salida en hombros. Comenzó quebrando en los mismos medios sobre “Lambrusco” en los dos rejones de castigo. Después aprovechó el motor del toro con “Importante” tanto en el toreo a dos pistas, muy templado, como en las piruetas inverosímiles en la misma cara del astado. Una. Dos. Tres. Hasta cuatro llegó a pegarle consecutivas. El tendido, una locura. Más que meritorios caballo y jinete. Con el toro ya aplomado, atacado de sus kilos, tiró del bayo “Bronce” para rascar algo más, pisando terrenos muy complicados con los cuartos traseros. Entonces, llegó el momento de “Dólar”. Primero un ramo, para tomar contacto. Luego, la solemne ceremonia. Ya casi un rito. Ventura quita la cabezada al caballo y la arroja a la arena cobriza de Cuatro Caminos. Ata las riendas y toma dos banderillas para citar de punta a punta sin riendas. Una locura a la que va sumando nuevas “perlas” como los balancines previos para adornar el embroque. Las dos farpas cayeron en una moneda y Santander se puso en pie. Entregado. De locos. El rejón, en todo lo alto, debía ser suficiente, pero se tragó la muerte el burel e incluso después lo levantó el “tercero”. Dio igual, cuando claudicó definitivamente estalló el clamor y llegó el doble premio.

Diego Ventura coloca un par de banderillas a dos manos sin cabezada

Dos más debió cortar de su primero. Un segundo ensillado, alto de agujas, que tuvo fijeza, ritmo y mucha transmisión. Gran toro. Una embestida de dulce para un caballo que es almíbar puro. Porque no hay otro ahora mismo como “Nazarí”. Dos vueltas, casi tres, le templó toreando de costado. Cosido a milímetros lo llevó al ralentí para hacer rugir al tendido. Las banderillas, reunidas, sin mácula. Lo había parado con “Guadalquivir” en un baldosín y “Lío” hizo honor a su nombre en una faena memorable al quiebro. Venía fijo y andando el “Murube” hacia las querencias y, dándole todas las ventajas, Ventura quebró en tres farpas de casi atropellar la razón pegado a tablas y citando muy en corto. Pero el acero, romo, fue esquivo esta vez tanto el rejón como el descabello. Leves palmas que supieron a casi nada, porque era de dos orejas.

El otro trofeo de la tarde fue para Sergio Galán. Llego en el cuarto, un toro que tuvo movilidad y cierto celo, pero que siempre echó la cara arriba en el embroque. Muy molesto el momento de la reunión. Galán lo había recibido con “Artista” y después expuso una barbaridad en las farpas para clavar en la cara, ahora al quiebro ahora a la grupa, tanto con “Embroque” como con “Capricho”. Labor estoica que incluso le costó un fuerte golpe en el costado con la pala de la res, que siempre ponía los pitones por encima de la montura. Esfuerzo importante. Tras un carrusel de cortas con el perla “Óleo” pinchó antes de un rejonazo de efecto fulminante que puso la oreja en su mano. Con el ejemplar que abrió la feria, volvió a “querer” en una labor en la que destacaron tres banderillas -no duró más el animal- sobre la gran estrella de su cuadra “Ojeda” después de darle el celo que no tenía con “Amuleto”, con el que además le había esperado a portagayola. Saludos.

Sergio Galán clavando un rejón

Cerró la terna Leonardo Hernández que volvió a poner mucha pólvora durante toda su tarde. Especialmente, con el codicioso tercero, al que firmó una labor enfibrada y poderosa en la que destacó sobre “Estoque” y “Despacio”, templando a dos pistas la embestida del noble toro de Los Espartales. Pero marró con el acero y se esfumó el trofeo. Fue silenciado. Idéntico pecado tuvo en el sexto, un toro sin clase y desentendido, en el que volvió a mostrar su rejoneo de raza. Brillantes banderillas citando de lado a lado con “Enamorado” y, sobre todo, con “Sol” con el que clavó citando muy en corto, a toro parado, y ofreció siempre los pechos de lo caballo para llevarlo muy ligado. Lástima de aceros. También lo notó Ventura, dos que debieron ser cuatro, pese a su momento, su buen bajío, y su rejoneo de leyenda. Hay que verlo. Aprovechen.

Santander. Primera de la Feria de Santiago. Se lidian toros, reglamentariamente despuntados para rejones, de Los Espartales, de correcta presentación. El 1º, parado y a menos; el 2º, buen toro, de mucha clase, con fijeza, buen tranco y transmisión; el 3º, codicioso y con ritmo; el 4º, con movilidad pero sin entrega, echó la cara arriba en el embroque; el 5º, atacado de kilos y desfondado; y el 6º, sin fijeza y desentendido, no tuvo clase. Lleno en los tendidos.

Sergio Galán, rejón trasero y caído (saludos); pinchazo, rejonazo de efecto fulminante (oreja).

Diego Ventura, pinchazo, medio rejón en buen sitio, pie a tierra, tres descabellos(leves palmas); buen rejón entero (dos orejas).

Leonardo Hernández, pinchazo sin soltar, rejón entero, pie a tierra, descabello (silencio); cuatro pinchazos, rejonazo muy caído, pie a tierra, descabello (saludos).