Ferias taurinas
El capote de Morante embruja Sevilla
El de La Puebla mereció más premio en el primero y bordó el toreo de capa al cuarto; actitud de Castella y Talavante
La Maestranza (Sevilla). Sexta de la Feria de Abril. Se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo, bien presentados y nobles, por su poca raza, se vinieron a menos en la muleta.. Lleno de «No hay billetes».
Morante de la Puebla, de burdeos y oro, media estocada (saludos); pinchazo, estocada casi entera (saludos).
Sebastián Castella, de blanco con bordado en lila y oro, tres pinchazos, estocada (saludos); estocada, aviso (saludos).
Alejandro Talavante, de añil y oro, dos pinchazos, estocada tendida, cuatro descabellos (silencio); pinchazo, media defectuosa (saludos).
Parte médico de Talavante: «Herida incisa, producida por el estoque, en el dorso de la mano izquierda, que interesa a planos superficiales, se comprueba integridad en los tendones extensores y se aplica sutura bajo anestesia local».
La tarde en La Maestranza se presumía de toreo grande. Morante, en cartel, tras el Domingo de Resurrección. Castella y Talavante se jugaban la feria a una sola carta. Llenazo al auspicio de este guión en el inicio de Farolillos. Y hubo justificación. El hechizo de Morante con el capote –todos embrujados–, la buena faena de Talavante al sexto y la disposición de Castella nos quedaron en la retina.
Morante de la Puebla vio pronto la calidad que llevaba en los pitones el jabonero de Cuvillo que abrió la tarde. Tanto es así, que lo recogió pronto con el capote y se estiró con ese empaque tan suyo. El animal metía bien la cara, aunque salía distraído de la suerte. Verónicas cadenciosas gustándose mucho y tirando con suavidad del animal. Castella se sumó a la fiesta en un estimable quite por chicuelinas. Mandó dosificar el castigo en varas el de La Puebla siempre muy a gusto con este animal, pese a costarle acoplarse en ocasiones. Por ello, hubo de todo en su faena. Predominó lo bueno. Destacó una serie por la derecha llena de belleza. Hubo otras en las que le punteó la muleta y bajó el nivel. Llegaron entonces dos tandas de naturales tan limpios como sentidos en los que el torero se rompió con el toro. Lástima los enganchones posteriores. Tuvo interés, pero faltó continuidad. Mató de eficaz media estocada.
Lanzado comenzó su labor ante el cuarto «Cuvillo», que tuvo buen son de salida. Morante lo toreó sensacional con el capote. Primero, en los lances de recibo, y luego en los quites. En plural. Porque tan a gusto estuvo, que repitió en su repertorio. Primero chicuelinas, luego verónicas. Tuvo naturalidad y despaciosidad cada uno de los movimientos del torero. El público se volcó y parecía como si el de La Puebla quisiera reconquistar el cetro de esta plaza, que nunca ha perdido, pese a ocupar otros toreros el corazón de la afición sevillana. Cuando parecía seguro el triunfo con esa faena tan soñada de Morante, el animal se vino muy a menos y no pudo coronar tan magna obra, brindada a Ángel Peralta.
A chiqueros se fue Sebastián Castella en el segundo. Portagayola. Muy dispuesto en su única cita de este año con el tendido sevillano. Tras la larga cambiada, se entregó con unas verónicas vibrantes. Entusiasmado. Tanto que, al final, fue arrollado por el toro. Le quedaron secuelas de dolor toda la lidia, pero afortunadamente no de herida. Con la pañosa, planteó una labor basada en el temple y la suavidad en los muletazos. Al principio es posible que atacase al animal en exceso y éste lo acusase. Más pausado a continuación, permitió reposar más al astado y extrajo algunas tandas estimables, pero ya sin remontar el vuelo. Animal con nobleza, pero sin chispa. No bajó la intensidad Castella en el quinto, tomó el camino de toriles y otra vez lo saludó a portagayola. Estuvo muy entregado con el capote y quiso rubricarlo con la pañosa. Inició la faena en los medios con el cambiado por la espalda. Sobre la derecha alcanzó momentos vibrantes y se justificó con la zurda hasta que rehuyó su oponente la pelea. Acabó la faena en chiqueros. Mala suerte en el lote para el galo.
Alejandro Talavante ya había cantado sus intenciones en un quite por chicuelinas al segundo, pero en el primero de su lote no pudo hilvanar con lucimiento su disposición. No acabó de romper la faena del extremeño. Estuvo correcto y sacó tandas por ambos pitones con un burel rebrincado y a menos en su codicia. Además, en el primer embroque para la suerte suprema, se cortó en la mano izquierda con el estoque. Manó la sangre con abundancia. Ni facultades ni valor le restó este percance. De la enfermería, directo a la boca de toriles. De hinojos lo recibió con largas cambiadas. La misma disposición sacó en la muleta con una faena cincelada desde la quietud y la variedad. Se dejó llegar muy cerca los pitones en el tramo final. Pudo ser de oreja, pero los aceros no funcionaron. Y mientras Sevilla seguía hipnotizada por ese capote pendular de Morante. De ensueño.
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