Ferias taurinas

El coloso José Tomás: el torero sin televisión reinventa la cámara lenta

Apabullante tarde del diestro de Galapagar que corta seis orejas y rabo en Granada en un despliegue de genialidad, temple y emoción.

José Tomás salió por la Puerta Grande. Foto: Efe
José Tomás salió por la Puerta Grande. Foto: Efelarazon

Apabullante tarde del diestro de Galapagar que corta seis orejas y rabo en Granada en un despliegue de genialidad, temple y emoción.

Los lances suaves, detenidos, retenidos, ajustados, prendidos a la embestida de un Cuvillo que salía del envite sin entrega, no la tuvo de inicio, fue lo primero que hizo José Tomás. Después de recoger una ovación en la que bien se podía caer la plaza, asegurados sus cimientos, ver a José Tomás salir a escena es como recuperar una parte del pasado, incluso una parte de la memoria propia de todos aquellos lugares, que ya son comunes, compartidos. Espigado, de azul pavo y oro y con el mechón blanco cada vez más extendido sobre su cabeza. Con el pulso menguado se fue al centro del ruedo, después de brindar al público, siete estatuarios ajeno al mundo y a las apreturas del toro. Convencido en ese remate del desprecio en el que Granada estalló. Al natural montó faena al noble animal que repitió en la muleta y con la diestra le cosió al toro las embestidas a los vuelos para limar cierta aspereza. Armonía tuvo la labor y una estocada al primer encuentro que le dio el doble premio de Granada.

Con un siete en el capote casi hasta la esclavina paró José Tomás al tercero de Garcigrande y de pronto como un huracán nos pasó por encima una verónica apabullante, no cabía más torería en ella; el resto fueron buenas pero buscando esa excelencia se nos iba la vida. Qué manera de torear, oiga. El capote a la espalda. Los viejos tiempos. Los nuevos. Y un rosario de siete gaoneras cada cual más comprometida hasta parecer fundirse. A Sergio Aguilar le pidió el toro el título, y se salvó de pura habilidad para después desmonterarse. Torero bueno. La incertidumbre estaba servida. Muy metido en la corrida, José Tomás se fue a por el toro, lo tanteó y en mitad de sus profundidades, el de Galapagar le dio un derechazo para cambiarse la muleta de mano y los pitones y sus muslos hicieron un tetris imposible. Se alejó, tomó distancia y repitió lo mismo solo que esta vez reventó Granada con unos naturales detenidos, casi secuestrando el tiempo: el torero sin televisión era capaz de reinventar la cámara lenta, ahí mismo ante nuestros privilegiados ojos. Qué bárbaro ese ritmo y ese tiempo, lograr torear tan despacio está al alcance de pocos. Se salió de la normal, del patrón y se recreó con esa misma estructura. Belleza tan honda como infinita. Algo así llamado felicidad. La espada se fue abajo. Hubo doble premio.

José Tomás en un tremendo estatuario en la plaza de toros de Granada. Foto: Europa Press

Apretó en el caballo el quinto de El Pilar y tomó el engaño después por abajo. José Tomás imprimió parsimonia a todo, pero al toro no le aguantó el empuje y acabó por convertirse en soso cómplice para la ocasión. Y una espada desaguisada. Nos acercábamos al final. Estábamos a tan sólo un toro de Cuvillo. Le pegó veinte, sí han leído bien, más o menos, no estábamos para los números en cuestión de emociones, veinte delantales arriesgados, rebrincado el toro de salida, tan aplomado el torero, un renacimiento en cada uno de ellos. Sin moverse. Nunca. Jamás. Delito. Se acabaron los delantales. Y siguió inmóvil. El toreo. Un breve puyazo. Y el quite, de infarto. Con la zurda, sin probaturas, con el mentón hundido y las zapatillas taladradas sobre la arena comenzó faena. Daba igual la desigualdad del toro, daba igual que llegara al envite rebrincado, daba igual ¿verdad? José Tomás. Iba y venía el toro con franqueza, se inventó el resto hasta unos estatuarios finales de delirio. En los medios entró a matar, en corto y por derecho. José Tomás, otra historia nos agarró el estómago hasta la congoja.

Sergio Galán no tenía papel fácil, pero multiplicó por tres su empeño con un cuarto que se dejó hacer y apuró los encuentros hasta el límite. Más discreto había pasado con el soso primero.

La Puerta Grande de Tomás fue bestial. Como lo había sido su toreo toda la santa tarde.

Ficha del festejo:

Granada. Se lidiaron toros para rejones, reglamentariamente despuntados de pitones de Pallarés, el 1º, sosote, y Benítez Cubero, el 4, bueno. El 2º, y 6º de Núñez de Cuvillo; 3º, de Garcigrande; 5º, El Pilar. El 2º, noble y de buen juego; 3º, manejable, humilla y con sus irregularidades; 5º, encastado pero a menos; 6º, va y viene con franqueza. Lleno de “No hay billetes”.

Sergio Galán, rejón (saludos); cinco pinchazos, rejón (saludos).

José Tomás, de azul pavo y oro, estocada (dos orejas); estocada baja (dos orejas); estocada trasera, tendida y caída, un descabello (saludos); buena estocada (dos orejas y rabo).