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El Juli: «El animalismo está mal entendido, importa lo que se ve, no lo que pasa»

Mañana hace 20 años que tomó la alternativa un jovencísimo Julián en la plaza de Nimes. A sus 35 celebra la efeméride el próximo 13 de octubre con una encerrona en solitario en la plaza de Zaragoza.

El Juli, a pocas horas de afrontar su primer compromiso en Albacete. De espaldas al espejo, Julián López, con todas sus caras. Foto: Alberto R. Roldán
El Juli, a pocas horas de afrontar su primer compromiso en Albacete. De espaldas al espejo, Julián López, con todas sus caras. Foto: Alberto R. Roldánlarazon

Mañana hace 20 años que tomó la alternativa un jovencísimo Julián en la plaza de Nimes. A sus 35 celebra la efeméride el próximo 13 de octubre con una encerrona en solitario en la plaza de Zaragoza.

Asustan sus cifras. 20 años de alternativa a los 35. Fue niño prodigio, precoz... Un Juli que se convirtió en Julián y reconvertido un millón de veces sigue en la cumbre, cosido a heridas, por dentro y fuera, y depredador de sus propias emociones y ambiciones, a pesar de haberlo conseguido todo. O casi. Nos atiende a pocas horas de jugarse la vida en Albacete. Y solo pensarlo, inquieta.

–¿Cuesta más jugársela ahora que antes?

–Sin duda. Cuesta más entrenar, viajar, sacrificarse y cuesta más porque tengo mucho más que perder. La inocencia de cuando empiezas da mucho valor.

-Se despide a lo grande con seis toros en Zaragoza. ¿Necesidad?

-El año de mis 20 de alternativa valoramos varias plazas para celebrarlo y decidimos que Zaragoza era un buen lugar. Tenía ese aliciente de ser plaza de primera, con el toro de primera que creo que es donde se definen los toreros, una tarde con cuatro encastes, que creo que eso ilusiona al público y la forma perfecta para rematar la temporada.

–¿Es importante la variedad de encastes para una figura?

–Creo que hay mucho tópico sobre la ganadería, el encaste y sobre la forma de embestir, pero está claro que hay un movimiento hacia los diferentes encastes y en una corrida especial encaja darle variedad.

–¿Cuántos El Juli ha habido en estos años?

–Juli hay uno, pero las circunstancias te hacen pasar por diferentes etapas y puedes sacar más un rasgo u otro. Hay veces que sacas un rasgo con el que ni tú te sientes identificado. En ocasiones, toreros como yo, que tenemos mucha capacidad para entender a los toros se vuelve en nuestra contra, porque te permite hacer tauromaquias que a veces no sientes. Está claro que es mucho más cómodo esperar a que salga el toro para hacer el toreo que tú quieres, pero los toreros que tenemos capacidad estamos obligados a sacarle más rendimiento a más toros.

–¿Pesan los 20 años?

–Me pesa fuera de la plaza, viajar, la disciplina. En la plaza vivo un momento bueno, me siento querido y aceptado por el público. Quizá los momentos en los que peor lo he pasado han sido cuando he sentido la animadversión del público, esa dureza por la que pasan todas las figuras.

–Dos décadas después, ¿piensa en algún cambio?

–Tengo la capacidad de ver que han muerto dos compañeros, que el toro hiere, que el fracaso duele, que no lo necesito económicamente y te preguntas el porqué y antes no te lo preguntabas. A la vez lo interiorizas más y te das cuenta de que torear es una oportunidad única de expresar lo que tienes dentro y que sólo lo puedes expresar así y no es un sitio al que vas a justificarte sin más.

–¿Cómo vivió las muertes de Barrio y Fandiño?

–Las muertes de Víctor Barrio e Iván Fandiño me han cambiado la vida totalmente. Yo no tenía presente que se pudiera morir en la plaza de esa manera, era algo que lo piensas, pero no creía que me pudiera pasar. Pero cuando le ocurre a un compañero que le conoces, que toreas con él... Te vuelves vulnerable, me cambió la forma de concebir la vida. Ha sido en estos 20 años de los cambios más radicales.

–En cambio, al día siguiente de ocurrir tendría que torear.

–Sí, toreé en Pamplona y tengo un recuerdo grande de aquel día como torero, porque me sentí más que nunca, sentí que estaba honrando a un compañero, sentía que estaba ganando una batalla personal y humana frente a la dureza que había vivido un compañero.

–¿Qué se responde a la pregunta de por qué torear?

–Hay veces que dudas y sobre todo cuando no me siento querido. Lo que pasa es que esta profesión tiene unos sentimientos que sólo tienes aquí y saber que eso se va a perder de manera total en tu vida es un miedo que tenemos todos los toreros. Temor a ese vacío insustituible con nada.

–¿Vivís en la trampa de la vocación?

–Es una trampa y una completa infelicidad, porque cuando tienes conocimiento y vocación siempre crees que puedes ser mejor y buscas algo a lo que no has llegado. El torero es un eterno insatisfecho. Plasmas momentos sublimes con momentos en los que no eres tú, no te sientes.

-¿Le hiere en el orgullo cuando viene un torero joven como Roca Rey y tira de taquilla?

-No, lo veo en otra etapa. Considero que es el relevo natural que debemos tener. Creo que estoy contento, porque el toreo va a estar en buenas manos.

–¿Otra cosa es la plaza?

–Cuando sales a la plaza quieres ser mejor que él, pero en regularidad es imposible competir con él. Sabes que muchas tardes él va a triunfar y tú no, pero sí tienes el sentimiento de cuajar un toro.

–¿Cuál ha sido el peor Juli?

–El peor es cuando quieres y no puedes.

–¿Son todas las cornadas iguales?

–La principal diferencia es cuando sientes que puedes perder la vida. Las ha habido que duelen, pero sabes que te vas a curar, incluso algunas me han dado grandes éxitos, pero otras, como la de Sevilla, pensé que me moría y esa tiene otra trascendencia.

–¿Se olvida?

–No me acuerdo todas las tardes, pero hay momentos que me llega el recuerdo y me imposibilita. Me puede totalmente.

–¿Piensa en una retirada?

–No, pienso en una reestructurada. En cerrar una etapa, siempre se me ha impuesto seguir unos parámetros y ya no tengo que seguirlos.

–¿A qué se refiere?

–Torear donde quiero, porque creo que el peso del toreo lo llevan otros compañeros también y puedo tomar esa iniciativa.

–¿Ha sido dura la carga?

-Ha pesado mucho cuando me he encontrado más solo arriba y la gente toma una actitud contigo casi cruel.

–¿Cómo se lleva con las redes sociales?

–Es una relación agridulce. Me gusta comunicar lo que siento y ver a la gente que quiero o admiro, pero odio el valor que da el anonimato de las redes sociales, es muy injusto, cobarde y dañino.

–¿Qué le diría a la gente que le llama asesino?

–Es gente que no sabe lo que soy, es estar hablando de la Z cuando lo que tenemos que hablar es de la A. Alguien que no conoce el toreo no está capacitado para valorarme.

–¿Cómo ha evolucionado sociedad y tauromaquia?

-El desconocimiento de la sociedad del mundo del toro es brutal y me apena. Conozco a mucha gente ajena al mundo del toreo y me hace unas preguntas increíbles sobre la tauromaquia, porque es la idea que les llega. Antes se tenía un conocimiento mejor en la sociedad.

–¿Por qué ha pasado eso?

-Por la falta de unión para hablar, por encima de nuestros intereses personales, de algo que es más grande que todo que es la tauromaquia. Nos hemos defendido cada uno como hemos podido, pero nadie ha promocionado la tauromaquia. Cualquier mundo deportivo lo hace: la Fórmula 1 era desconocida hasta que tuvimos un piloto español importante. Aquí pasa al revés.

–¿Hay futuro?

–Sí, creo en el toreo. Ciegamente, pero con esfuerzo y trabajo.

–¿Cómo viven sus hijos la profesión de torero?

–Con naturalidad. Son niños que aman los animales, que ven nacer a los becerros. No pueden ver hacer daño a un perro o un caballo, pero entienden con escasa edad el final del toro bravo y lo hacen sin ningún trauma que les haga ser diferente en su vida cotidiana. Si viera que el mundo del toro les pudiera causar algún daño a mis hijos, aun amándolo, no se lo enseñaría.

–¿Animalismo mal entendido?

–Sí, importa lo que se ve no lo que pasa. La gente que defiende los animales está paralizada ante mil cosas que están pasando con los animales. Pero el foco más deslumbrante es el mundo del toro.