Feria de San Isidro

El pellizco de Curro y la actitud de Galván

La falta de raza de los toros de La Palmosilla choca con el buen toreo del jiennense y la disposición del gaditano

Curro Díaz remata por abajo al segundo toro de La Palmosilla
Curro Díaz remata por abajo al segundo toro de La Palmosillalarazon

Las Ventas (Madrid). Quinta de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de La Palmosilla, bien presentados, pero, desrazados y sin clase, se vinieron a menos en la muleta. Más de tres cuartos de entrada.

Curro Díaz, de rosa y oro, media estocada, cinco descabellos (silencio); estocada trasera y caída (silencio).

El Fandi, de sangre de toro y oro, estocada caída y trasera (silencio); estocada trasera y caída (silencio).

David Galván, que confirmó alternativa, de azul cielo y oro, pinchazo, estocada casi entera (saludos); cinco pinchazos, descabello (silencio).

La quinta del abono llegó marcada por el debut en San Isidro de la ganadería tarifeña de La Palmosilla. Hierro joven con sangre Domecq, que lidió un encierro tan bien presentado como desrazado para el comienzo de la semana de las confirmaciones de alternativa. Hasta cuatro ceremonias se completarán de aquí a pasado mañana. La primera de ellas tuvo como protagonista a un paisano de la vacada anunciada: el joven diestro de San Fernando David Galván. Así, entre gaditanos anduvo el juego en el primero. Un «Distante» para oficiar la cesión de los trastos. Galván lo atemperó con el capote y, tras pasar de puntillas por los primeros tercios, tomó la pañosa cedida por Curro Díaz para comenzar una labor en la que otorgó distancia siempre al animal que, pese a no sobrarle las fuerzas, midió en todo momento al joven espada. Incluso se lo echó a los lomos en una voltereta sin consecuencias tras levantarlo por la pierna. Pese a ello, el gaditano evidenció reposo y supo administrar los tiempos muertos para aprovechar al burel, del que logró extraer una buena tanda de naturales. Ligados y corriendo la mano, pero un inoportuno desarme rompió la sintonía con el tendido. Luego, hubo más intermitencias. Saludó desde el tercio como premio a su disposición.

Una eternidad pasó hasta el sexto. Tiempo de sobra para pensar, para aplacar o disparar los nervios. Salió de chiqueros un precioso y serio castaño salpicado de casi 600 kilos. De lámina. Muy suelto de salida, luego se paró en la muleta por el fuerte castigo que llevó en varas. Más aplomado y con sosería no permitió que el gaditano, que brindó a El Juli, pudiera refrendar cualidades. Quiso hacer todo bien, pero la actitud no encontró respuesta. Pegó un sainete con la espada.

Con Galván, compartió cartel el sábado en Valencia Curro Díaz. Suya fue la única oreja del festejo de la Virgen de los Desamparados. Ayer, el de Linares sorteó un segundo alto y con mucha plaza. Hondo. Blandeó durante la lidia –buen tercio de Montoliú con los palos–, pero llegó a la muleta con movilidad y, sobre todo, nobleza. Torerísimo el inicio de faena para sacárselo a los medios. Marca de la casa, sin duda. Tremendos los trincherazos y los cambios de mano. Lleno de pellizco y convenientemente jaleado por el respetable. Luego, sin embargo, las tandas no acabaron de calar en el tendido. Hubo muletazos muy buenos: limpios y profundos en los que la muleta se deslizó con suavidad por el albero. De enorme belleza, los naturales. Pese a ello, no hubo excesivo eco del tendido, que silenció su trabajo.

Ídem en el cuarto, que se dejó pegar en el caballo. Siesta y media echó bajo el peto en cada puyazo. No había forma de sacarlo. Otro astado que sangró más de la cuenta. Posiblemente, por ello, tampoco fue a más en la pañosa de Curro Díaz que, en vista de lo parado del burel, no tardó en irse a por la espada. Contrariado.

Cerró la terna David Fandila «El Fandi», que estuvo muy en lidiador con el castaño tercero, puso de su parte y se preocupó por seguir el correcto orden de la misma. Banderilleó con tino desigual: sólo dejó un palo en el primer viaje, prendió muy reunidos hasta tres garapullos en el segundo y se lo dejó llegar cerca en el tercer par. Brindó al público e inició de hinojos el trasteo ante un toro al que le faltó motor y, sobre todo, raza. Tampoco terminó de sentirse a gusto el granadino, que lo despachó de una estocada trasera y caída. Al quinto, bien presentado como toda la corrida, lo banderilleó fácil y sobrado de facultades, de las que hizo gala en el cuarto par –que despertó la ira de algunos y puso en pie a otros– al violín. Franela en mano, trazó una labor hueca en la que tampoco colaboró un animal sin clase y cada vez más a la defensiva. Eficaz con los aceros.

Esa premura fue quizás lo más plausible de un festejo en el que Curro Díaz nos trajo el arrebato y Galván, la actitud del ilusionado que comienza.