Valencia

El silencio como losa

Excelente debut de la ganadería de Baltasar Ibán

IMAGEN DE ARCHIVO en Algemesí
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En Algemesí (Valencia), primera de la Feria de las Novilladas. Novillos de Baltasar Ibán, muy bien presentados y de gran juego. Lleno en los tendidos.

Borja Álvarez, de turquesa y oro, dos pinchazos, estocada, dos descabellos, aviso (silencio); dos pinchazos, estocada (silencio). Vicente Soler, de turquesa y plata, dos pinchazos, media (silencio); bajonazo que hace guardia, estocada, aviso (silencio).

Comenzó la Feria de las Novilladas de Algemesí, la más antigua, prestigiosa e importante de cuantas tienen a los novilleros como base -ella ha sido espejo y modelo de todas cuantas se organizan con este formato en la actualidad- con el habitual lleno en su particular y especialísima plaza. Pese a la crisis, los recortes, la disminución del presupuesto, etcétera, etcétera, a la hora en punto, la gente abarrota los cadafales y se obra, otro año más, el prodigio de ver como se paraliza una ciudad de treinta mil habitantes por una única razón, un solo motivo: sus fiestas de toros.

¿Que el pueblo quiere bous? Pregunta el alcalde el primer día, pues bous tendrá, responde ante la, primero, respuesta afirmativa de sus convecinos y, después, el entusiasmo de aquellos. Y aquí están ya los primeros. No son toros técnicamente, pero por apariencia, cara, hechuras y cuajo, alguno de novillos lidiados en el festejo inaugural bien podría haber pasado por toro. Debutó en la feria la ganadería de Baltasar Ibán, que no quiso dejar la ocasión sin el esplendor que tal acontecimiento requiere y envió un encierro excelentemente presentado, muy serio, hermoso y amplio, con plaza. Y, además, y no menos importante, de un gran comportamiento. Pelearon con bravura en el caballo, empujaron, apretaron, se dejaron pegar y llegaron al último tercio con movilidad, desplazándose con nobleza, tranco y obediencia, sin malos gestos y con altas dosis de manejabilidad. Y, sin embargo, el balance de sus matadores, sorprendentemente, fue decepcionante y ninguno de los dos novilleros actuantes fue capaz de salir a corresponder una triste ovación.

Borja Álvarez evidenció su oficio y el haber toreado mucho. Anduvo aseado y a ratos templado, corriendo la mano con parsimonia y estando mucho rato ante sus oponentes, cumpliendo dos faenas largas y tesoneras en las que hubo de todo.

También Vicente Soler dejó claro que está puesto, como su colega alicantino tiró de repertorio con la capa, intervino en quites, banderilleó y nadie puede decir que se escaqueara. Ejecutó muchos muletazos pero... No calaron, no tuvieron eco. Tampoco les ayudó el no andar finos con la espada, pero lo bien cierto es que, al final, sus actuaciones fueron silenciadas y su marcador quedó a cero.