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Toros

El viaje psicológico de López Simón: "Desaparecí del mapa durante 20 días"

El diestro de Barajas narra a LA RAZÓN, tras el grave incidente de Antonio Ferrera por un bache anímico esta semana, La aventura que, a unos días de San Isidro, le permitió reencontrarse cuando se sentía más perdido.

En la mente del torero. Juan Castilla, psicólogo experto en inteligencia emocional, analiza el perfil del torero: «La gestión del triunfo no es fácil, el abrumador reconocimiento que genera de inmediato hace que a largo plazo genere desajustes emocionales. Una vez reconocido el problema, surge la duda de si podrá rendir profesionalmente como antes», una presión que se intensifica ya que de él depende toda una cuadrilla. «También deben ser valientes para dejarse ayudar».
En la mente del torero. Juan Castilla, psicólogo experto en inteligencia emocional, analiza el perfil del torero: «La gestión del triunfo no es fácil, el abrumador reconocimiento que genera de inmediato hace que a largo plazo genere desajustes emocionales. Una vez reconocido el problema, surge la duda de si podrá rendir profesionalmente como antes», una presión que se intensifica ya que de él depende toda una cuadrilla. «También deben ser valientes para dejarse ayudar».larazon

El diestro de Barajas narra a LA RAZÓN, tras el grave incidente de Antonio Ferrera por un bache anímico esta semana, La aventura que, a unos días de San Isidro, le permitió reencontrarse cuando se sentía más perdido.

A dos metros sobre el suelo, avasallados por focos y aficionados, salen de Las Ventas los toreros triunfadores de San Isidro. Pero como nos recuerda la física, cuanto más alto se sube más dura puede ser la caída. A estos hombres también les llega el momento de bajarse de los hombros de quienes les cargan y enfrentarse a la soledad del hotel. Sin duda el toreo, como cualquier actividad artística o deportiva está muy expuesta a los altibajos emocionales, pero la gestión del triunfo y el ego no es el único factor con el que debe lidiar un torero de nuestro tiempo.

El diestro Alberto López Simón acumula 5 puertas grandes en sus 15 comparecencias en Las Ventas como matador, una de cada tres. Los datos son abrumadores, pero detrás de ellos se encierra el alma de un torero que llegó a dejar de disfrutar de su pasión: «Desde pequeño siempre he tenido desequilibrios emocionales, pero en 2015 –año de sus dos Puertas Grandes de Las Ventas con 25 años– me sentía pleno, pero caí en manos de un apoderado que me arrebató toda esa ilusión y me dejó la autoestima por los suelos. Lo recuerdo como una travesía en el desierto». Sin duda los resultados no lo son todo y a veces el éxito profesional no se corresponde con la felicidad, de hecho los conflictos emocionales suelen ser los más difíciles de superar: «Fue como si en mi interior hubiese una ciudad, con sus rascacielos y todo, y de repente fuese devastada por un terremoto». Afortunadamente, los daños de este seísmo no serían irreparables, los cimientos eran demasiado sólidos, pero una ciudad no renace de la noche a la mañana. «Primero tienes que retirar los escombros, volver a sentirte bien contigo mismo y una vez hecho esto es cuando puedes iniciar la reconstrucción», comenta el madrileño de 29 años. Pero bajo los escombros se encontró el torero durante un tiempo, al borde de la asfixia: «Dejé de disfrutar de mi profesión, incluso empecé a generar cierto rechazo hacia ella. Me enclaustraba en mi cama, lo que más me apetecía era dormir. Cuanto más tiempo estaba durmiendo menos pensaba». Pero «the show must go on», todo artista se debe a su público, que ha pagado una entrada y «no tiene por qué conocer ni notar tus días grises», como reconoce el propio López Simón.

Ahora, el torero de Barajas asegura encontrarse en un momento bastante feliz, con la autoestima recuperada, pero sabe que nunca hay que bajar la guardia: «El año pasado, a pesar de estar con un nuevo apoderado –Curro Vázquez– no terminaba de encontrarme anímicamente bien. Después de que las cosas no fuesen bien en Sevilla y de cruzarme por casualidad con un puñado de críticas dañinas, toqué fondo. Cogí el coche y con una mochila y unas deportivas me fui solo a los Picos de Europa (Cantabria y Asturias), me pasé caminando... –el torero no recuerda exactamente el número de días, solo que fue el periodo de tiempo que separa la Feria de Abril de San Isidro, sus referencias en el calendario primaveral– en torno a 20 días. Solo quería alejarme todo lo posible de Madrid, de los toros, de San Isidro, de mi mundo». En los días en los que la capital española se convierte en el epicentro taurino, un torero, anunciado dos tardes en ese mismo San Isidro, se encontraba en la otra punta de la Península sin querer ver ni un capote, como él mismo reconoce: «Desconecté el móvil, me hice indetectable, desaparecí del mapa completamente. Por eso sabía que cuando volviese a Madrid me esperaba una fuerte discusión con mi apoderado. Sin embargo, lo único que encontré fue comprensión». «Llamé a Curro dos o tres días antes de mi tarde en San Isidro y me invitó a su casa para que hablásemos tranquilamente. Yo iba con la idea de abandonar, de echarme atrás ante mis dos tardes en Las Ventas. Sabía que no me había preparado lo suficiente. Llevaba casi un mes sin entrenar», admite. Pero gracias a Curro Vázquez miró hacia delante: «Me recordó que el toreo que había consolidado durante toda mi vida no lo iban a borrar veinte días. Así que decidí torear y hacer frente a mis compromisos». El espada recuerda una anécdota del viaje, en Covadonga (Asturias), en la que al reconocerle, un aficionado le preguntó qué hacía en Picos de Europa a unos días de San Isidro, a lo que él solo era capaz de responder «respirar aire fresco».

Llegaba su primera tarde, el día de San Isidro de 2018, ante toros de Puerto de San Lorenzo junto a El Fandi y Paco Ureña. «Iba con la única intención de resolver la papeleta dignamente y hacer lo que me permitiese mi escasa preparación. Pero aunque artísticamente mi tarde no aportó gran cosa, a mí me ayudó mucho más de lo que esperaba». Con las fuerzas e ilusiones recargadas en esa tarde, el diestro apuró las horas para llegar lo más preparado posible a su segundo y último compromiso de aquel San Isidro. Oreja y oreja fue el resultado numérico, que le valió la puerta grande. «Volví a descubrir lo mágico que es el toreo. Al ir a recoger el segundo trofeo, miré al cielo como buscando una explicación. Casi me parecía injusto». Pero al llegar a la furgoneta Curro Vázquez no estaba de acuerdo con su precipitada apreciación y se lo demostró dedicándole un profundo «te lo mereces».

A principios de este año decide cambiar de apoderado para unirse a Diego Robles (antiguo apoderado de Juan José Padilla), pero esta coyuntura no ha frenado la inercia de esa puerta grande que firmó con el apoyo de Curro Vázquez. En Valencia, Zaragoza y Aguascalientes (México) ya le han sacado a hombros este año. Pero por mucho que abandone las plazas sin tocar el suelo, este chico de barrio hoy mantiene los pies en la tierra: «Cuando me quito el traje de luces en el hotel dejo de ser López Simón para pasar a ser Alberto, a secas, como me llaman mi familia y amigos. Es una distinción que ayuda a que el ego no te consuma. En su casa, en Madrid, se dejará ver el próximo miércoles 22 de mayo, el primer cartel que colgó el «No hay billetes» y que el azar del bombo asignó a Alberto, en la despedida de El Cid y con Roca Rey, el gran tirón de la taquilla. A esta corrida de total expectación la siguen las tardes del 6 de junio con la del Puerto de San Lorenzo y la del cierre de feria el próximo 16 de junio ante los de Santiago Domecq.

Hoy Alberto López Simón atraviesa su octava temporada como matador y en ella se siente más seguro que nunca, porque ya se conoce: «He aprendido a intuir cuando se avecina tormenta, y cuando lo noto no dudo en pedir cita a mi psicólogo». La actitud de este torero renacido no casa con el derrotismo que se respira en algunos sectores taurinos respecto a la ofensiva animalista: «Ahora solo huyo de la gente pesimista que solo ve problemas y no soluciones. Hay gente que cree que mencionarlas es la forma de superarlas. Me angustia. A mi lado necesito personas que vean el futuro con esperanza».