Feria de Bilbao
Esperando al Godot taurino
Digno debut de Tallón en una tarde de escaso contenido pese a un ganado que posibilitó mejores resultados
Las Ventas (Madrid). Se lidiaron novillos de Araúz de Robles y un sobrero (1º) de Benjamín Gómez Martín, bien presentados. El 1º, buen novillo, bravo, con recorrido y humillando por abajo; el 2º, manejable que se orientó pronto; el 3º, enclasado, con prontitud, fijeza y alegría en la embestida; el 4º, movilidad sin entrega; 5º y 6º, con pocas energías, pero manejables. Un cuarto de entrada.
Diego Fernández, de catafalco y oro, estacada baja, descabello (silencio), pinchazo, media atravesada (silencio). Víctor Tallón, de nazareno y azabache, aviso, dos pinchazos, estocada (saludos), dos pinchazos, media (saludos de camino a la enfermería). Manuel Cuenca, de rosa y oro, sartenazo infame, media muy baja (algunos pitos), cuatro pinchazos, media bajísima (silencio).
Más Torre de Babel que nunca, epidemia de aficionados al Mundial de basket mediante, la tarde de ayer en Las Ventas bien pudo servir de escenario para las páginas del «Esperando a Godot» de Samuel Beckett. Como en la obra existencialista del autor irlandés, esperamos y esperamos, suspiramos, hasta añoramos encontrar ese equilibrio soñado entre toro y torero. El misterio de la Tauromaquia. No hubo manera. Ni rastro de ese Godot, que aprovechara las opciones de dos novillos importantes, 1º y 3º, o la nobleza de un manejable y blando, muy blando, encierro de Araúz de Robles.
Ya nos puso sobre aviso el inválido que rompió plaza. Una lámina fue el precioso sobrero de Benjamín Gómez que saltó en su lugar. Cárdeno claro,escurrido de carnes y bien armado, con cara de serio. Muy en Santa Coloma. Diego Fernández, que entró a última hora de la noche anterior en lugar del renqueante Juan Miguel Benito, dejó pinceladas de su concepto clásico en una faena que nunca llegó a despegar. Sobriedad y buen concepto -lo mejor, los pases de pecho- que no prendió la mencha con el tendido, pese a la buena condición de un novillo con movilidad y que humilló por abajo siempre. Ovacionado en el arrastre, el palentino fue silenciado. Repitió balance en el cuarto después de una labor más deslucida por culpa de un animal que nunca se empleó y echó la cara por las nubes. Contenido escaso y el palentino desistió más pronto que tarde.
Debutaba en Las Ventas, el madrileño Víctor Tallón y se encontró con el peor lote. Primero, un novillo noblón, pero escaso de raza y que se orientó pronto. Pese a ello, le dejó estar y plantear un trasteo en el que suplió su falta de experiencia con actitud. Logró sacar algún derechazo estimable, pero la faena no pasó de correcta. Sincero, terminó acortando las distancias entre los pitones. Igual de digno estuvo con el manejable quinto. Otro animal sin gracia que se dejó hacer. El madrileño lo pulseó a media altura y templó buenos muletazos antes de fajarse en otro arrimón sin alardes. Aplaudible disposición.
Manuel Cuenca se gustó en los lances de recibo a un gran tercero con fijeza y prontitud. Verónica, media, revolera y hasta tijerilla. Fue el preludio de una actuación efectista en la que se supo dar coba. En ocasiones, rozando la vulgaridad por sus gestos, desplantes y toda una retahíla de artificios. Se llevó la palma un largo y tedioso tercio de banderillas de lo más heterodoxo. En la muleta, el utrero volvió a cantar sus virtudes. Galopó con presteza al engaño para dejar al descubierto la falta de oficio y el poco bagaje de su matador que, además, pegó un sainete con la espada. Horrible. Al sexto le costó un mundo humillar y Cuenca, tras otro tercio de banderillas muy para la galería que terminó por enervar a un amplio sector, volvió a estar discreto. Poco placeado, no pasó de probarlo por ambas manos antes de marrar nuevamente con la tizona.
Y así, esperando a ese Godot taurino, cayó la noche en Madrid. Lo seguiremos buscando en septiembre y Otoño.
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