Feria de Bilbao

Gonzalo Caballero, compromiso sincero antes del gran reto

Digna y valiente alternativa del diestro madrileño, que saludó sendas ovaciones con un engañoso encierro de Vellosino

El madrileño Gonzalo Caballero ejecuta un derechazo a «Cerillero II», el toro con el que tomó la alternativa
El madrileño Gonzalo Caballero ejecuta un derechazo a «Cerillero II», el toro con el que tomó la alternativalarazon

Las Ventas (Madrid). Tercera de la Feria de Otoño. Se lidiaron toros de Vellosino, bien presentados. El 1º, con movilidad, pero sin entrega; el 2º, blando y descastado; el 3º, movilidad sin transmisión; el 4º, manso y agarrado al piso; el 5º, con movilidad y genio, pero sin clase; y el 6º, manejable. Más de tres cuartos de entrada.

Uceda Leal, de tabaco y oro, estocada baja (silencio); y buena estocada, dos descabellos (silencio).

Eugenio de Mora, de azul rey y oro, pinchazo, buena estocada (silencio); y estocada desprendida, dos descabellos (palmas).

Gonzalo Caballero, de blanco y plata, que tomó la alternativa, pinchazo, estocada baja, aviso (saludos); y pinchazo, estocada caída, aviso (saludos).

Los rescoldos de la tremenda Puerta Grande de López Simón aún nos perseguían ayer cuando ocupamos nuestro lugar en la, ya fría, piedra venteña. De esas tardes que hacen afición. Su amigo Gonzalo Caballero –que le visitó anoche y recogió el testigo de ese héroe postrado en la cama con la herida aún fresca– nos lo recordó, rebasadas las cinco y media de la tarde. Recogió el guante de la empresa y aceptó la sustitución. De blanco y plata, sin mácula, para el paseíllo soñado. Anhelado hasta la extenuación desde hace año y medio, obstinado en una alternativa de categoría en la primera plaza del mundo. La cuna del misterio. Madrid, para un torero de Madrid. Lo máximo. «Cerillero II», el de la ceremonia. Colorado de pelo astracanado que salió muy reservón hasta banderillas. Apretó una barbaridad, entonces, a la cuadrilla. Con letales intenciones cortó a Diego Ramón Jiménez en el tercer par. Expuso lo suyo y saludó. Breve parlamento de Uceda Leal y estatuarios muy ceñidos como prólogo. Luego, el trasteo fue un constante derroche de sincero compromiso. A la altura de la cita. Series cortas sin ahogar al toro, pero logrando la ligazón. Perfecta, la colocación. Tragó lo suyo al natural. Meritorio. Bernadinas finales para acercarse al trofeo, pero pinchó y todo quedó en saludos desde el tercio. Hasta el sexto tuvo que aguardar. Mereció la pena la espera solo por el saludo capotero. Un ramillete de verónicas magnífico. Echando los vuelos de las telas y enganchando al de Vellosino para embarcarlo meciendo el capote con suavidad máxima. Muy templado. Impactante la media de rodillas de remate. Acompañó Curro Robles con dos grandes pares dejándose llegar al toro en largo. Luego, la faena, que comenzó con el cambio por la espalda, serpenteó por esa diminuta red que separa los dos lados de la pista de tenis. El éxito, de lo común. Y ahí permaneció, sin romper. Firme y decidido, Caballero, que se hartó de pasárselo por el fajín. Muy cerca, pero la mecha en el tendido no prendió. Ni siquiera en el tramo final cuando redujo las distancias y su economía de movimientos se convirtió en arrimón de los gordos. Saludó otra ovación como premio al esfuerzo.

Buena temporada ha echado Eugenio de Mora. De vuelta por sus fueros una vez más. La enésima. Enorme reto el de nunca aburrirse. Mostró su inacabable afición con el descastado tercero. Por encima de otro burel que pareció lo que no fue. Así, la mayoría. Movilidad toda, pero de bravura y transmisión, ni hablamos. Toreo sólido y fiel a su concepto clásico en el que siempre atacó con la pañosa por delante en los cites. Hubo derechazos sueltos y algún trincherazo con mucho sabor. Recurrió ante el quinto a ese toreo de rodillas en redondo, templado y profundo, que tantos triunfos le ha valido en su carrera. Aunque con el mismo denominador de la poca calidad, fue otro toro que se desplazó aunque con cierto genio, sobre todo, a favor de las querencias. El toledano las aprovechó para hilvanar alguna tanda estimable, pese a su embestida descompuesta, y dejar clara su predisposición toda la tarde.

Poco pudo hacer Uceda Leal con el segundo, que blandeó mucho en el último tercio. En cuanto el madrileño trató de someterlo por abajo, el animal, que tampoco tuvo raza, perdió reiteradamente las manos. Una utopía. En el cuarto, que se llevó duro castigo en el peto del caballo, se repitió la película. Esta vez a la falta de casta se sumó la mansedumbre de un animal que se rajó a las primeras de cambio. Lo persiguió Uceda y trató de sujetarlo en los terrenos del «5», pero la faena nunca tuvo brillantez. Lo mejor, la estocada, brindada al «7». Marca de la casa. Silencio por partida doble. Y es que la tarde fue para Gonzalo Caballero: tesón en su gran día. Momento de disfrutar antes de asomarse al acantilado del escalafón mayor y ese vértigo por entrar en las grandes ferias. Feroz competencia. Todo un reto.