Feria de Bilbao

Hermoso de Mendoza sí se fue a hombros

El rejoneador cortó dos orejas y una Manzanares en la corrida mixta

El jinete navarro prende el rejón de muerte a uno de sus astados de ayer
El jinete navarro prende el rejón de muerte a uno de sus astados de ayerlarazon

Logroño. Tercera de la Feria de San Mateo. Se lidiaron toros de Carmen Lorenzo para rejones, reglamentariamente despuntados, y de Juan Pedro Domecq, para la lidia ordinaria, desiguales de presentación. El 1º, muy bueno; el 2º, inválido; el 3º, cambiante, embiste a arreones; el 4º, gran toro; el 5º, noble, encastado y de buen juego; y el 6º, noble y descastado. Tres cuartos largos de entrada.

Pablo Hermoso de Mendoza, pinchazo, media (silencio); rejón (dos orejas). José María Manzanares, de azul noche y oro, pinchazo, estocada (silencio); buena estocada, aviso (oreja). Paco Ureña, de azul marino y oro, media, descabello (silencio); estocada trasera, descabello (silencio).

Hermoso tuvo todas las papeletas para llevarse la tarde y se la llevó. De largo. Cuando arrastraban al cuarto, de Carmen Lorenzo, que había sido el padre de su primero en tamaño se entiende, cajón desastre la presentación de algunos de los toros de ayer, ya era rey. El rey de una tarde importante, porque la gente fue a la plaza, tres cuartos largos, a pesar de que Ponce se cayó del cartel por una rotura de fibras y le sustituyó Paco Ureña, que sumó dos trofeos la tarde anterior. Manzanares remataba el cartel anunciado, recién llegado de Nimes, en avión, suponemos, no habría manera de llegar si no. Toreó allí por la mañana. Doblete para el alicantino, aunque en Logroño quedó con un solo cartucho al vérselas con un inválido de primera clase en primer lugar. El jabonero quinto, apretado de carnes y reunido de pitones, sí era toro y tuvo fijeza, nobleza y viveza en la embestida, encastado ejemplar. Faena menor con un espadazo a ley, como es norma. Paseó un trofeo después de una faena ligera y envuelta de empaque quizá, de las que valen para tirar a ciegas, nada más. Hermoso montó un lío gordo con sus toros, que fueron de cante grande. Los dos. Uno chico y otro multiplicado por dos. Y ambos despuntados los pitones, como el reglamento permite. El primero fue sensacional y anduvo sobrado Hermoso con él, pero el rejón no fue y el triunfo tampoco. Con el cuarto, que era más toro, también bueno, y se le dio importancia, protagonizó una actuación vibrante, muy espectacular por momentos. Muy cerca uno y otro. Muy vivos los encuentros, embroques ajustados, cortas a dos mano a lomos de «Pirata» y una resolución plástica de la obra con una muerte fulminante. Final feliz. El más feliz de toda la tarde.

Los muslos vino a jugarse Paco Ureña desde que puso pie en esta plaza. Y los expuso con un toro cambiante que saltó al ruedo en tercer lugar y que ya se quedó por debajo en el capote de Víctor Hugo por el izquierdo. Luego no fueron tanto las malas ideas, como lo volátil que era en sus embestidas.

Arreones, cambios de ritmo... como el lucimiento no fue, encontró Ureña en el valor la única vía para decir aquí estoy yo. Más cerca imposible el arrimón. Brindó el sexto a Hermoso de Mendoza. Pero al toro le faltó casta para arrear, por lo que todo quedó en el esfuerzo del espada. Hermoso se iba hombros. El primero que lo hacía en lo llevamos de feria. Y quedan dos días para decir adiós.