Pamplona

La vida en blanco y rojo: Del almuercico al Alhambra

Churrería La Manuela en Pamplona / EFE
Churrería La Manuela en Pamplona / EFElarazon

Sobrevivir a los Sanfermines se consigue comiendo como Dios manda. Cualquier amante de las fiestas de Pamplona sabe que si uno se deja llevar por la alegría báquica y no la compensa con las grandes viandas de la despensa navarra, está condenado al pinchazo a la primera de cambio. Hay toda una lujuria gastronómica al alcance de quien pasa por Pamplona del 6 al 14 de julio. Es un ritual diario que comienza con los almuerzos después de los encierros, donde las magras con tomate, el huevo frito o el ajoarriero, acompañadas de vino rosado de la zona, son los protagonistas. El entorno de la calle de la Merced, Calderería, con La Raspa como referencia, son lugares imprescindibles para las primera horas del día pamplonés. Luego la sucesión de fritos, pinchos de txamgurro y tortillas rellenas de todas las delicias, se adueñan de las mil y una barras para el vermut de estos días. Bar Fitero, Cocotte, Gaucho, Otano y todo San Nicolás son la pasarela del aperitivo más caliente de las fiestas.

Luego, comidas y cenas en restaurantes que por lo común tienen el menú San Fermín como gancho para los que quieren comer las primeras pochas o el clásico rabo de toro. Hay una familia, los Idoate, que son los auténticos dueños y señores de la capital pamplonesa. El hotel Europa, con su estrella michelín y Pilar al frente de los fogones, tiene su complemento en el burgués y siempre infalible restaurante Alhambra, donde otros hermanos como es Iñaki se arranca a cantar rancheras con los mariachis en estos días de fiesta. La felicidad era esto. Sin olvidar a Rodero, en su magnífica forma con el impecable Koldo en la cocina, o el emergente Baserriberri de Iñaki Andradas. Comer en blanco y rojo es un rito obligado y gustoso para gozar en Pamplona.