Toros

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León, un paso de gigante a la alternativa

El recién alternativado salió a hombros de Valdemorillo, donde se rindió homenaje a Iván Fandiño, quien toreó en esta plaza hace un año

Miguel Ángel León saliendo a hombros esta tarde en Valdemorillo
Miguel Ángel León saliendo a hombros esta tarde en Valdemorillolarazon

Valdemorillo (Madrid) Segunda de feria. Toros de Monte la Ermita, muy serios de presentación. El 1º, noble y de buen juego con el fuste justo; el 2º, movilidad sin entrega; el 3º, sobrero, noble y parado; el 4º, de media arrancada y deslucido; el 5º, noble, de buena condición aunque con el fuste justo; y el 6º, rajado y complicado, Media entrada.

Paulita, de rosa y oro, pinchazo, estocada (silencio); estocada, ocho descabellos (silencio).

El Capea, de coral y oro, pinchazo, media, seis descabellos (silencio); estocada caída y tendida (silencio).

Miguel Ángel León, que tomaba la alternativa, de grana y oro, casi entera (oreja); media, aviso (oreja).

Hacía un año. Un maldito año para su gente, su familia, los del dolor en las carnes y para la afición. Hacía, hizo ya, un año que Iván Fandiño pisó la misma plaza a la que viajábamos hoy. Como siempre, por estas fechas de febrero. Iván toreó aquí, aquella tarde acartelado con El Cid y Paulita, quien también repetía. Mismos toros. Mismo escenario. Qué malos recuerdos vencido el tiempo y las incógnitas de quien asume jugarse la vida. Y la pierde. Fue un 17 de junio cuando el destino le robó a Fandiño las ilusiones. En Francia. Para siempre. Eso ya se sabe. Ya lo saben. Fue aquí, en esta plaza, donde Iván brindó al padre de Víctor Barrio, que también murió en la arena, pocos meses antes en la plaza de toros de Teruel. Un toro le partió el corazón. Lo tuvo todo aquel brindis con las cámaras de televisión como altavoces. “Al padre de un torero grande. Este brindis es una mierda porque seguramente no calme nada, pero lo que te puedo decir es que tu hijo ha dignificado la profesión y que gracias a él nos podemos sentir muy orgullosos y defendidos en todo el mundo. Él está en la gloria, donde la mayoría de los mortales sueñan estar y no podrán”. Valor infinito y macabro de sus palabras cobraron poco tiempo después. Iván también dignificó la profesión. A Iván también le mató un toro. Antes de que diera comienzo el espectáculo se le homenajeó. Allá en la gloria.

La misma que quiso alcanzar Miguel Ángel León el día de su alternativa. Fue toro generoso con el día, de Monte de la Ermita el animal, noble, de buen ritmo y el fuelle justo. Desplegó León todas sus armas y sobresalió la del toreo templado, de suave trazo y facilidad. Cumplió de lejos en su estreno y remató con una estocada corta que fue suficiente. Paseó un trofeo aunque se pidieron dos. Tardamos en volver a ver algo que se le pareciera.

Movilidad sin entrega tuvo el segundo, que no se lo puso fácil a Paulita, vestido de rosa y oro, pero con un chaleco en azabache. Simbología de las cicatrices. Una faena aseada precedió al silencio en los tendidos. Serio fue el cuarto, astifino de pitones, pronto en el viaje pero de corto recorrido y sin llegar a humillar. En ese medio viaje a ninguna parte quiso Paulita componer una faena que no alcanzó mayores glorias. No había rincones en los que cobijarse.

Dos largas dio El Capea al tercero, al titular y al sobrero y de rodillas comenzó una faena que fue perdiendo fuelle al mismo ritmo que el toro, que tenía nobleza pero muy a menos. Cuando la cosa se quedó por ahí, en las cercanías resolvió un Capea con poca destreza con el descabello. Se entregó con un quinto que tenía buen son y nobleza, pero sin motor para empujar detrás de la muleta. La faena de Capea tuvo mucho temple y resolvió con facilidad, pero era difícil que aquello trascendiera al tendido. Esta vez la espada fue y también el trofeo.

Cerraba plaza León, como es protocolo en su alternativa, y lo hizo con un toro serio por dentro y por fuera. Ya en banderillas esperó el animal una barbaridad, cerrado en tablas, desafiante. Mucha tela que cortar para el que acaba de llegar. Con las mismas, sin pensar, no hay miedo, le pegó un pase cambiado por la espalda. Se movió después en la muleta el toro con un molesto cabeceo y a la siguiente tanda, vencido, se rajó. No se afligió León. Todo lo contrario. Defendió la faena de principio a fin con valor y sinceridad delante del toro. Se abrió la Puerta Grande. Él solo.