Feria de San Isidro

Lidias añejas con aroma a otro tiempo

Ferrera, oreja, y Castaño brindan una gran tarde con dos bravos «Adolfos»

Castaño se cruza para torear al natural al imponente sexto
Castaño se cruza para torear al natural al imponente sextolarazon

Las Ventas (Madrid). Vigesimoprimera de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de Adolfo Martín, muy bien presentados. Exigentes, 1º y 3º; complicados, 2º y 5º; bravos, el codicioso 4º y el importante 6º, ambos ovacionados en el arrastre. Lleno en los tendidos.

Antonio Ferrera, de catafalco y oro viejo, buena estocada (saludos); estocada contraria, descabelllo (oreja).

Javier Castaño, de gris perla y oro, estocada trasera y caída (silencio); metisaca, media muy tendida, descabello (vuelta al ruedo).

Alberto Aguilar, de blanco y plata, buena estocada (saludos); dos pinchazos, media estocada, descabello (silencio).

Parte médico de Javier Castaño: «Herida por asta de toro en cara palmar metacarpofalángica del pulgar derecho con lesión de musculatura abductora». Pronóstico «leve».

Había expectación por ver la corrida de Adolfo, primera en «su» Madrid después del gravísimo percance que uno de sus propios toros le infirió en el campo. Semanas, meses, en esa estrecha línea roja que separa el umbral de vida y muerte. Para su feudo del alma, escogió un corridón de toros. Muy seria, con leña por delante. Made in «Albaserrada» muchos de ellos. Inconfundible aroma. Dos de ellos acompañaron su bella fachada con la bravura que corrió por sus venas. «Baratillo» y «Repollito», cuarto y sexto, imposible olvidarlos. Posibilitaron lidias completas –y por desgracia casi perdidas– de Ferrera y Castaño. Con aroma a otro tiempo. Una delicia.

Antes rompió plaza «Malagueño», que derribó en el primer encuentro con el peto, junto al patio de caballos. Buena arrancada tuvo en el segundo encuentro, de lejos y empujando. Permitió un vibrante tercio de banderillas al extremeño dejándose llegar al toro en largo en los dos primeros. Al galope. Muy meritorio el tercero. Por dentro. Sin apenas margen para la huida. En la muleta, Ferrera volvió a dejar claro que está en el mejor momento de su carrera. Firme, asentado. Despejado para entender a un animal exigente. Preciosa la estampa del comienzo de faena. El cárdeno engallado, fijo en los medios, con la mirada clavada en su matador a veinte metros de distancia. Logró alargar la embestida de un burel que tenía medio pase hasta conseguir que terminara el viaje en el último tramo de su labor. Importante. Muletazos de mucho mérito. Una buena estocada puso la guinda a una labor seria de cabo a rabo.

Repitió lidia total al cuarto. Lo cuajó a la verónica con el capote. Con mucha codicia y máxima entrega metió la cabeza abajo en las telas. Se las comía. Muy de verdad y con recorrido. Tras un puyazo empujando y derribando a Alonso Sánchez, lo puso en largo Ferrera galleando por chicuelinas. En la boca de riego. Se lo pensó muchísimo, pese a la buena monta del picador, y el diestro optó por acortar distancias. Otro tercio de enorme mérito, con el público muy metido como toda la tarde, protagonizó con los garapullos. Él mismo lo puso en suerte con la capa. De poder a poder, los dos primeros. A pocos metros. Al quiebro, el tercero. Sobrado. En la muleta, volvió a humillar con gran clase. Toro con mucha calidad. Lástima que llegara desfondado. A menos, sólo mantuvo la profundidad previa en las dos primeras tandas en redondo. A gusto en la cara del toro, Ferrera hizo el esfuerzo. Esmero y ambición del diestro, por encima del animal. Lo pasaportó de un espadazo punto contrario. La gente valoró el conjunto de su inmensa tarde y le premió con una oreja.

Un marrajo fue el segundo. Le costó completar su paso por el caballo y, aunque con complicaciones, se vino arriba en banderillas. Descomunal el tercio protagonizado por David Adalid y Fernando Sánchez. Tres pares soberbios y de enorme exposición. Muy toreros ambos, saludaron una fortísima ovación. Castaño lo probó con la franela entre todo un surtido de derrotes, miradas, tornillazos y demás lindezas. Orientado, reponía una barbaridad, girando sobre las manos y buscando al torero, que logró completar las series con dificultad. De hecho, en uno de sus gañafones hizo carne y le clavó uno de sus dos puñales en el pulgar derecho. Pitonazo. Zona comprometida. Lo despachó, como buena mente pudo de estocada trasera y caída y pasó a la enfermería. Se corrió turno en quinto lugar para que saliera en el sexto. «Repollito». Aplaudido de salida y ovacionado en el arrastre. Tres puyazos con alegría y empujando de veras en los dos últimos. Colosal Tito Sandoval, tanto en el manejo del equino como en la colocación de las varas. Para grabar y enseñar en las escuelas. Otro lío formaron Adalid y Sánchez con los palos. Alboroto. Luego, Castaño lo bordó al natural. Antológico. Ligados primero, de uno en uno después, para terminar a pies juntos. Un puñado de ellos muy despacio. El «Adolfo» embestía franco en las tres primeras arrancadas, luego le costaba más. Ese plus lo puso el torero. Sensacional. El lunar llegó con la espada, que no fue óbice para dar la vuelta al ruedo.

Cuarto paseíllo de Alberto Aguilar en un mes. No volvió la cara. Con alcurnia y de familia con pedigrí en la casa, «Aviadorito» saltó en tercer lugar. Sin lucidez en los primeros tercios, Aguilar volvió a leer con inteligencia las condiciones del animal y planteó un trasteo que logró sus mejores pasajes en una tanda por la izquierda que tuvo naturales muy largos, limpios y templados. El lastre llegó por la falta de codicia del toro, que obligaba a sacar los muletazos sin ligar. Faena irregular y estocada hasta la yema como rúbrica. No tuvo suerte el madrileño en el quinto. Otra «prenda» con malas intenciones que se le vino al pecho en cuanto pudo. Buscón y reservón. Midió a Aguilar que, muy seguro, no tardó en abreviar.

Gran tarde, de las que hacen afición. Esto es la Fiesta, señores.