Feria de Bilbao
Llegó la tarde del montón
Un primer toro notable y cinco sin relieve lidió la esperada corrida de José Escolar en Madrid
Las Ventas (Madrid). Tercera de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de José Escolar, desiguales de presentación. El 1º, noble y de buen pitón derecho; el 2º, manejable; el 3º, va y viene sin entrega ni maldad; el 4º, de media arrancada y escaso fondo; el 5º, mirón, sosote y sin humillar; y el 6º, deslucido y se va complicando. Tres cuartos de entrada.
Fernando Robleño, de blanco y plata, estocada baja, estocada caída, aviso, dos descabellos (palmas); tres pinchazos, aviso (silencio). Pérez Mota, de azul marino y oro, estocada caída (silencio); dos pinchazos, descabello (silencio). Miguel Ángel Delgado, de blanco y plata, estocada (silencio); estocada (silencio).
Antes de que nos diéramos cuenta, Ángel Otero, vestido de marfil y azabache, le sopló un par de banderillas al cuarto que puso de acuerdo a todos. Perfecto. En la misma cara, a la distancia precisa... Y a un toro de Escolar que suma más. Por eso, cuando le volvió a tocar el turno no pilló al público de Madrid de vuelta, sino a la expectativa. Al acecho de no perderse algo bueno, que poco nos estaba cayendo. Y así fue. Otero volvió a lucirse en el cierre de tercio y se desmonteró con solemnidad. Al calor de nada más de lo que acababa de ocurrir en la plaza. Era el segundo turno de Fernando Robleño y el toro llegó con medias arrancadas, cortas, tampoco tenía maldad ni grandes pretensiones. Al obligarlo por abajo protestaba más, el diestro de Madrid se justificó en una faena rasa de emociones, no las daba tampoco el toro.
Bien distinto había sido el comienzo. «Cariñoso III» sacó primero nobleza en el engaño de Robleño, después largura en el viaje y voluntad por repetir la arrancada, aunque al final saliera con la cara por arriba. La faena de Robleño, la primera de la tarde, estuvo a punto de romper en varias ocasiones pero caían interrupciones. Muleta atrás, colocarse, recolocarse, mientras la posibilidad de ligar se alejaba y los ecos de los olés también. Fue el escolar de la tarde, en casi la antesala de la corrida, el primer encierro de los denominados duros, que no se caracterizó por apretar. Al conjunto le faltó fondo, pero ese toro tuvo buena nota.
Pérez Mota se las vio con un segundo, que se dejó hacer. Se desplazaba, más orientado que el primero, al tercer pase medio se orientaba de quién andaba por allí, pero sin querer arrasar con nadie. Mota quiso buscar soluciones, alternativas, pero la realidad es que era difícil traspasar barreras. El quinto evidenció los problemas. Mirón, sin ganas de humillar y encima soso. El valor y la firmeza fueron los argumentos de su labor.
Miguel Ángel Delgado vino a Madrid a aprovechar la oportunidad. Pero tenía trampa. Su sexto fue deslucido y según avanzaban los minutos, y segundos, se fue complicando el toro. Había poco que rascar a estas alturas. El tercero iba y venía al engaño sin demasiada entrega ni maldad. Un término medio que poco tenía que decir. Lo justo para pasar en blanco. Ni bueno ni malo. Madrid por sus fueros en una tarde del montón. Un montón de silencios y dos toreros, no habituados a este tipo de hierros, Pérez Mota y Miguel Ángel Delgado, que sobrevivieron a la de Escolar.
La feria sigue. Pasando página. Oportunidades al limbo. Hoy es el turno de los novilleros.
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