Bilbao

Manzanares, salvavidas en el naufragio

El torero de Alicante cortó una oreja con fuerza al sexto en una tarde cuesta arriba con la plaza de Vista Alegre llena

José Maria Manzanares recibe al tercero en la quinta de las Corrida Generales de la Feria de Bilbao
José Maria Manzanares recibe al tercero en la quinta de las Corrida Generales de la Feria de Bilbaolarazon

El torero de Alicante cortó una oreja con fuerza al sexto en una tarde cuesta arriba con la plaza de Vista Alegre llena

Bilbao. Quinta de las Corridas Generales. Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq, desiguales de presentación. El 1º, noble, de calidad exquisita y escaso empuje; el 3º, muy justo de fuerza y casta, deslucido; el 4º, deslucido por flojo; el 5º, deslucido y descastado; y el 6º, buen toro, franco, con movilidad y repetición. Lleno.

Enrique Ponce, de azul cielo y oro, dos pinchazos, aviso, media, dos descabellos (saludos); y pinchazo, estocada (silencio).

Morante de la Puebla, de nazareno y oro, cuatro pinchazos, descabello (pitos); y pinchazo, metisaca, media (bronca).

José María Manzanares, de catafalco y azabache, pinchazo, estocada (silencio); y buena estocada (oreja).

«Nombrado» salió a la arena bilbaína y con las mismas volvió a los corrales. No sé si sería el impacto de ver la plaza llena o el eco que todavía barruntaba por los tendidos después de la bronca con la que despacharon al torero de La Puebla. De Despeñaperros para abajo dejó Morante la ilusión por hacer algo y entre pase y pase, más látigo que seda, se aburrió él y los que estaban arriba. El comportamiento del segundo acabó por ser una incógnita no desvelada. En el ruedo se ayuda o se va a la contra y en este caso quedaron en el limbo las cualidades o no del animal, que no tengo la más remota idea de si las tenía. Si el enfado con Morante rondaba hasta entonces lo correcto se desató en tormenta cuando pinchó con el acero camino de Huelva. Pero ese fue en el segundo. Quedaba la mundial. Eso sí bronca con sabor a las de antes, que es todo un estatus en estos tiempos. Ya se veía en los primeros tercios que el toro de Juampedro andaba con las manos de mantequilla y un peso esclavizado del cuello hacia el cielo para no humillar. Y ya se intuía por eso el desastre que nos inundó después. Morante no quiso ver al animal pero es que a estas alturas el público no quería ver el atropello moral de la tarde a plaza llena. Un pinchazo, un metisaca, una media, fuera de sitio, en busca de tablas a la vez del encuentro. Un Morante ido. No estaba y no fue. Y llevábamos cinco despropósitos. Cinco menos uno. Enrique Ponce inauguraba el cartel que de verdad hizo a la gente pasar por taquilla y lo hizo con «Caradura». El toro tenía lo justo, o menos, de fuerza y energía pero sí mucha clase para querer coger el engaño por abajo con franqueza cristalina. Esa que aprovechó Enrique, con sus mil y un años de alternativa, para torear en un concurso de más despacio todavía por ambos pitones. Y por ahí ganó la partida a la falta de emoción con el poso del temple, la verticalidad y el desmayo en naturales y derechazos de calidez extrema y una espada desintonizada. El mal humor se extendió como una plaga cuando el cuarto mostró también falta de fuerzas. ¡Cómo sería que Ponce se despachó al toro en un pispas!

Seguimos pues, deambulando, resacosos, en un ¿esto está ocurriendo de verdad? cuando el sexto saltó a la arena. Toro bonito y serio que obró el milagro de llegar al último tercio con franqueza, largura en el viaje y repetición. Ese capaz de maquillar una tarde dura de pelar. Manzanares lo supo, se lo llevó al centro, y con parsimonia y temple comenzó a coser las arrancadas del toro, una a una, no tandas demasiado largas, pero sí barnizadas de un empaque brutal y de pronto, cuando estaba en ello y ya se había hecho con el latido del público bilbaíno, un cambio de mano de los de no tener rival. Monumental de largo y bello, de pellizco en la barriga. A derechas y a izquierdas fraguó una faena suave y armónica, mucho más maciza que otras tardes. Encontró la muerte con precisión en un envite cargado de intensidad y paseó un trofeo de mucha fuerza de un buen toro. Este sí. Verdad de la buena. Con su tercero, el de ida y vuelta, hizo intentos pero en una versión de enfermero con la que Bilbao andaba ya endemoniado. Fue Manzanares salvavidas en el naufragio mientras Morante se iba de la plaza abroncado, eso sí a paso de procesión.

El cartel de hoy

Toros de Garcigrande y Domingo Hernández para Enrique Ponce, El Juli y Perera