Toros

Toros

Ojalá que te vaya bonito

Tarde inconclusa de faenas y toros en el día en que sí fue posible superar a la mala cara del tiempo en pleno San Isidro.

Álvaro Lorenzo toreando ayer por el pitón derecho un toro de Torrehandilla / EFE
Álvaro Lorenzo toreando ayer por el pitón derecho un toro de Torrehandilla / EFElarazon

Las Ventas (Madrid). Vigésimo segunda de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de la ganadería de Torreherberos, 4º y 6º, y Torrehandilla. El 1º, manejable, movilidad pero falto de entrega; el 2º, noble y manejable; el 3º, derrotón; el 4º, deslucido; el 5º, con ritmo y buena clase; el 6º, sobrero de Virgen María, manejable y a menos. Tres cuartos de entrada.

Daniel Luque, de habano y oro, pinchazo hondo, aviso, descabello (saludos); pinchazo, estocada (silencio).

David Galván, de cereza y oro, estocada (silencio); estocada (silencio).

Álvaro Lorenzo, de tabaco y oro, estocada baja, aviso (silencio); pinchazo, aviso, estocada (silencio).

A la movilidad de los toros, y más en Madrid, se les espera siempre, o casi, faena. Desprenderse de esa idea preconcebida cuesta. El primero de la tarde tuvo esa movilidad, quiso coger el engaño, sobre todo por el derecho, aunque otra cosa fue hacerlo con entrega en el viaje. Se le esperaba, o pre esperaba, a la faena de Daniel Luque después de que Álvaro Lorenzo saliera a recoger la ovación de gala que recibió nada más deshacerse el paseíllo. Y no era para menos. Venían a recompensar esos aplausos la Puerta Grande con la que el torero despachó su paso por Madrid en el pasado Domingo de Resurrección. Era el reencuentro. No el caso de Luque, que volvía de nuevo a la Monumental de Las Ventas en el festejo que sí se celebró a pesar de que la lluvia era más que una amenaza. Esta vez sí hubo lona. Y arena para arreglar un ruedo a punto de caramelo a las siete en punto de la tarde, a pesar de que el día anterior lo abandonamos en estado lamentable. Eso son los toros, puntualidad máxima para abrir la puerta de toriles cada tarde. Luque defendió la faena con sus mejores argumentos, buscando la distancia, mientras el toro hacía más o menos lo mismo, defenderse más por el pitón izquierdo y no entregarse por el derecho. Resulta que el cuarto no hizo precisamente cosas bonitas en los primeros tercios y cuando Luque se puso a torearle de verdad, a tragarle, porque la corrida por delante tuvo leña para regalar, el toro se desplomó. Eso deja sin argumentos a cualquiera. Fue honesto y no se entretuvo cuando en verdad no había nada. La espada (con sus dilatados tiempos) hizo el resto.

Nobleza tuvo el segundo, que iba y venía sin poner al matador en demasiados apuros. Indudable fue la buena voluntad de David Galván que imprimió gusto en la faena pero le faltó temple y se le ensució demasiado. Todo lo contrario ocurrió con la estocada. En la yema y de rápido efecto. Quiso Galván. En la larga cambiada y en el comienzo de un pase cambiado por la espalda con la zurda al quinto. Tuvo el toro ritmo y nobleza, pero la faena no acabó de entrar en el público porque dio la sensación de que era más una labor de experimento, de búsqueda, con falta de ajuste y sin acabar de apretar al toro en las alturas. Madrid en estos casos no perdona, la cosa se fue larga y desdibujando.

Iba y venía el tercero con el defecto de derrotar. Compuso con firmeza Álvaro Lorenzo y era más estético la primera parte del muletazo, el embroque, que la segunda, que se descomponía con el derrote del toro. Intentó limar las asperezas, pero no siempre logró que le quedaran limpios los muletazos. Sobrero fue el sexto, que sustituía a un jabonero de la divisa titular. Se movió el toro con nobleza y le plantó cara el matador con franqueza, seriedad y aplomo. Le faltó ese punto al animal para que la faena levantara el vuelo de verdad. Madrid, con su sinfín de dificultades en una tarde de faenas y toros inconclusos. El eterno adiós a María Dolores Pradera. Toda una vida. Ojalá que te vaya bonito...