Sevilla

Ponce sintoniza y Adame se lo lleva

El torero mexicano corta una oreja en la novena de la Feria de Abril y el valenciano falla a espadas

Doblón de Joselito Adame al tercero de la tarde
Doblón de Joselito Adame al tercero de la tardelarazon

La Maestranza (Sevilla). Novena de la Feria de Abril. Se lidiaron toros de Victoriano del Río, bien presentados. El 1º, inválido; el 2º, rajado y deslucido; el 3º, desigual y con dificultades; el 4º, noble y de buen juego; el 5º, noble y de buena condición; y el 6º, de buen juego. Más de dos tercios de entrada.

Enrique Ponce, de azul añil y oro, media atravesada (silencio); dos medias estocadas, estocada (vuelta al ruedo). Sebastián Castella, de azul añil y oro, buena estocada (silencio); pinchazo, estocada (silencio). Joselito Adame, de burdeos y azabache, media caída, dos descabellos (vuelta al ruedo); estocada, aviso, tres descabellos (oreja).

Hacía tres días que Joselito Adame había pisado esta misma plaza. Tres días, tres. Cinco que lo haría Enrique Ponce en esa reaparición exprés después de la cornada de Valencia. El mexicano llegó a la Maestranza revolucionado. Se olía. Se fue a portagayola dos veces. Irse allí es quemar el cartucho sin dejar huecos. A la desesperada. Ahora o nunca. Y así es. Hay trenes que pasan una vez, y en ocasiones se repite pero eso nunca se sabe. Muchos pueden esperar sin desesperar que volverá, a otros a nada que se les resbala un pie han de despedirse. Adame se aferró al sexto con todas sus armas. Quitó por chicuelinas y dejaría después una faena con pasajes muy distintos. La nobleza del toro encontraba amplitud de viaje en la muleta del torero, aunque cuando le atacaba parecía que el de Victoriano del Río protestaba. Joselito fue a cambiar la muleta y en ese paréntesis, respiró el toro, oxigenó y en la distancia recobró la embestida una vida inesperada. Adame hilvanó las arrancadas, viaje a viaje, pase a pase fue componiendo la labor, recomponiendo una obra que aspiraba a ganarse al público y lo logró. Cogió la zurda y hubo toreo, hasta que en una trinchera, ya había firmado unas pocas antes en el prólogo muleteril, se la pegó a la inversa: el toro a Adame. Cogida seca y brusca. Cambió el toro ya, más orientado y rajado. Pero la faena estaba hecha. Se tiró a matar, entró, milagro, punto tendida, punto atrás, muerte lenta, y dos descabellos. Un trofeo. El cuarto que se corta (en el toreo a pie) en lo que llevamos de feria. Con su tercero también se había ido a la puerta de toriles. También quiso lucirse con el capote, variedad, aunque no le salieran rotundos los lances. El toro no regalaba ni media. Cada embestida había que alargarla y llevarlo siempre muy embebido en la muleta, a la mínima se desentendía en busca de otras opciones. Fue su tarde, por actitud y entrega, acotando ese camino tan bueno que dejó antes de que el invierno nos atrapara de lleno.

Menos mal que lo de Enrique Ponce con el primero no fue premonitorio de la tarde. La invalidez del primero cambió los humos a la afición sevillana y por un momento aquello pareció Madrid. Con el cuarto Ponce sintonizó con Sevilla. Fue toro interesante, tenía buen fondo para sacar, y se vio cuando le atacó y entonces el de victoriano quería muleta y allá iba con bondad. El torero intercaló pasajes más dilatados, muletazos de uno en uno, con otros tiempos y tandas más rotundas y ligadas, que fue cuando se reencontró y conectó vía directa con la afición sevillana. Se cruzó la espada.

Rajado fue el segundo para Sebastián Castella y con opciones un quinto, que tomaba el engaño con nobleza y buen aire. La faena fue extensa y correcta. Nada más. El toro tomó con largura la muleta por la zurda, pero una sola tanda salpicó el trasteo. Muchos pases. Pocos recuerdos. Malas cuentas. Se entonaba la feria, trofeo para el mexicano.