Feria de San Isidro

Rafaelillo, ante el peligro, dueño del mundo

El murciano da una vuelta al ruedo con sabor a triunfo con un dificilísimo toro de Adolfo Martín en la feria de San Isidro

Desplante de «Rafaelillo» al cuarto toro de la tarde en Las Ventas, ayer
Desplante de «Rafaelillo» al cuarto toro de la tarde en Las Ventas, ayerlarazon

El murciano da una vuelta al ruedo con sabor a triunfo con un dificilísimo toro de Adolfo Martín en la feria de San Isidro

Las Ventas (Madrid). Vigésimo cuarta de la feria de San Isidro. Se lidiaron toros de la Adolfo Martín, bien presentados. El 1º, de media arrancada, mirón y el fuste justo; el 2º, noble, suavón y de buena condición, con las revoluciones justas; el 3º y 6º, irregulares y embistiendo por dentro; el 4º, orientado y muy peligroso; el 5º, noble y suavón y embiste a cámara lenta. Lleno.

«Rafaelillo», de azul y oro, dos pinchazos, estocada, aviso (silencio); pinchazo, estocada trasera (vuelta al ruedo).

Sebastián Castella, de grana y oro, pinchazo, buena estocada (algunos pitos); estocada caída (saludos con división).

Manuel Escribano, de burdeos y oro, bajonazo infame (silencio); media, aviso, descabello (silencio).

Primero, segundo y tercero no fueron más que el pretexto necesario para llegar al cuarto. Palabras mayores. Al alcance de la minoría en el ruedo y de lexatín en el tendido. Qué tipo más grande este empeñado Rafaelillo. Tres veces puso al adolfo en el peto del caballo y fue de lejos, pero no empujó después. Importa el antes, el durante y el después. José Mora y Pascual Mellinas se desmonteraron tras banderillear. Y lo merecían. Atronaba la plaza: se la jugaron de verdad. Y lo que quedaba en el ruedo ya se vislumbraba que no era otra cosa que un papelón, porque el Adolfo llegaba con la casta íntegra, pero orientado, raudo y buscando carne fresca. No se veía toro por ningún lado. Qué manera la de colocarse Rafael, buscando el pitón contrario, cruzado al infierno en ansias de la gloria del toreo en el más allá. De poquito a poquito, sin ceder un milímetro aunque el pitón del toro amenazara con rebanar el cuello. La entrega infinita, y la fe, qué papel ocupará para jugarte la femoral ante semejante animal. No sólo no volvió la cara, sino que de tanto insistir, hasta convenció al toro al natural del milagro aquel de meter la cara justo por el sitio que él no quería y perseguir el engaño. No había tiempo para pestañear mientras bombeábamos el corazón. No queríamos disgustos. Torero mayúsculo en cuerpo pequeño. Pinchó y la estocada se le fue un poco atrás después. En la muerte, mientras la encontraba, reculaba el toro a tablas ante los pasos del torero, simbología pura de lo que había sido la faena. La vuelta al ruedo tuvo más peso que muchos trofeos. Honda actuación. No había podido ser con un primero mirón y de media arracada que deliraba por las medianías.

«Escribiente» fue el toro que deslumbró en el tercio de varas. Era el segundo y fue en la segunda cuando acudió con todo desde lejos. Atrás cayó la vara. El varón. Castella se anunciaba de nuevo con esta ganadería. Gesto/gesta. Con ojos de querer le miró «Escribiente». Tuvo prontitud en la embestida y después le quedó un viaje noble y suavón, de buen estilo y las revoluciones justas. No venía a comerse a nadie. Faena corta y de calidad hubiera sido buen homenaje. Le apretaron desde arriba al francés, y le ganaron la partida, de mitad de faena en adelante. Cuando la cosa tenía que encontrar los mimbres de elevarse, se alargó, se amontonó y al público le sonó sólo la letanía de la bondad torista. El quinto tuvo nobleza, suavidad y embistió a cámara lenta, rol mexicano. Para recrearse. En la extensa faena de Castella la calidad y la cantidad discutieron por partes. Hubo naturales inverosímiles de lentos, pero un todo revuelto y de ahí que no acabara de convencer.

A portagayola se puso Escribano en los dos. Con el tercero le faltó tino con las banderillas y la espada y fluidez con la muleta ante ese animal que no acabó nunca de definirse. Todo lo entregó con el sexto, que iba y venía aunque metiéndose por dentro. Pero, de verdad, la cantidad no suma por sí sola y viene el demérito.