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«Salvo seis o siete figuras nadie tendrá una temporada maciza en España»

Ausente en San Isidro, se encerrará con seis toros de diferentes encastes en Arles

«Salvo seis o siete figuras nadie tendrá una temporada maciza en España»
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En ocasiones, con el tiempo o la distancia –o incluso ambas– en nuestra contra, idealizamos los recuerdos, las emociones, en lugar de lo verdaderamente importante: la realidad, el presente de esas vivencias o personas. Algo parecido vive estas semanas el matador de toros francés Juan Bautista. Después de nueve primaveras consecutivas anunciándose por partida doble en San Isidro, el galo se quedó fuera de la cartelería. Tres Puertas Grandes ya en su esportón no fueron aval suficiente. Tampoco la oreja lograda contra viento y marea el año pasado desafiando a la furia de los elementos en una tarde de perros. Sin Madrid, toca reinventarse. Por fortuna, parafraseando a Bogart, aunque no sea París, siempre quedará Francia.

–Una temporada diferente sin San Isidro.

–Completamente distinta. Se me hará muy raro no pasar esos miedos, y hasta los echaré de menos, como esa responsabilidad que infunde Madrid cada tarde.

–Pero, ¿hay vida más allá de Las Ventas?

–Puede ser, pero poca. De antemano, se van a cerrar mucho las puertas de la temporada en España, veremos a ver si luego pueden ir abriéndose, porque Madrid era la base siempre. Como otros años, también me he quedado fuera de ferias importantes como Valencia y Sevilla, pero la diferencia es que no está esa gran red que es Madrid para, a partir de ahí, reivindicar mi lugar y despegar un poco. Por eso, el año en España va a ser más flojo que los últimos.

–Más que nunca toca mirar a su país.

–Va a ser una temporada con dos partes. Por un lado, está Francia, allí siempre se me ha respetado y valorado de acuerdo a lo que he realizado en el ruedo. Por otro, al salir menos corridas en España, han surgido otras opciones en América impensables hasta ahora. Iré salpicando la campaña europea con viajes a México o Ecuador.

–¿Tan complicado está en España?

–Mucho. Salvo para las seis o siete figuras que todos tenemos en mente, no hay perspectivas de una temporada maciza, rotunda, para nadie en España. Ahí está el ejemplo mío del año pasado: ni una oreja en San Isidro me sirvió para entrar en las principales ferias. Sólo logré anunciarme en Zaragoza, Toledo y A Coruña... Poco más.

–El éxito en Francia, ¿no contagia a España?

–Triunfar allí apenas tiene repercusión en España. Sin embargo, si te fijas, el español que triunfa en Francia sale aún con más caché. Lo percibimos así los toreros de mi país. No sé explicar porqué, pero no pesan igual los éxitos en Nimes, Arles, Vic... dependiendo de si el torero es español o francés.

–¿Qué pasó con Taurodelta en Madrid?

–No entendí el trato. No exigí nada descabellado, ninguna locura. Comprendí que sólo me pudieran ofrecer este año una tarde, no pasa nada por ello, pero sí pedí que, entonces, fuera en un cartel mejor del que me ofrecieron. Tampoco vaya a pensar la gente que pedí uno de los carteles estrella, sé que ése no es mi sitio actualmente, pero en treinta tardes...

–Peñajara le ofrecieron...

–A ver, yo respeto muchísimo tanto a la ganadería, que la he matado varias veces en mi carrera, como a los méritos de mis compañeros, pero creo que cuando me llaman a negociar no me dan muchas más opciones. Me dicen que la feria ya está prácticamente hecha y que sólo hay opciones de entrar en ese cartel. Lógicamente, no me pareció serio que se acuerden el último de un torero con tres Puertas Grandes en Madrid y que el año pasado volvió a dar la cara cortando una oreja en pleno granizo.

–Fue una tarde durísima, sin embargo, su recuerdo seguro que es hermoso.

–Maravilloso. Todo se puso muy a la contra por el tiempo, pero la afición enseguida comprendió que ahí delante había tres toreros buenos. Las sensaciones fueron preciosas, a pesar del granizo, del barrizal que se formó en el ruedo, de la ida y venida de gente que trataba de guarecerse...

–Entonces, ¿Madrid es su plaza talismán?

–Le debo todo como torero. El idilio ya empezó en mi presentación como novillero: con menos de 18 años, salí por la Puerta Grande. Luego, otras dos Puertas Grandes y varias tardes importantes salpicadas por toda mi carrera... Le estoy muy agradecido a esa afición. Ojalá aparezca una sustitución interesante o un hueco en Otoño.

–Si cruzamos los Pirineos, ¿cómo será la temporada de Juan Bautista?

–Nimes, Vic-Fezensac, Arles, Istres... Un año más estaré en todas las plazas importantes de mi país. Se han vuelto a acordar de mí y de mis triunfos para repetirme. Si me tuviera que quedar con alguna escogería la encerrona en Arles y la tarde de agosto en Istres, que se está preparando algo muy especial.

–Cuente, cuente...

–Será un gran homenaje a la afición francesa. Una jornada muy especial en el que desde los toros, de la ganadería de Robert Margé, hasta la terna, que aún no está cerrada, serán íntegramente franceses. La idea es que estemos presentes varias generaciones de toreros de mi país y que sea una fiesta sin precedentes tanto para los profesionales como para la afición francesa.

–Y luego, la encerrona en Arles.

–Es el paseíllo que tengo entre ceja y ceja ahora mismo. Tiene todos los ingredientes: cumplo quince años de alternativa, lo celebro en mi tierra, delante de mi gente y voy a intentar que, como en Istres, los seis toros sean de encastes diferentes...

–Torear en casa, ¿es un arma de doble filo?

–En mi caso, sí. Ahora he logrado ya consolidar y marcar la línea de lo que quiero. En otro tiempo, no fue así. Hasta hace cuatro o cinco años que llego esa regularidad, la afición de Arles siempre me ha exigido mucho, me ha medido bastante, aunque hubiera triunfos en Madrid o en las principales ferias. La gente de aquí ponía el listón altísimo y me costó que me reconocieran lo que soy hoy.

–Le costó encontrar su sitio. Incluso llegó a tomarse un descanso de varios años.

–En aquel momento, no era temporal, estaba seguro de que era para siempre. No me sentía ni hacía el toreo que quería... Me dediqué a mi finca, me fui a trabajar a París. Años después, Manzanares padre organizó un festival en Arles y me invitó a su casa, allí me convenció y hasta hoy. A partir de ese regreso, empecé a disfrutar toreando.